Mujeres fuera de serie

La maestra de la empatía activa

La pontevedresa Irene Milleiro se especializó en Derechos Humanos para desarrollar su afán por la justicia social. De directora de campañas de Oxfam Intermón, pasó a impulsar en España y Europa la plataforma de participación ciudadana Change.org y actualmente dirige la Fundación Ashoka España, que apoya a jóvenes emprendedores sociales

Irene Milleiro, en la sede de la Fundación Ashoka en Madrid

Irene Milleiro, en la sede de la Fundación Ashoka en Madrid / ashoka

Amaia Mauleón

Amaia Mauleón

Los disfraces de Robin Hood y sheriff que elegía de niña Irene Milleiro para disfrazarse en el Entroido ya reflejaban claramente su gran deseo: luchar contra las injusticias y pelear por mejorar el mundo que la rodeaba.

Y es que esta pontevedresa de la quinta del 76 nació con una sensibilidad especial y, lejos de acallarla o de sucumbir a los que la tachaban de idealista, Irene se formó concienzudamente y trabajó a destajo hasta ser hoy una de las grandes referentes en el terreno del activismo social.

Irene Milleiro comenzó su carrera profesional como directora de campañas de Oxfam Intermón; después puso en marcha en España la pionera plataforma Change.org y actualmente dirige la Fundación Ashoka, organización que identifica y apoya a los líderes de la innovación social. Y ahí sigue, convencida de que hay que alzar la voz y que todos y cada uno de nosotros tenemos el poder de cambiar las cosas.

Pero, ¿cómo nace una activista social? Ni la propia Irene lo sabe. Lo que sí destaca de su infancia es la curiosidad que sus padres, agentes de viajes, les transmitieron a ella y a sus otros dos hermanos. “Yo desde muy pequeña era ya abogada de causas imposibles. Volvía locos a mis padres queriendo recoger todos los animales abandonados que encontraba; me indignaba cuando veía las diferentes oportunidades que tenían los niños de mi colegio según la familia en la que hubieran nacido... A ello se unieron las ganas que fomentaron mis padres en nosotros de conocer otras culturas, de acercarnos a otras realidades, de aprender idiomas…”, relata.

Irene, disfrazada de sheriff de niña

Irene, disfrazada de sheriff de niña / Cedida

Cuando llegó el momento de elegir carrera, Irene barajó Periodismo, Psicología y Derecho, por la que se decantó. “En cualquiera podría de alguna manera ayudar a la gente, que es lo que me interesaba”, apunta.

Estudió en Bilbao, donde además entró en contacto con un contexto social complejo. “Había muchas discusiones políticas, las movilizaciones del lazo azul... Fue muy interesante. Allí, además, realicé mis primeras experiencias de voluntariado con Proyecto Hombre y con otra organización que trabajaba por los derechos de los presos”, cuenta.

Al finalizar, podría haber comenzado sus prácticas en una multinacional pero un profesor, atento a sus verdaderos intereses, le recomendó realizar un máster de Derechos Humanos en Italia. “Mis padres, afortunadamente, confiaban en mí e hicieron el esfuerzo para que siguiera estudiando. Fue el inicio de un camino; allí me encontré con muchas personas que compartían mis ideas y vi que no era una utopía dedicarme a ello”, agradece.

La graduación de su máster en derechos humanos y democracia en Venecia

La graduación de su máster en derechos humanos y democracia en Venecia / Cedida

De Venecia, continuó formándose en Lovaina y realizó un periodo de prácticas en Copenhague, en una asociación de víctimas de la tortura, hasta que la llamaron de Bruselas para trabajar en la unidad de Derechos Humanos de la Comisión Europea. “Fue un periodo muy enriquecedor donde compartí experiencias con personas de todo el mundo, de diferente formación, que me aportaron perspectivas nuevas y me enseñaron a reconocer la importancia de la diversidad”, explica.

Tras varios años en Bruselas, Irene deseaba regresar a España y lo hizo de la mano de Oxfam Intermón, una organización de cooperación para el desarrollo cuyos objetivos encajaban perfectamente con la filosofía de la pontevedresa. En Oxfam, Irene trabajó como directora de campañas siete años. “Me instalé en Madrid, pero durante una temporada estuve en Nueva York y tuve también la suerte de viajar a África en dos ocasiones y conocer de cerca la labor de otras organizaciones”.

Irene Milleiro con el equipo de Change.org España

Irene Milleiro con el equipo de Change.org España / Cedida

Hasta que un día, una comida de trabajo fue el inicio de un nuevo cambio de rumbo en su vida. “Francisco Polo (que fue el creador de la plataforma Actuable, fusionada en 2011 con Change.org) me propuso dirigir en España una innovadora plataforma digital que entonces solo funcionaba en Estados Unidos y planteaba permitir que cualquiera pudiera crear una campaña para pedir lo que quisiera y buscar el apoyo de otras personas para conseguirlo. Al principio me dio mucho miedo, pero la idea de devolver al ciudadano el poder de cambiar cosas gracias a la tecnología me parecía apasionante y me lancé”, recuerda.

Era el nacimiento de Change.org España, la que se convertiría en la mayor plataforma de participación ciudadana del mundo y que han utilizado más de 12 millones de personas. “Fui a Estados Unidos y me empapé del entusiasmo y motivación de las personas que crearon la plataforma, la mayoría antiguos trabajadores de la campaña de Obama. Empezamos solo cuatro personas en el salón de casa y poco a poco fuimos avanzando, profundizando en el movimiento social en el mundo digital, y fue creciendo muchísimo”, recuerda.

"Siempre he creído en el poder transformador de la ciudadanía y creo también en el compromiso de las nuevas generaciones"

Irene se ha implicado a fondo en todos los trabajos que ha desarrollado y en todas y cada una de las campañas que participaron en Change.org. “Conoces a las personas y no puedes evitar hacer tuyas sus batallas. Recuerdo sobre todo las primeras que tuvieron éxito, como la de la madre de una de las chicas que murieron en el Madrid Arena y que luchó por mejorar la seguridad en los espectáculos y consiguió que se cambiaran las normativas con más de 400.000 firmas de apoyo; o un chico científico que pedía que la gente pudiera destinar un 0,7% de sus impuestos a la investigación y, aunque no ganó, a él le siguieron campañas de universidades que sí consiguieron fondos. Siempre he creído en el poder transformador de la ciudadanía y creo también en el compromiso de las nuevas generaciones; no están desmovilizados, como muchas veces se critica, sino que tienen una conciencia social y medioambiental enorme y se movilizan de formas diferentes. Tenemos que estar a su lado y escucharles más”, defiende.

Irene Milleiro, directora de Change.org: "Se están levantando las voces, especialmente las de las mujeres"

Deputación de Pontevedra / Faro de Vigo

Tras diez años en Change.org, en 2022 llamó a la puerta de la activista otro atractivo proyecto, la Fundación Ashoka España, una organización sin ánimo de lucro que impulsa a emprendedores sociales, personas decididas a cambiar las cosas con proyectos innovadores. Irene es actualmente la directora general de la fundación en España y Portugal y de nuevo despliega todo su entusiasmo en la labor de apoyar a estos jóvenes comprometidos. “Ya estamos impulsando a casi 4.000 emprendedores en todo el mundo; en España contamos con 48 y dos de ellos en Galicia”, apunta la directora, al tiempo que destaca la importancia de tener referentes en todos los ámbitos.

Nombrada Honoraria en Top 100 Mujeres Líderes en España, organización que visibiliza el talento femenino, Irene también es referente para las personas LGTBI y los derechos de las mujeres. “Las mujeres lesbianas tienden a ocultar más su condición que los hombres gays; aún persiste el miedo. Todo es complicado y surgen muchas dudas, pero creo que es importante dar la cara, visibilizar y normalizar las situaciones”, mantiene.

Irene Milleiro con Mercedes Wullich cuando fue elegida parte de las Top 100 Mujeres Líderes

Irene Milleiro con Mercedes Wullich cuando fue elegida parte de las Top 100 Mujeres Líderes / Cedida

La activista está casada y es madre de Max, de 11 años, y Lola, de 9. “Como para cualquier familia en la que ambos progenitores trabajan, es complicada la crianza. Mi mujer trabaja en la embajada de Holanda en Madrid pero somos capaces de compartir las tareas muy bien, quizás mejor al ser las dos mujeres. Y además contamos con el apoyo de toda una red de amigos y familiares que nos ayudan”, agradece.

“Quiero que comprendan que todos podemos hacer algo ante las injusticias que nos rodean"

A sus hijos trata de transmitirles un valor esencial: la empatía. “Quiero que comprendan que todos podemos hacer algo ante las injusticias que nos rodean. A los niños hay que mostrarles las faltas de igualdad, ayudarles a comprender las distintas situaciones que sufre la gente y animarles a desarrollar una empatía activa”, explica.

Poco tiempo libre le queda a esta pontevedresa para descansar, ya que admite que no hay una separación entre su vida personal y el trabajo. “Pero me siento afortunada; aunque hay momentos malos nunca olvido los progresos que hemos conseguido y me siento motivada para seguir mejorando”.

Hacer pequeñas escapadas al campo con su familia y, sobre todo, viajar a Pontevedra, donde siguen viviendo sus padres, son sus pequeños respiros. Y el mar, ese mar que le provoca morriña y que, como ella, nunca permanece quieto. “Tengo en mente un proyecto sobre ofrecer herramientas, conocimiento a nivel digital, a los grupos que quieren movilizarse, ya que a veces por falta de conocimiento no logran sus objetivos”, adelanta. 

Las pioneras Rosa Parks, la activista que dijo no a la desigualdad

Fotografía de Rosa Parks con Martin Luther King jr. (aprox. 1955).

Fotografía de Rosa Parks con Martin Luther King jr. (aprox. 1955). / FDV

Rosa Parks (Alabama, 1913-Detroit, 2005) fue una de las figuras más importantes del movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos. Nieta de esclavos, se crió en una pequeña granja en Montgomery, Alabama, donde se tuvo que enfrentar a un trato racista. Se casó con Raymond Parks y a los 30 años se convirtió en líder de la Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color y comenzó a trabajar por la igualdad.

El 1 de diciembre de 1955 fue encarcelada por negarse a ceder su asiento en un autobús a una persona blanca, tal y como marcaba la ley. Aquella fue la chispa que prendería la llama del movimiento americano contra las leyes discriminatorias.

Con su valiente acto llamó la atención de Martin Luther King y juntos emprendieron protestas que llevarían a la Corte Suprema de Estados Unidos a declarar que la segregación racial en el transporte iba en contra de la constitución del país.

En 1996 le concedieron la medalla presidencial de la Libertad y en 1999 el Congreso de los Estados Unidos le otorgó la máxima distinción civil del país, la medalla de oro.

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