Mujeres fuera de serie

La jueza de las distancias cortas

Lola Galovart abrió el primer despacho de abogadas en Vigo dedicado a la defensa de las mujeres y después, como jueza, se especializó en casos de Familia y violencia de género. La viguesa, que también fue diputada, puso en marcha diversos proyectos solidarios, a los que ahora, ya jubilada, quiere dedicarse a fondo.

Lola Galovart, en la zona de Montero Ríos, en Vigo.

Lola Galovart, en la zona de Montero Ríos, en Vigo. / Marta G. Brea

Amaia Mauleón

Amaia Mauleón

Soñaba con cambiar las muchas injusticias que observaba a su alrededor y buscó la manera de hacerlo. De niña pensó en hacerse misionera, pero al ir creciendo Lola eligió la judicatura para aproximarse a su objetivo. Dolores Galovart (Huelva, 1955) colgó la toga hace un año tras casi tres décadas como magistrada en las que luchó muy especialmente por los derechos de las mujeres. La que fuera fundadora del primer despacho de abogadas especializado en mujer en Vigo y pausó durante un tiempo su carrera de jueza para asomarse a otros terrenos más cercanos a los ciudadanos como vicevaledora do Pobo de Galicia y diputada en el Congreso de los Diputados, ha impulsado además durante toda su vida iniciativas solidarias, labor a la que ahora quiere dedicarse con mayor intensidad.

Lola nació por casualidad en Huelva cuando su padre, abogado, estaba destinado allí. Sin embargo, con solo 2 años ya corría por las calles de la ciudad olívica. La tercera de cuatro hermanos, dos chicas y dos chicos, fue la única que siguió los pasos de su padre y asegura que lo hizo con el firme propósito de “poder hacer algo en aquellos complicados años de la dictadura”. Así, tras estudiar en el colegio Niño Jesús de Praga primero y en las Teresianas y en el Instituto Femenino después, ingresó en la Facultad de Derecho de Santiago.

  • ¿Quién soy?

    “Una mujer que es feliz siendo útil a los demás”

Recuerda que disfrutó mucho durante aquella etapa universitaria. “Me metí enseguida en la lucha clandestina con la inconsciencia de la juventud; estábamos dispuestos a hacer cualquier cosa para lograr que cayera Franco. Pasábamos miedo pero era excitante y no éramos realmente conscientes del peligro que corríamos”, cuenta.

Desde las filas del Movimiento Comunista, un partido de extrema izquierda, Lola confiesa que les hicieron “comulgar con una ideología que no era la nuestra. Más tarde, nos preguntábamos qué pintábamos nosotras con el maoísmo. Pero bueno, ahí estábamos pegando carteles, repartiendo panfletos… Y también íbamos a clase”, sonríe.

"En la universidad me metí en la lucha clandestina para luchar contra el franquismo con toda la inconsciencia de la juventud”

Al terminar la carrera, la joven regresó a Vigo y trabajó durante un tiempo en el despacho de su padre –“todo un aprendizaje”- hasta montar con una amiga a principios de los años 80 uno dedicado en exclusiva a la defensa de las mujeres. Fue el primero de Vigo de estas características, siguiendo la estela de Cristina Alberdi y otras abogadas, y trataban, entre otros, los primeros divorcios y casos de malos tratos. “Éramos muy peleonas y la verdad es que obtuvimos buena respuesta de los jueces varones”, asegura.

De joven con sus amigas Marisa Maicas y Celia Miralles

De joven con sus amigas Marisa Maicas y Celia Miralles / Cedida

En 1986 dio un paso más y, junto a Ana Míguez y Celia Miralles fundaron el Centro de Información de los Derechos de la Mujer, Alecrín, asociación en la que asesoraba jurídicamente a las mujeres y que consiguió abrir una casa de acogida para mujeres maltratadas y el primer Centro Xove de Saúde Sexual y Anticoncepción, entre otros muchos logros.

En medio de esta vida ajetreada, Lola conoció al amor de su vida, el también juez Ventura Pérez Mariño, con quien tuvo dos hijos.

La familia vivió primero en Cuenca, donde Ventura estuvo destinado como juez. Por aquel entonces, Lola dejó la abogacía y empezó a estudiar oposiciones para juez, aunque finalmente accedió a este nivel por méritos, lo que se llamaba el “tercer turno”. “Conocer de cerca, por Ventura, el trabajo de juez, me animó a dar ese paso y no me arrepiento en absoluto; a pesar de las muchas dificultades que he encontrado, he sido muy feliz en esta profesión”, afirma.

Lola con Ventura Pérez Mariño

Lola Galovart con Ventura Pérez Mariño / Cedida

Con dos jueces como progenitores no fue sencillo organizar una familia, ya que los destinos de ambos cambiaban a menudo. “Durante una etapa yo estuve destinada en Ferrol y me pasaba allí de lunes a viernes y los niños se quedaron en Vigo con Ventura y mis padres. Otra vez yo estaba en Burgos y Ventura en Madrid; cuando fui destinada a Santander, me llevé yo a los niños… Íbamos resolviendo los problemas sobre la marcha y no viví esta etapa con angustia ya que Ventura era totalmente colaborador, contaba con el apoyo de mis padres, y, además, cuando eres joven coges el mundo por montera y al final resuelves todo”, cuenta. Los niños, asegura, se adaptaron bien a esta forma de vida. “Para ellos era algo normal, aunque supongo que al compararse con sus amigos verían que eran diferentes”.

El primer destino de Lola como jueza fue Ponteareas y lo recuerda con cariño y emoción. “Era un partido judicial muy extenso y rural. Me estrené con levantamientos de cadáveres, muertos por sobredosis, peleas de vecinos por las tierras… Aprendí muchísimo”.

Toma de posesión como jueza en Santander, con sus padres José Luis y María Victoria e hija Claudia

Toma de posesión como jueza en Santander, con sus padres José Luis y María Victoria e hija Claudia / Cedida

Con Ventura compartía sus inquietudes, sus casos más complejos, sus decisiones, “pero en casa intentábamos desconectar y disfrutar de nuestros hijos”. No siempre fue fácil, confiesa, dejar de proyectar en casa su “tendencia a juzgar”. “La educación de los hijos es complicada y siento que a veces con ellos me costaba quitarme la toga: dejar de buscar todas las versiones, no aceptar lo primero que te dicen, tener un sentido excesivamente crítico… Con el tiempo vas aprendiendo que fuera del juzgado hay que moderar esta actitud”, confiesa.

Lola se autodefine como una “jueza de acción” y siempre ha querido estar cerca de la gente y abrir la puerta al diálogo. Esa fue una de las principales razones por la que, durante un tiempo, se quitó la toga para trabajar por los ciudadanos desde un lugar más accesible. “Ser vicevaledora do Pobo me parecía una plataforma ideal para hacer cosas”, considera, aunque finalmente dimitió por un desacuerdo con el valedor sobre la aplicación de la ley de dependencia, área en la que la jueza estaba especializada.

"En todas mis labores aprendí y disfruté mucho. Fui evolucionando de manera natural y me siento muy afortunada”

La magistrada también vivió su propia etapa política. Fue propuesta por el alcalde Abel Caballero para ser cabeza de lista del PSOE en las elecciones generales de 2015 por Pontevedra, saliendo elegida en esa pequeña legislatura que terminó en repetición electoral porque no se logró conformar Gobierno. Volvió a salir elegida en esos comicios y permaneció como diputada en el Congreso de los Diputados hasta 2019. “Cuando Caballero me dio la oportunidad no lo dudé y fue interesante ver cómo se cocina una parte de la política. Después, en el escaño sentía una gran emoción y responsabilidad por responder a la confianza que depositó la gente en mí. La verdad es que en todas mis labores aprendí y disfruté mucho. Fui evolucionando de manera natural y me siento muy afortunada”.

Lola Galovart en una manifestación feminista

Lola Galovart en una manifestación feminista / Cedida

Los últimos tiempos no han sido fáciles para la jueza viguesa, aunque en ningún momento expresa la mínima queja. La enfermedad de su marido, que sufre Parkinson en un estado avanzado, llevó a Lola a solicitar en 2021 el traslado a Las Palmas de Gran Canaria, donde reside su hija y su único nieto y con la idea de que el tiempo templado de la isla beneficiara a su marido. Durante un año, trabajó en el Juzgado de lo Penal de Las Palmas de Gran Canaria, juzgando casos de violencia de género, hasta solicitar en octubre de 2022 la jubilación voluntaria, ya que Ventura quería regresar a Vigo.

La implicación de Galovart en asociaciones solidarias ha sido constante desde su juventud. Desde la construcción de pozos en Camerún con la ONG “Pozos de agua Mayo Rey”, que cofundó en 2009, a la ayuda a personas de su propia ciudad con iniciativas como la bocatería solidaria “A las 5” y “Hoy por ti”, una red de restaurantes, dentistas, gimnasios, ópticas, etc. para atender de una forma discreta y respetando al máximo la dignidad de personas que no pueden acceder a estos servicios. “Antes del COVID llegamos a tener 60 establecimientos asociados, pero con la pandemia muchos tuvieron que retirarse y ahora queremos reactivarla y lograr que siga creciendo”, explica Galovart.

Con la tripulación del Open Arms

Con la tripulación del Open Arms / Cedida

Lola, que recibió en 2014 la distinción de Viguesa distinguida, también ha participado en numerosas acciones de cooperación internacional, tanto como diputada como voluntaria. Entre ellas, recuerda las sobrecogedoras experiencias que vivió con la ONG “Open Arms”, atendiendo a refugiados en el Mediterráneo.

El espíritu luchador de esta mujer, desde luego, no se ha apagado al jubilarse y, además de estas acciones de ayuda, escribe artículos en prensa y ofrece charlas sobre temas como la violencia de género, la situación de los refugiados o de los presos españoles en el extranjero. “También es el momento de disfrutar de la vida de otra manera, más pausada, de leer mucho, de caminar y de dedicar más tiempo a mi familia y mis amigas, que son mi columna vertebral; contemplar la vida desde otra perspectiva y apreciar todo lo que tengo”, concluye. 

Lola Galovart con su madre y su nieto

Lola Galovart con su madre y su nieto / Cedida

Las pioneras: Josefina Triguero, la primera jueza de la historia de españa

Josefina Triguero Agudo (Madrid, 1946-2022) fue la primera jueza de la historia de España. No fue hasta 1966 cuando las mujeres pudieron acceder a las oposiciones de ingreso a la Carrera Judicial.

Josefina se licenció en Derecho en la Universidad Complutense de Madrid e ingresó en la carrera judicial en 1977. Inició su andadura profesional un año después, cuando tomó posesión de su plaza en el Juzgado de Navalmoral de la Mata (Cáceres), convirtiéndose en la primera mujer de la historia de España que se incorporaba a la carrera judicial como jueza. Tras cinco años de ejercicio, fue ascendida a magistrada y pasó al Cuerpo de Magistrados de Trabajo. Además, fue una de las principales impulsoras de la feminización de la carrera judicial. En 2011 el Departamento de Justicia del Gobierno Vasco le concedió el Premio Manuel de Irujo. 

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