Punto de encuentro

Una imagen de la reciente Feria del Libro de Vigo.

Una imagen de la reciente Feria del Libro de Vigo. / Ricardo Grobas

María Oruña

María Oruña

Es triste tener que dar un golpe sobre la mesa para que te escuchen. Es, además, poco educado, pero casi siempre resulta efectivo. Hoy tenía pensado golpear duro sobre la gestión del Ayuntamiento de Vigo de la playa canina de Vigo, en Coruxo. Un año más, y a pesar de que el TSJG –desatendiendo informes de flora y fauna y malestar vecinal– avalase la elección de Calzoa y Foz como arenales para perros, la policía local sigue teniendo que atender llamadas diarias de los usuarios. No hay vigilancia, ni medidas sanitarias ni higiénicas de ninguna clase, ni ducha para perros ni nada que distinga esta playa de un arenero para canes.

Tal magnitud toma el asunto, que ha recibido la bandera negra de Ecologistas en acción. A mayor abundamiento, el arenal está dividido en dos por una línea imaginaria: una para humanos y otra para los perrillos, que no tienen culpa de nada. ¿Resultado? La gente con perro invade el arenal para bípedos, y los humanos del otro lado les recuerdan las normas. ¿Qué normas?, preguntan. Y con tal diálogo se inicia una media de doce broncas al día. Viva el verano.

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Agencia ATLAS / Foto: EFE

En fin. Mucho Guns N’ Roses, muchas luces navideñas, y estamos con estas. Pero yo ya no puedo limitarme a contarles esto, porque mi aventura en la Feria del Libro de Vigo de este año es digna de narrar. Por primera vez me invitó la Federación de Librerías de Galicia para hacer el pregón inaugural. Acepté. Leyendo a los pocos días un artículo del Faro de Vigo de Ledicia Costas, me enteré de que la feria se hacía en El Calvario, en el marco de la Fiesta de la Alegría. Varios libreros se negaron a acudir: por no ser un sitio céntrico y por carecer de buena logística para asistir. Por mi parte, cumplí mi cometido y el 23 de junio di un breve discurso inaugural. Para mi sorpresa, no se presentó nadie del Ayuntamiento de Vigo, pues surgieron en el Concello “tareas ineludibles de gobierno” que les impedían llegar a tiempo, y solo asistió personal de la Xunta. Como solo había una docena de personas escuchando el pregón, seguramente ustedes no estaban, así que les cuento que reclamé una fiesta de los Libros propia, y no un encuentro literario dentro de otra fiesta, por mucho que a todos nos encante El Calvario. Tras el pregón, procedimos a ir de caseta en caseta saludando a libreros. No se apuren, no trabajamos mucho porque solo eran cuatro o cinco. Qué triste fue ver sus casetas castigadas, mirando a la pared, en vez de hacerlo hacia la zona peatonal. Solo un pasillo de apenas metro y medio separaba a los libreros de las tiendas y negocios, que debían de estar, sospecho, también la mar de contentos con el plan.

Qué, ¿cómo van, flipando pepinillos, como Chicote? Imagínense cómo estaban los libreros. Pero no nos limitemos a criticar. ¿Para qué somos espíritus creadores, sino para cambiar este color gris que a veces se nos instala dentro? Busquemos nuevos modelos y planes, fiestas literarias de verdad. Si no se nos ocurre nada, copiemos. En Pontevedra hacen la Fiesta de los Libros: el ayuntamiento pone una carpa en la plaza principal y los libreros se apañan con esa sencilla ayuda, que les aseguro que es más acogedora que las casetas actuales de las Ferias del Libro de Galicia. En Oviedo, el ayuntamiento cede un antiguo y pequeño mercado decimonónico cubierto, donde los libreros se reúnen y se reparten tanto los libros a vender como las ganancias.

¿Saben qué pasa? Que este es un tema importante. Porque la cultura, y los libros, no son un simple entretenimiento, sino una tabla de salvación, una herramienta; las librerías no son solo empresas, sino puntos de encuentro, y la Fiesta de los Libros de Vigo merece su sitio, su espacio. Un poco de cariño y color, si no es mucho pedir. Tenemos una recién estrenada Puerta del Sol peatonal. Usémosla. Tenemos las dichosas y encantadoras casetas navideñas, démosles uso. Soñemos, breguemos juntos. No permitamos que la inercia nos adormezca ni que nos absorba lo gregario. Peleemos por tener, al menos, un punto de encuentro.

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