Entrevista | David Martínez Álvarez, Rayden Escritor y músico

"Soy utópico, atípico y un poco raro, rozando lo inaudito"

“Pienso mucho en la clase de persona que quiero ser de mayor, por eso intento dar los pasos adecuados. Ojalá pudiese envejecer creyendo en mi mentira favorita, una mentira que no haga daño a nadie”

Rayden, escritor y músico.

Rayden, escritor y músico. / Ana Máñez

Salvador Rodríguez

Salvador Rodríguez

En 1990, los vecinos del barrio madrileño de Cerro Belmonte, amenazados con la expropiación de sus casas, decidieron luchar contra una actuación municipal planificada que no había contado ni mirado por las personas afectadas, en su mayoría gente mayor. David Martínez Álvarez, conocido por Rayden, su nombre artístico en el mundo de la música, se ha inspirado en aquella revuelta para contar la historia que acontece en su segunda novela, Votos en contra (Suma), en la que despliega una suerte de radiografia de la sociedad española con rasgos muy berlanguianos. El próximo viernes, 15 de marzo, la presentará en el MARCO de Vigo, en acto organizado por el Club FARO.

Votos en contra destila humor, pero también tristeza, incluso desolación.

–Creo que el humor es una herramienta que sirve para que la gente baje la guardia. Los que corren son tiempos muy enfrentados, muy polarizados, y lo hilarante es un elemento que no solo une, sino que cuando recurres a él, cuando disparas y juegas a la exageración y a la caricaturización, luego resulta que la realidad te supera. A mí me gusta mucho la frase “Cualquier parecido con la coincidencia es pura realidad”.

–Sus personajes son gente peculiar, sorprendentes a veces, pero muy creíbles, muy cotidianos. ¿Están inspirados en gente que conoce?

–En la única persona real en la que sí que me inspirado es en mi hijo, que en la novela es Olivín. Yo podría haberme puesto en la carne de cualquiera de los otros personajes, pero sentí que no podía hacerlo en la de un niño de seis años, así que opté por imitarlo. El resto son “criaturas” de mi invención, aunque lógicamente tomadas de rasgos que observo en la gente, de conversaciones que escucho en los bares o que tomé prestados de mis abuelos.

–Se ha calificado a Votos en contra como una ”novela protesta”. ¿La protesta va a caracterizar su manera de entender la literatura?

–No sé si va a ser una seña de identidad, pero desde luego la protesta va a estar siempre presente.

–Toca tantos temas en la novela que si le preguntase por cada uno de ellos nos tiraríamos un día hablando, así que vayamos sólo con algunos. Habla de patria. ¿Qué es para usted la patria? ¿Cuál es la suya?

–En la vida real yo diría que mi patria es mi hijo, porque ante él es ante quien me arrodillo. Pero la novela aborda mucho la dicotomía verdad/mentira, me pregunto cuándo la mentira es útil o cuándo una verdad resulta innecesaria. En ese marco yo diría que la patria es una mentira instaurada, una mentira que ha echado raíces, que se ha blindado, que ha pasado a convertirse verdad. Yo prefiero ver la patria como una mentira instaurada.

–Percibo una especie de nostalgia de cómo vivíamos y nos relacionábamos antes y cómo lo hacemos ahora. Antes los vecinos se conocían todos entre sí como ocurría en Cerro Belmonte. ¿Ya no existen los Cerro Belmonte?

–Es imposible que existan. Con las redes sociales resulta que, paradójicamente, socializamos cada vez menos. Por eso yo he planteado lo de Cerro Belmonte como la última victoria vecinal, porque a estas alturas resulta muy difícil encontrar a unas personas tan unidas por una causa.

–¿Cuál de los personajes podría ser su alter ego?

–Todos los personajes tienen rasgos de mi manera de ser. Yo estoy en todos ellos, soy un poquito de Lea, de Oliver, de Estrella, de don Inocencio… Intento disgregarme.

–Otro tema que toca es el del edadismo. ¿Se ha puesto a imaginar cómo le gustaría envejecer? ¿Es el de don Inocencio un modelo a seguir?

–¡Ojalá lo fuese! Ojalá pudiese envejecer creyendo en mi mentira favorita, una mentira que no haga daño a nadie y que me sirva para sobrellevar y, aún así, que siga siendo querido por toda la gente que me rodea. Lo cierto es que pienso mucho en la clase de persona que quiero ser “de mayor”, por eso intento dar los pasos adecuados.

– Don Inocencio, el anciano, aún cree en la utopía. ¿Usted también?

–Yo soy utópico y atípico, y me gusta ¡jaja! De pequeño, me sentía un niño raro, y ahora también me siento un tipo raro, y aún diría que rozando lo inaudito.

–¿Es usted de esos escritores que afirman que sus personajes adquieren vida propia, que a veces semeja que son ellos los que conducen la historia que usted quiere contar?

–Sí, y eso es algo que en mi primera novela me sorprendió, y que por eso en ésta lo esperaba. De hecho, he llegado a la conclusión de que si los personajes no discuten con el autor, conmigo, es que estoy haciendo algo mal. Y la verdad es que eso me hace disfrutar, porque me ha llevado a tomar decisiones “presionado” por ellos y contra mi voluntad, aunque al final ha sido por el bien de la historia; o sea, que ellos (los personajes) casi siempre tienen razón

–¿Ha encontrado su estilo propio?

Mis dos primeras novelas son historias amables que me sirven de tapete para poner sobre la mesa cuestiones de tinte sociopolítico que afectan a la sociedad y a cualquier persona en particular, y yo pienso que esa va a seguir siendo mi manera de afrontar la literatura.

–¿Teme que el que sea conocido por la música pueda causarle problemas a la hora de que se valore la calidad literaria de tus obras?

–No, en absoluto, porque esta vez sé que parto de una vocación orgánica, no de algo circunstancial como me ocurrió en la música. Tengo auténticas ganas de contar historias, de plantear confictos… Y de lo que pase después, bueno, que venga lo que tenga que venir.

–¿Qué es lo que le gustaría que dijesen de esta novela?

–Pues todo lo que ya me están diciendo. Que es una novela que emociona, que es una historia que hacía falta contar, pero lo que más me satisface ha sido encontrarme con lectores que me han dicho que este libro les ha ayudado mucho.

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