Mujeres fuera de serie

La estrella que viajó de la biología al rock

Estrella Rebordelo, doctora en endocrinología, trabajó durante años en la investigación, en las universidades de Santiago y Boston. Sin embargo, desde niña su verdadera pasión era la música y la psicología. Hace tres años decidió dejar el laboratorio y brillar con luz propia sobre el escenario. Aunque el camino es complejo, ya toca con varios grupos y, además, desarrolla un proyecto sobre salud mental

Estrella Rebordelo, en los Estudios Potemkin, en Santiago.

Estrella Rebordelo, en los Estudios Potemkin, en Santiago. / Xoán Álvarez

Amaia Mauleón

Amaia Mauleón

¿Quién no ha sentido alguna vez que la vida que tiene no es la que soñaba; que lo que realmente habría deseado era ser bailarina, carpintero, médico o misionera? Sin embargo, diversas circunstancias, desde la presión de los progenitores o la pareja a la incomprensión social o la falta de medios nos llevan muchas veces a elegir otro camino. Con el paso de los años, esa llamada interior suele calmarse pero otras sigue creciendo hasta convertirse en un grito. Aún así, pocos se atreven a saltar al vacío, renunciar a su estabilidad y embarcarse en el gran cambio.

Estrella Rebordelo (Lugo, 1983) lo ha hecho: tras trabajar en un potente laboratorio en la investigación sobre endocrinología, esta mujer decidió hace tres años dejarlo todo y dedicarse a lo que deseaba desde niña: la música y la salud mental. El camino, advierte, no está siendo fácil, pero la franca sonrisa de Estrella cuando habla de su nueva vida nos invita a contar su historia: la historia de una mujer valiente en busca de su verdadero lugar.

  • ¿Quién soy?

    “Alguien con la firme determinación de vivir de lo que le apasiona: la música y la salud mental”

Estrella cuenta que desde muy pequeña se sentía atraída por la música. Sus padres -él, albañil, que tras un accidente no pudo volver a trabajar y ella, planchadora y telefonista en un hospital- le transmitieron que la música podía ser una afición, pero nada más. “Yo era una niña obediente así que pronto aparqué ese sueño”, admite.

Pero no cerró los oídos. Sus dos hermanos mayores la iniciaron desde muy pequeña en estilos musicales muy variados, desde los Beatles a Iron Maiden, que fueron calando en la niña, que cantaba siempre que podía y su mayor ilusión era ir a un concierto.

Estela, de pequeña.

Estela, de pequeña. / Cedida

Cuando acabó el instituto, optó por estudiar Biología. “No sabía qué quería hacer porque me gustaban muchas cosas. Hice un test y me dio en primer lugar música, filosofía y psicología. De segundo puesto estaba la biología. La persona que me hizo el test me dijo que esta era la mejor opción, ya que tenía más salidas. Así que, alentada por mi amor hacia los animales, decidí tomar este camino”, recuerda.

Con una beca bajo el brazo, Estrella se mudó a Santiago y su primera decepción fue que, realmente, Biología no eran los estudios sobre animales que ella pensaba. “Me fui decantando por la investigación con el objetivo de encaminar mi carrera hacia la genética. Quería hacer mi trabajo de fin de carrera sobre la base genética de la aptitud musical. En realidad, en mi cabeza seguía sonando la música y buscaba la manera de reencontrarme con ella”, explica. Sin embargo, Estrella se llevó el primer batacazo cuando no consiguió una beca para esta investigación y tuvo que quedarse en una revisión bibliográfica.

Rebordelo, en el laboratorio de la USC.

Rebordelo, en el laboratorio de la USC. / Cedida

Cuando finalizó la carrera, se dio cuenta de que aquellos supuestos “estudios con salidas” no lo era tanto y gran parte de sus compañeros empezaron a engrosar las listas del paro.

Estrella no se quedó de brazos cruzados y realizó un máster sobre investigación biomédica en el que comenzó a hacer prácticas en el CIMUS (Centro de Investigación en Medicina Molecular y Enfermedades Crónicas). Después consiguió una beca para hacer el doctorado y así, durante seis años, se unió a un equipo liderado por Rubén Nogueiras y centrado en temas de obesidad y rutas metabólicas que descubrió un mecanismo cerebral que abría la puerta a curar la enfermedad del hígado graso, un hallazgo que tuvo una notable repercusión. “Era un laboratorio muy potente en el que aprendí mucho y tuve la oportunidad de participar en numerosas publicaciones; me sentía una privilegiada, pero algo dentro de mí seguía sin convencerme”.

La joven compaginaba sus estudios con todo tipo de trabajos mientras esperaba la resolución de la beca; desde pinche de cocina en hospitales a encuestadora y profesora particular. Su esfuerzo se vio recompensado con diversos logros como el Premio a Jóvenes Investigadores que le otorgaron en 2015. Además, participó en la organización de varios congresos de jóvenes investigadores.

Premio Joven Investigador, 2015.

Premio Joven Investigador, 2015. / Cedida

La bióloga continuó su formación con un equipo de la Universidad de Boston especializado en obesidad y trastornos de la alimentación. “Me interesaba especialmente este centro porque hacían experimentos psicológicos con ratones para ver cómo afectaba una dieta al cerebro, y yo seguía teniendo en mente cambiar de rama y vincular mis estudios hacia la psicología”, destaca.

Estrella estuvo trabajando durante seis años en su tesis y durante el tiempo que esperaba para leerla, la idea de que no estaba haciendo lo que realmente quería la atormentarla cada vez más. En 2018 leyó su tesis y consiguió el Premio Extraordinario de doctorado.

La ya doctora en Endocrinología trató de dar un giro a su carrera para ver si lograba acallar aquel desconcierto que sentía: “Intenté pedir un post doctorado en equipos más relacionados con la psicología y la música pero no me aceptaban porque realmente mis investigaciones hasta entonces no iban por ese camino”.

La opción más factible era continuar por la línea que ya había iniciado y en la que había destacado, pero Estrella decidió parar un tiempo y reflexionar. Y el malestar seguía calando como lluvia fina.

“Empecé a contemplar la posibilidad de dejar la carrera investigadora. Era una idea que me daba miedo, ya que lo que dicta la sociedad es que sigas el camino que has construido y en el que podrías seguir mejorando, ¿cómo dejar todo eso y empezar otro camino de cero? Mis padres, tan orgullosos de mí, no podían entenderlo del todo e incluso para mí misma era una locura”, reconoce.

En la Boston University School of Medicine.

En la Boston University School of Medicine. / Cedida

Como paso intermedio a aquella decisión, la lucense trató de buscar trabajo en empresas, “pero me decían que estaba sobrecualificada”. En algún momento estuvo cerca de conseguirlo y comenzó a sufrir ansiedad por las noches. “Estaba claro que tampoco quería realmente hacer aquello”, admite.

En medio de esa temporada tan agitada llegó la pandemia, un tiempo que a Estrella le vino bien para reflexionar. “Entonces lo vi claro: quería dedicarme a la música y a la salud mental y decidí que tenía que seguir mi instinto”, cuenta.

Estrella es muy consciente de que su vida no es el argumento de una película en la que ahora tocaría que la protagonista triunfara en poco tiempo en el mundo del rock. Ella sabe que este nuevo camino está aún por construir. Poco a poco y sin garantías de éxito.

De momento, los pasos que va dando son firmes. Es la bajista del grupo de rock Trikornio, cuyo próximo concierto será en Estudios Potemkin el 25 de noviembre. Toca también con Dani Barreiro & Friends, un grupo de versiones que contratan en eventos privados, y colabora de manera altruista con la formación Daydream Sessions, “un grupo de tres integrantes que completan la formación con músicos de las localidades donde actúan. Todo lo que recaudan se invierte en el funcionamiento de este proyecto creador de sinergias musicales, tan necesario, y que dará mucho que hablar”, describe. “Estoy feliz por todo lo que estoy viviendo”, asegura.

Aún no puede vivir del todo de la música, por lo que Estrella compagina las actuaciones y ensayos impartiendo clases particulares y como figurante en rodajes. También utiliza los ahorros que tenía de su vida anterior para pagar sus formaciones. “Los reservaba para algún día comprar un piso o un coche, pero eso ahora ha pasado a segundo término”.

Continúa formándose con clases de batería, canto, bajo y producción. “No sé si esto va a salir bien o mal, pero al menos nunca me voy a arrepentir de no haberlo intentado”, considera.

Para tomar la decisión de este drástico cambio, Estrella contó con la ayuda de un coach. “Me ayudó mucho; la gente tiene ideas muy equivocadas de esta figura. Estas personas te hacen las preguntas adecuadas para que llegues tú mismo a las soluciones que buscas”. De hecho, tras su experiencia, Estrella también se ha formado como coach y espera en el futuro poder ayudar a otros con estas técnicas. “Me he dado cuenta de que hay mucha gente que está en trabajos equivocados y buena parte de la culpa es la falta de educación en inteligencia emocional que tenemos y que deberían enseñarnos desde la escuela”, opina.

Estrella no reniega del tiempo que dedicó a la investigación científica. “Para nada fue un tiempo perdido. Todo lo que aprendí, tanto a nivel personal como profesional, me hacen ser la mujer que soy y esas habilidades me serán útiles en cualquier cosa que haga en la vida”.

Estrella brilla con luz propia cuando se cuelga el bajo y sale al escenario. Por fin interpreta su melodía soñada.  

Las pioneras: Janis Joplin, la voz de la liberación

Janis Joplin (Texas, 1943-California, 1970) fue, es y será uno de los grandes iconos de los años 70 y está considerada una de las más influyentes artistas de todos los tiempos y la primera mujer estrella del rock. Cuando estudiaba Bellas Artes comenzó a cantar en bares. No terminó sus estudios ya que decidió perseguir su sueño y se unió a la banda Big Brother and the Holding Company, con quienes grabó su primer disco. En 1967 llegó su gran éxito en el festival de Monterrey. En 1968 grabó el disco que le daría la fama, Cheap Thirlls, siendo en tres días disco de oro. La presión y su coqueteo con las drogas la separó del grupo y formó uno nuevo, Kozmic Blues Band, donde comenzó a jugar con el blues y su voz rasgada. El abuso de heroína, alcohol y sexo la saturó de tal manera que abandonó todo para rehabilitarse en Río de Janeiro. Pero el 4 de octubre de 1970 falleció en un hotel de los Ángeles por una sobredosis de heroína.

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