Mujeres fuera de serie

La revolucionaria de lo mínimo

Tatiana López es la fundadora y directora de Nanogap, una empresa que desarrolla moléculas metálicas y ha logrado convertirse en referente en nanotecnología a nivel mundial. La química y empresaria compostelana es pura pasión y su gran motivación son las aplicaciones que tiene esta tecnología en la sociedad: desde la producción de hidrógeno 100% limpio al desarrollo de fármacos contra el cáncer

Tatiana López, en las instalaciones de Nanogap en Milladoiro

Tatiana López, en las instalaciones de Nanogap en Milladoiro / XOÁN ÁLVAREZ

Amaia Mauleón

Amaia Mauleón

De las partículas más pequeñas a los objetivos más grandes. Tatiana López (Santiago, 1981) es una apasionada nata. Entusiasta de su trabajo, de su familia, de su tierra. De la vida.

Tatiana es la fundadora y directora de Nanogap, una empresa que ha logrado convertirse en un referente en nanotecnología a nivel mundial y que desarrolla moléculas metálicas, una tecnología disruptiva con aplicaciones muy reales, que van desde la producción de hidrógeno 100% limpio al desarrollo de fármacos contra el cáncer.

No ha sido un camino sencillo llegar tan alto con una empresa tecnológica de este tipo. Más aún siendo mujer, joven y española. Pero a esta química gallega los impedimentos, por muy complejos que sean, lejos de echarla atrás, la refuerzan en sus convicciones y la impulsan a buscar nuevos caminos hasta alcanzar el éxito.

  • ¿Quién soy?

    “Una persona muy pasional: cuando tengo un objetivo, en lo personal y en lo profesional, lo persigo hasta el final”

Asegura Tatiana que la educación abierta que ella y sus hermanas recibieron en casa y la pasión que sus padres les transmitieron son los “culpables” de esa forma suya de entender la vida.

De madre farmacéutica -terminó la carrera mientras sus hijas iban al colegio y comenzó a ejercer cuando Tatiana tenía 10 años en el Centro de Transfusión de Sangre de Galicia- y padre reputado catedrático en Química Física- Tatiana y su gemela y la hermana mayor de ambas disfrutaron de un ambiente en casa muy enriquecedor. “A menudo pasaban por nuestra casa profesores de distintos países que se unían al grupo de investigación de mi padre y nosotras crecíamos escuchando sus historias, sus culturas, sus idiomas… Todo eso te va abriendo la mente y alimentando tu curiosidad y pierdes totalmente el miedo a las barreras geográficas”, explica la investigadora.

Tatiana López cuando era pequeña

Tatiana López cuando era pequeña / Cedida

La familia se mudó a Alemania cuando la madre estaba embarazada de las gemelas y allí residieron hasta que cumplieron los tres años. “Mis padres mantuvieron después muchos vínculos con este país y conservaron muchos amigos”, cuenta Tatiana, que también ella reside en estos momentos con su marido y sus hijos en Munich.

A su regreso, se instalaron de nuevo en Santiago. Tatiana estudió en el colegio público Pío XII y después en el instituto Rosalía de Castro, intercalando algunos cursos en el extranjero, y desde muy joven mostraba talento para las ciencias. Cuenta la santiaguesa que su padre cuando eran pequeñas les contaba la química de una manera apasionante, por lo que no es de extrañar que al menos una de ellas, Tatiana, decidiera seguir sus pasos profesionales. La joven estudió Químicas en la Universidade de Santiago. “Mi padre no quería que estudiara en su misma universidad para evitar cualquier tipo de favoritismo, pero mi madre se negó a que me fuera pudiendo hacerlo aquí, así que llegamos a un acuerdo: nadie debía enterarse de que el catedrático Arturo López era mi padre. Y así lo hicimos”, cuenta entre risas la directora. Tanto es así que aún hoy en día, con su padre a punto de jubilarse, muchas personas se sorprenden cuando descubren su vínculo.

La compostelana finalizó la carrera y se dispuso a realizar la tesis doctoral. “Es el paso natural, pero en realidad yo no estaba convencida de querer hacer investigación básica, que es lo que suele hacer en las universidades”, advierte. Su estancia en la empresa Gairesa para la realización de la tesis fue la que le abrió los ojos hacia el nuevo rumbo que iba a tomar su vida. “Mi trabajo allí estaba centrado en la nanotecnología, en concreto se trataba de introducir nanotubos de carbono en resinas y pinturas que se utilizan para las palas eólicas. Hoy eso ya es algo obsoleto, pero entonces era muy novedoso”, cuenta. La investigadora se encontró con que apenas había empresas que desarrollasen esos nanotubos de carbono por lo que los tuvo que sintetizar ella misma para realizar el proyecto y la experiencia le gustó.

Al mismo tiempo, en el grupo de investigación donde comenzaba la tesis doctoral y que lideraba su padre surgió la patente de los clústeres cuántico atómicos -que ahora se denominan moléculas metálicas- “una invención muy potente e industrializable”. En aquellos momentos empezaba en Galicia un pionero ecosistema de emprendimiento y decidieron presentar el proyecto a una aceleradora de startups. “Ofrecieron al grupo si alguien quería dejar la investigación para dedicarse a la empresa y nadie se decidía, así que me lo comentaron a mí y me lancé sin dudarlo”, relata.

La emprendedora –“más inconsciente que valiente”- se planteó en un principio desarrollar los dos productos: los nanotubos de carbono y las moléculas metálicas “pero pronto me di cuenta de la enorme dificultad de estos proyectos, así que decidí centrarme solo en la tecnología basada en moléculas metálicas”, añade.

Y así, en 2006, nació Nanogap.

Dar el salto de la investigación a la empresa requirió un enorme esfuerzo para la gallega. “Yo no sabía redactar un plan de negocio, hacer cuentas de resultados ni balances, así que me tuve que formar a conciencia con un máster y, sobre todo, aprendiendo a base de errores”, explica. “Ahí me di cuenta de que es un error que la educación en España esté tan compartimentada y lo útil que sería que a todos nos enseñaran este tipo de nociones”, opina.

El optimismo natural de Tatiana y su enorme motivación para resolver problemas hicieron el tándem perfecto. “No veía todos los posibles fracasos sino las oportunidades y salidas”, destaca. Y con este espíritu constituyeron Nanogap en un tiempo récord y rodeada de un excelente equipo de investigación del que formaba parte su padre. “Nos concedieron un importante proyecto europeo y con esa subvención iniciamos nuestra andadura”.

Tatiana en un estand de Nanogap

Tatiana en un estand de Nanogap / Cedida

Hoy Nanogap es una empresa líder mundial en el desarrollo de nanomateriales con más de un centenar de patentes y, además de su base en Santiago, tiene una filial en San Francisco.

La empresaria asegura que ser mujer, joven y española son barreras complejas a la hora de sacar adelante una empresa tecnológica química de materiales avanzados. “Son empresas que necesitan una inversión brutal y estas tres condiciones te dan menos credibilidad, especialmente cuando quisimos crecer en Asia y en Japón, culturas que están menos acostumbrados a trabajar con mujeres”. Para solventar estos problemas, Tatiana dejaba que sus compañeros hombres llevaran las partes iniciales de las conversaciones. “Es una forma de evitar tensiones, pero cuando llega el momento en que tienen que hablar con el consejero delegado se encuentran conmigo y ya no hay problema”, asegura.

Para ir sorteando los numerosos problemas que van surgiendo, Tatiana destaca que su gran poder es “el fantástico equipo que hemos creado, en el que todos están muy involucrados y motivados y son capaces de superar los momentos de mucho estrés a los que nos enfrentamos sin bloquearse y, finalmente, encontrar soluciones de formas muy creativas”, afirma. “Hay gente valiosísima que no ha encajado en la empresa porque realmente es necesario tener esa capacidad de superar los fracasos y reinventarse; es la filosofía que impera en todo el equipo y no cualquiera se puede adaptar a esto. Pero los que lo consiguen están muy motivados porque trabajamos en proyectos apasionantes”, destaca.

Tatiana López, en las instalaciones de Nanogap en Milladoiro.

Tatiana López, en las instalaciones de Nanogap en Milladoiro. / XOÁN ÁLVAREZ

En estos momentos, Tatiana tiene a su cargo a 28 trabajadores y más de la mitad son mujeres. “El equipo directivo somos cuatro personas, dos hombres y dos mujeres, y en el siguiente escalafón, los mánagers, todas son mujeres excepto un hombre. Rompemos las estadísticas pero lo interesante es que ha surgido de forma natural, nunca forzándolo”, advierte.

“Los periodos de vacaciones los disfrutamos siempre en Galicia ya que quiero que mis hijos estén con la familia y en Os Peares"

En esa compleja trayectoria empresarial, Tatiana no ha dejado de lado su vida personal. Se casó con un asturiano y son padres de dos hijos: Lía, de 8 años y Nico, de 6. Por el trabajo de su marido, que es examinador en la Oficina Europea de Patentes, vivieron durante seis años en La Haya y llevan ya ocho en Munich. Tatiana agradece la implicación total de su pareja en la crianza de sus hijos y también la imprescindible ayuda de su madre. “Gracias a ellos he podido sacar adelante la empresa”, agradece la directiva, que pasa entre una y dos semanas al mes en la sede gallega de Nanogap. “Los periodos de vacaciones los disfrutamos siempre en Galicia ya que quiero que mis hijos estén con la familia y en Os Peares, donde tenemos la casa familiar, desarrollan a tope su creatividad”.

Tras haber disfrutado este verano de sus raíces, la compostelana está volcada en dos proyectos muy importantes que son spin-outs de Nanogap: uno es Arjuna Therapeutics, biotecnológica que desarrolla las aplicaciones terapéuticas de las Moléculas Metálicas y que está centrada en fármacos contra el cáncer. Y en 2021 constituyó HySun, empresa de ingeniería a través de la que van a desarrollar una solución de hidrógeno renovable 100% limpio.

Tatiana habla con ilusión de ambos proyectos tras una de sus comidas familiares e Os Peares en las que se juntan más de 20 personas. Su entusiasmo engancha. Y Tatiana sigue su camino, constante y siempre optimista. 

Las pioneras: Marie-Anne Pierrette Paulze, “madre” de la química moderna

Marie-Anne Pierrette Paulze

Marie-Anne Pierrette Paulze

Marie-Anne Pierrette Paulze (Francia, 1758-1836) fue la única hija entre cuatro hermanos de una familia de aristócratas y recibió una educación de calidad en un convento. A los 14 años la casaron con Antoine Laurent Lavoisier, un científico con el que compartía intereses intelectuales. Comenzó a trabajar con él y con renombrados químicos de la época. Se convirtió en una compañera de trabajo imprescindible para su marido y trabajaron en la idea del flogisto que, proveniente de la alquimia, era central en los conceptos químicos de entonces. Marie-Anne tradujo para su marido obras fundamentales en este campo, introduciendo notas críticas sobre los errores químicos aunque nunca se incluyó su nombre en las publicaciones. Durante la Revolución Francesa, Antoine fue acusado de traición y fue ejecutado en París, el mismo día en que lo fue también el padre de Marie-Anne.

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