Sabrina Valenzuela, de hija de desaparecidos a nieta en busca de su hermano

41 años después de la caída de la dictadura militar en Argentina, la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo continúa la investigación de los alrededor de 500 casos de niños, cuyos padres fueron asesinados y sus identidades sustraídas en adopciones clandestinas

Sabrina Valenzuela Negro.

Sabrina Valenzuela Negro. / FDV

Salvador Rodríguez

Salvador Rodríguez

En 1986, un film argentino obtenía, por primera vez en la historia del cine latinoamericano, el Oscar a la Mejor Película en Habla no Inglesa. Se titulaba, y se titula, “La historia oficial”, y denunciaba una de las prácticas más siniestras, y hasta entonces muy poco conocidas, de aquella dictadura militar (1976-1983) que había conducido al país sudamericano no ya al borde del abismo, sino al mismísimo despeño: el secuestro, desaparición y ocultamiento de la identidad de hijos de detenidos-desaparecidos (la mayoría, torturados y asesinados), mediante partos clandestinos y adopciones ilegales, que aplicó el régimen en su denominado Proceso de Reorganización Nacional.

Cuarenta y un años después de la caída de la dictadura, la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo estima en unos 500 los niños que desaparecieron en aquellas circunstancias y cuyas identidades fueron sustraídas. Las hogaño Abuelas de la Plaza Mayo, antaño Madres, continúan encabezando las investigaciones para impulsar la búsqueda, recuperación y atención especial de los llamados “apropiados”, logrando, hasta este momento, la restitución de la identidad de unas 150 personas secuestradas cuando sólo eran niños. Los análisis de ADN ha sido clave en la resolución de varios casos.

Sabrina Valenzuela Negro era una de aquellas bebés. A mediados del año 2000, una investigación judicial desarrollada por la familia de su padre biológico reparó en una mujer que podía ser la hija de Raquel Negro y Tulio Valenzuela, declarados desaparecidos desde 1978. La joven, que siempre supo que había sido adoptada, quiso despejar dudas y, en 2008, el juzgado la convocó para realizar la pericia que, al cabo, confirmó las sospechas. Desde que supo quiénes eran sus padres y las circunstancias que rodearon su desaparición, Sabrina comenzó la búsqueda de su hermano mellizo: “Es entonces -relata Sabrina- cuando descubro toda una familia biológica, los Negro, la de mi mamá, y los Valenzuela, la de mi papá. Y resultó que también me enteré de que mis tíos, a su vez, habían estado buscándome a mí”.

Sabrina y “el melli”, como ella lo nombra, nacieron entre el 3 y el 4 de marzo de 1978 en el Hospital Militar de Paraná, durante el cautiverio de su madre, Raquel Negro, embarazada de siete meses. Ambos bebés fueron derivados al Instituto Privado de Pediatría de esa ciudad. Sabrina fue ingresada como “Soledad López” y su hermano como “NN López”. El 27 de marzo, ambos fueron dados de alta. A Sabrina la dejaron en el Hogar del Huérfano de Rosario, donde fue ofrecida en adopción a la familia Gullino.

Raquel Negro y Tulio Valenzuela, antes de su "desaparición".

Raquel Negro y Tulio Valenzuela, antes de su "desaparición". / FDV

Podrá parecer sorprendente, pero los padres adoptivos de Sabrina, que nunca le ocultaron que era hija adoptiva, también lo ignoraban todo acerca de su procedencia: “No, no sabían mi verdadero origen -relata Sabrina-, lo desconocían. Ellos vivían en un pueblo cerca de Rosario, provincia de Santa Fe. Mi madre adoptiva se había sometido a varios tratamientos para tener hijos biológicos, pero sin obtener resultados. Tras cinco años de fallidos intentos decidieron comenzar los trámites de la adopción. Pero nunca supieron ni sospecharon que yo era hija de desaparecidos; de hecho, se sorprendieron tanto como yo, y tengo que agradecerles que me hayan apoyado en todo”.

Aunque no se han llevado a cabo juicios específicos contra aquella red clandestina de adopciones, sí que han sido detenidos algunos de sus responsables, tanto militares como médicos y sanitarios. Sin embargo, los procesos siempre se han encontrado con fuertes dificultades, sobre todo por lo que atañe a los responsables civiles. En 1985, el presidente Raúl Alfonsín asignó dos fiscales para que se dedicaran especialmente a los casos de secuestro-desaparición de niños durante la dictadura, pero poco después el Congreso aprobó las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, que cerraron la posibilidad de enjuiciar a los demás responsables de las violaciones de derechos humanos. Y pese a que las legislaturas de los Kirchner dieron un nuevo impulso a las investigaciones, ahora, con el acceso de Milei a la presidencia, las cosas se han vuelto a complicar: “Hay que tener en cuenta -explica Sabrina- que la propia vicepresidenta del Gobierno, Victoria Villarruel, es hija y sobrina de militares vinculados a la Junta Militar, implicados en el genocidio, así que con Milei se viene todo abajo y el panorama se ha vuelto muy oscuro. Pero que conste que acá estamos acostumbrados a enfrentarnos a la hostilidad, a luchar, y que el pueblo argentino aún tiene fuerzas para salir adelante. Las Abuelas se han convertido en un símbolo mundial de la paz, el amor, la perseverancia, y ese pañuelo blanco forma ya parte de la cultura democrática mundial”.

De su hermano mellizo, continúa sin conocer el paradero: “Hemos desarrollado varias líneas de investigación, pero aún no lo hemos encontrado. Por eso desde Abuelas convocamos a todas aquellas personas que tengan información de este caso o del cualquier otro. Todos los que quieran aportar algo pueden acceder a la web abuelas.org.ar. Allí encontrarán dos apartados: “Dudo de mi origen” y “Quiero aportar información”. “Pueden haber viajado a cualquier lugar del mundo -concluye Sabrina- pero uno de los lugares de preferencia es España, está claro, por razones obvias. Y fijáte que hemos estado hablando de abuelas y nietos, pero es que ya estamos en una nueva generación: la de los bisnietos. Yo misma ya tengo una hija”.

Suscríbete para seguir leyendo