Humano 2.0: esculpiendo con tecnología el cuerpo

Imagen de cyborg generada por inteligencia artificial

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Francisco Yáñez

Francisco Yáñez

Las neuronas son como misteriosas mariposas del alma, cuyo batir de alas quién sabe si esclarecerá algún día el secreto de la vida mental”. Con esas palabras, Santiago Ramón y Cajal, Premio Nobel en Fisiología y Medicina en 1906, denominó a un tipo especial de neuronas, las neuronas piramidales, de las que fue su descubridor. La comparación con mariposas del alma se debe a la forma triangular de su soma o cuerpo celular, y a que se encuentran en áreas cerebrales muy definidas. La neurociencia moderna, a pesar de toda su complejidad, tiene sus raíces directamente en una serie de bocetos en lápiz y papel realizados por nuestro Premio Nobel a finales del siglo XIX y principios del XX. Sus observaciones y dibujos expusieron la composición previamente oculta del cerebro, revelando cuerpos celulares neuronales y delicadas proyecciones que conectan neuronas individuales en intrincadas redes. Desde entonces, grandes avances tanto en neurociencia como en neurotecnología nos permiten actualmente plantearnos la siguiente cuestión ¿Es el cerebro humano capaz de controlar partes adicionales del cuerpo con la misma eficacia con la que controla partes biológicas? Y si es así, ¿qué señales neuronales se pueden utilizar para este control?

En el pasado, los humanos tuvieron que adaptarse a las computadoras, pero en el futuro veremos un giro completo, y las computadoras acabarán adaptándose a los humanos. Hoy en día, un usuario puede controlar un sistema, por ejemplo, con el habla, gestos o la mirada. Pero el verdadero potencial de la neurotecnología es que podamos controlar nosotros a los sistemas solo con nuestra mente. Puede parecer ciencia ficción, pero los avances recientes en robótica y neurociencia hacen que, por ejemplo, ya sea posible implantar miembros robóticos con la tecnología actual, como el Dr. Octopus de Spiderman. Y aunque, en principio, esto nos pueda sonar a futuro muy lejano, lo cierto es que la carrera por mejorar las capacidades humanas empezó ya hace más de 700 años con la aparición de algo tan cotidiano como son las gafas. Ahora, en el siglo XXI, gracias a la Inteligencia Artificial (IA) y a que estamos descifrando los misterios de las mariposas del alma, está cobrando protagonismo un nuevo campo de la tecnología que se ha denominado Perfeccionamiento Humano o bien simplemente Humano 2.0, también conocido como Human enhancement o Human augmentation, los términos en inglés de una corriente que aboga por mejorar las capacidades del ser humano gracias al uso de la tecnología, no sólo con un enfoque exclusivo hacia las habilidades existentes, como recuperar la movilidad perdida en una o varias extremidades, sino también hacia nuevas habilidades previamente utópicas e inalcanzables, como podría ser, a modo de ejemplo, poder ver en la oscuridad. Aunque este segundo enfoque provoca cierta controversia y genera debates en torno a si es ético o no cambiar el cuerpo humano de esta forma.

A nivel técnico, existen tres tipos diferentes de Perfeccionamiento Humano 2.0; Sensorial, utilizado principalmente para restaurar capacidades o compensar deficiencias mediante la interpretación de información multisensorial; de Acción, para mejorar las capacidades físicas del ser humano, por ejemplo, con extremidades artificiales; y Cognitivo, que analiza cómo las computadoras y la tecnología pueden ayudar a mejorar la toma de decisiones, la memoria y la atención. En cuanto al grado de implementación, se puede considerar que existen también tres niveles. El primer nivel aumenta una característica existente, de la misma manera que, por ejemplo, un exoesqueleto motorizado puede darle al usuario una gran fuerza. El segundo nivel le da a la persona un nuevo grado de libertad, como la capacidad de mover una extremidad biónica, pero con un coste: si esa extremidad adicional se controla con otra parte de nuestro cuerpo, por ejemplo, con movimiento de nuestros ojos, o con un dispositivo accionado con un pie, el usuario sacrifica la movilidad normal del ojo o del pie para operar el sistema de control. El tercer nivel de aumento, y el menos maduro tecnológicamente, proporciona al usuario un grado extra de libertad sin restar movilidad a ninguna otra parte del cuerpo. Un sistema de este tipo permitiría a las personas utilizar sus cuerpos normalmente aprovechando algunas señales neuronales no utilizadas para controlar una extremidad robótica. El aumento humano de tercer nivel puede lograrse con implantes invasivos, pero el gran avance tecnológico sería hacerlo de una forma no invasiva, para poder captar órdenes cerebrales desde fuera del cráneo, por ejemplo, con tecnología de electroencefalografía (EEG), que utiliza electrodos en el cuero cabelludo para captar señales cerebrales.

Elon Musk, con su proyecto Neuralink, basado en la implantación en la corteza superior del cráneo de un pequeño chip del tamaño de una moneda que permite conectar el cerebro humano a un ordenador para ayudar a resolver problemas o enfermedades como la pérdida de memoria o la ceguera, y Mark Zuckerberg, tras la compra por parte de Meta de la startup CTRL-labs, encargada del desarrollo de una pulsera capaz de leer las señales neuronales que manda el cerebro para controlar aparatos electrónicos con la mente o mediante pequeños gestos sin necesidad de tocarlos, son claros ejemplos de cómo este nuevo campo de la tecnología está centrando la atención de grandes inversores.

Ramón y Cajal, quien hace un siglo aseguró que toda persona “puede convertirse en escultor de su propio cerebro”, hoy se sorprendería al ver que lo que él proponía es totalmente cierto, que esculpir el cerebro ya no es una utopía, y que, además, podremos ir más allá cuando terminemos de identificar la actividad y función de cada una de esas enigmáticas mariposas del alma que siguen cautivando la atención de la comunidad científica. Descifrar el cerebro, es el primer paso.

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