“Se chove que chova”, Laura

Manuel Vázquez de la Cruz

Laura es el amanecer de cualquier día. Si sale solo el sol sin nubes que lo tapen, ella sabrá contarlo. Si ni siquiera sale, ella dirá que sí porque es capaz de soñarlo. Y si sale entre nieblas, nubes y lluvias, ella le podrá cantar una canción o recitar un poema.

El catorce de abril de este año ella, como cada vez que es esa fecha, en “Volta da Moura” recitó el inmenso poema de Antonio Machado a Federico. Todos estábamos con dolor en el alma y al final alguien de entre los asistentes lanzó al aire un “¡bravo!” Con “el crimen fue en Granada” y mientras sonaban los aplausos, mi corazón estaba en Colliure, Francia en la tumba del escritor. Aquí hubo una barbarie fascista y los poetas y los que querían un mundo mejor fueron asesinados o tuvieron que huir al exilio.

Laura y el asistente que dio el grito en el homenaje a la memoria hicieron llorar, reír, recordar…

Así es ella. Tiene de todo mucho. Ahora camina con muleta pero también con la sonrisa que no ha perdido, la retranca y una sabiduría universal. Castelao, Machado, Rosalía, Federico…de todos sabe todo y a todos recita. Y canta a La Vargas o un corrido mejicano, o “vai polo vento e ven polo ar”…y en todos los idiomas. Ama la música, la poesía, la guitarra y la vida.

Ahora la muleta casi le impide llevar el “cajón de las cuerdas”. Un amigo inventor de cualquier cosa, José Alva, me repite que habría que inventar algo “pois polo que contas esa muller sen guitarra debe ser outra cousa”. Habrá, José, habrá, pero Laura, mi amiga Laura, con guitarra o sin ella arrancará muchos “bravos” nos llevará a dónde deseemos ir.

Y queridos amigos de La Catedral, quizás no sabréis algo nada normal pero muy bonito. Cuando murió mi madre hace ya años, mi amigo Don Ricardo García me llamó por teléfono porque quería oficiar una misa por ella. Le expliqué que como él sabía yo no era muy creyente. Pero eres muy buena persona y eso otro se arregla, me dijo. Nos citamos en la sacristía de la Catedral. Me explicó que él era un fiel seguidor de la liturgia pero que me conocía desde niño y que por una vez estaba dispuesto a romper un poco con las normas. Lo miré medio pasmado. Me dijo que mi madre sí lo era y mi hermana Marita también y que yo aunque no lo fuera podría decir la homilía. Eso sí, añadió, desde la parte izquierda del altar y sin subir al púlpito. Honradamente lo último que dijo me causó un gran alivio. Dije que bien, que aceptaba pero que nuestra familia tenía una canción y que yo quería que se cantara. Me preguntó cuál era. Tuve que recitársela entera. Me dijo que no era muy apropiada pero tampoco era pecado.

“Don Ricardo, entre usted y yo arreglábamos el mundo”. Quedó riendo y marché riendo.

Hablé con Laura. Siempre que se trata de cantar o recitar o recordar o soñar hablo con Laura.

Y hubo un día en que mi hermana leyó entre lágrimas un texto de la misa, yo dije la homilía nombrando el valor de todas las mujeres de mi barrio, recordando a mi madre tocando el violín mientras Marita a piano también cantaba y la gente paraba a escuchar “a noite que saín da patria miña”.

Al final Laura cantó “Paloma mensajera cruza el ambiente”.

La canción voló en la Catedral de Tui aleteando paz y amor.

A mi ahijada Xoa Ocampo Francés, que es eso, y en memoria de Pepe Pereiro Francés, bondad y médico.