Las ballenas azules prolongan su estancia en las Rías Baixas

La fotoidentificación permite localizar rorcuales y delfines que son viejos conocidos

La cola de la ballena vista durante el fin de semana.

La cola de la ballena vista durante el fin de semana. / BDRI

Manuel Méndez

Manuel Méndez

Ahora que empeoran las condiciones meteorológicas y oceanográficas se reduce de forma notable el trabajo de campo que lleva a cabo la comunidad científica encargada de seguir los movimientos de los grandes cetáceos. Al igual que se limitan las expediciones a mar abierto para observar todo tipo de aves pelágicas.  

Pero antes de que los temporales de otoño e invierno limiten casi por completo esta actividad, puede decirse que especies tan entrañables como la ballena azul siguen disfrutando de la riqueza de las Rías Baixas.

Así lo confirma el Instituto para el Estudio de los Delfines Mulares (BDRI, por las siglas en inglés de Bottlenose Dolphin Research Institute), dirigido por el doctor en Ecología por la Universidad de Burdeos Bruno Díaz López.

Durante el finde, tanto el experto como demás miembros de su equipo y los estudiantes de diferentes partes del mundo que se forman en este centro asentado en O Grove, pudieron realizar una expedición que se saldó con óptimos resultados.

“Fue un gran día de campo oceánico que nos permitió observar seis especies diferentes de cetáceos, incluyendo la majestuosa ballena azul”, destaca el propio Bruno Díaz.

Lo mejor de todo es que dos de las ballenas azules avistadas ya están “fichadas” en su base de datos, demostrándose, como se explicó en otras ocasiones, que algunos de estos animales tienen querencia por Galicia y se han acostumbrado a visitar estas aguas un año tras otro.

En concreto, se trata de las ballenas bautizadas como “BM4” y “BM9”, las cuales fueron vistas esta vez “alimentándose junto a treinta rorcuales comunes”.

La primera de ellas ya había sido localizada el pasado mes de agosto, en medio de un grupo de mamíferos marinos formado por 35 rorcuales comunes y dos aliblancos, cientos de delfines comunes, muchos mulares (arroaces) y marsopas.

En medio de todos ellos estaba “BM4”, una visitante regular de las aguas gallegas, como sucede con “BM17”, vista por primera vez en septiembre de 2021, y tantas otras ballenas con “nombre y apellidos”.

Estudiantes a bordo de la embarcación del BDRI.

Estudiantes a bordo de la embarcación del BDRI. / BDRI

De las que también puede destacarse a “BM006-2019”, una ballena azul vista en octubre del año pasado que había sido identificada por primera vez en julio de 2019 y que también fue localizada en septiembre de 2020.  

Al margen de reconocer a ballenas como “BM4” y “BM9”, la misma jornada de muestreo realizada por el BDRI durante el fin de semana permitió “estudiar el comportamiento de cientos de delfines comunes, delfines mulares (arroaces), marsopas y rorcuales aliblancos”.

Ahora tales avistamientos se estudian detenidamente con el llamado “trabajo de laboratorio”, el cual abunda en la técnica de la fotoidentificación y reproduce los sonidos grabados para identificar a cada ejemplar y tratar de saber más sobre su comportamiento.

La cría de "Nina".

La cría de "Nina". / BDRI

Comparar las marcas en la piel de cada cetáceo, ya que puede ser algo así como las huellas digitales de las personas, estudiar los parámetros respiratorios y digitalizar los datos son solo algunas de las acciones que se llevan a cabo en tierra firme, a pie de ordenador.

Y se hace no solo con ballenas, delfines y marsopas, sino también con las nutrias que el BDRI estudia en el puerto de O Grove.

Lo cierto es que la fotoidentificación es pieza clave en el trabajo del BDRI, que el año que viene organizará en O Grove el congreso anual de la Sociedad Europea de Cetáceos (ECS, por las siglas en inglés de European Cetacean Society).

Bruno Díaz incide en que “la fotoidentificación es una herramienta increíblemente versátil que nos permite procesar los datos obtenidos y capturar momentos increíbles, aprendiendo más cada día sobre la organización social de los mamíferos marinos y su fisiología”.

Tomando fotos de cada ejemplar “podemos tener una mejor idea del número total de individuos que visitan estas zonas de alimentación, cuánto tiempo pueden permanecer aquí y cuáles regresan a lo largo de los años”, argumenta.

A modo de ejemplo, el BDRI aclara que la fotoidentificación permitió localizar tanto a ballenas ya populares como a delfines no menos conocidos ya. Uno de ellos nacido en 2014 y que fue la primera cría hembra de otro arroaz llamada “Nina” (S9).

Pues bien, el seguimiento de aquella cría a lo largo de los años permitió descubrirla en 2021 con su propio retoño, siendo ésta una información “de gran importancia para nuestro estudio de seguimiento a largo plazo, ya que permite echar un primer vistazo a la edad de madurez sexual de las hembras en la población de nuestra zona de estudio”.

"Nina" , madre y abuela

Lo cierto es que el caso de “Nina” puede resultar conocido a los lectores de FARO DE VIGO, ya que se contaron en ocasiones anteriores las peripecias de esta hembra, que ya fue abuela, y sus descendientes.

Fue el pasado verano cuando “Nina” se convirtió en madre y abuela al mismo tiempo. Cuando había alcanzado los siete años de edad, la cría de ‘Nina’ (la madre primeriza S9C1) parió al que se ha convertido en el primer retoño conocido de tercera generación”.

La madre primeriza “S9C1” y su cría, que son hija y nieta de “Nina”, fotografiadas por el equipo de investigación del BDRI.

La madre primeriza “S9C1” y su cría, que son hija y nieta de “Nina”, fotografiadas por el equipo de investigación del BDRI.

De este modo “Nina” se convertía en abuela, “y al mismo tiempo volvía a ser madre de nuevo”, insistía Bruno Díaz antes de decir que “es un orgullo haber seguido de cerca los movimientos de esta familia de delfines a lo largo de esta década”.

Se trata, según el investigador, de un acontecimiento importante en el plan de trabajo que lleva al BDRI a estudiar en detalle “la compleja vida de estos animales”, tratando de determinar “cómo se comunican, dónde se alimentan y durante cuánto tiempo se amamantan”, entre otros muchos aspectos.

Los resultados no pueden estar siendo más satisfactorios. Y para que así sea juega un papel determinante el hecho de poder efectuar un estrecho seguimiento de ejemplares de la misma familia y diferentes generaciones, como sucede con “Nina”.

Todo esto lleva a Bruno Díaz a concluir que “dado que el impacto humano y el cambio climático siguen amenazando la supervivencia de los delfines en nuestras aguas, es nuestro deber seguir estudiando y observando a estos animales, para poder entenderlos mejor y determinar el modo de protegerlos”.

Lo que está por ver ahora es si esas y otras crías conseguirán llegar a edad adulta, ya que los niveles de mortandad infantil en esta especie son muy elevados, como se ha explicado en tantas ocasiones.

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