Hace años alguna gente se comportó sin ninguna humanidad, ni sentimiento, ni respeto a vivos ni a muertos ni a los familiares de estos. Se hicieron maldades a conciencia y tan bien preparadas por los que mandaban que fueron digeridas por la población como si todo fuera normal. Ahora repasando periódicos de entonces descubrimos que se había ido más allá de la barbarie con el desentierro de restos mortales, bastantes años después de su asesinato, y su “profanación” con misas, oraciones, rosarios, coros religiosos acólitos del fascismo cantando delante de sus víctimas. Esta perversión sucedió en la capilla de San Mauro, Pontevedra.

El excepcional libro “El combate por la historia”, de Ángel Viñas y otros historiadores de verdad, no debería ser necesario en este momento después de tantos años de democracia. Pero lo es porque algunos quieren mentir y quizás cobran por hacerlo.

He visto llorar a tres nietas de asesinados y ultrajados y he sentido su dolor. Compartiendo sus penas me he puesto a escribir de lo que le hicieron a sus abuelos, Domingo Páramos Núñez y Manuel Pérez Besada.

El Pueblo Gallego era un periódico de Vigo. El 27 de marzo de 1959 publica con una fotografía el alarde asqueroso de una pequeña parte de una gran trama que repugna hoy y que quizás entonces pasó desapercibida para casi todos entonces.

Domingo y Manuel, asesinados en O Confurco más de treinta años antes y enterrados en una fosa común de Mondariz, fueron desenterrados y llevados a esa iglesia después de cubrir las cajas con sus restos con la bandera de Falange y la de España con águila impresa para exhibirlos en el templo. Sus nombres aparecen en el periódico e indigna que sus asesinos los adjetiven como “gloriosos caídos”.

Y en un acto parafernálico muy del régimen, con cientos de adláteres, curas arciprestes, corales católicas, directores de instituto y museos, generales y tropas, gobernadores y presidentes de diputaciones, alcaldes…en la Capilla de San Mauro en Pontevedra cantaron sus himnos guerreros, dieron los “gritos de rigor”, alzaron el brazo con su saludo y después sus “autoridades destacadas” cargaron con el primer féretro, que quizás ese si llevaba dentro un “glorioso” caído de ellos, y lo metieron en un furgón. Los otros los portaron los menos importantes y, tanto amigos caídos y enemigos asesinados por ser leales, fueron, unos con autorización de su familia y los asesinados porque así lo quisieron los que los habían asesinado, al Valle de los Caídos para presumir durante años hipócritamente de que era un lugar de todos. Días después escribieron una carta a las viudas que terminaba con la cantinela de entonces “lo que comunicamos a usted cuya vida guarde Dios muchos años”. El deseo semeja una burla inmensa y la falta de mínima humanidad con la mujer de un “paseado” y torturado.

Eva, Juliana y Aurora, nietas que vi llorar, tenéis más motivos para seguir trabajando en traerlos y darles dignas sepulturas en Caldelas y Guillarei. Sus restos no pueden estar donde los llevaron a la fuerza sus verdugos.