Entrevista | Juan José Vázquez-Portomeñe Seijas Vicepresidente del Círculo Escéptico

“La homeopatía es un juego en el que todos ganan”

Abogado del Estado y gran lector de ciencia, este jurista es uno de los gallegos en la cúpula de la asociación nacional que fomenta el pensamiento racional y crítico, y ha escrito un libro sobre pseudociencias y derecho

Juan José Vázquez-Portomeñe, fotografiado en Vigo.

Juan José Vázquez-Portomeñe, fotografiado en Vigo. / Pablo Hernángez gamarra

Rafa López

Rafa López

 Sus apellidos lo delatan: Juan José Vázquez-Portomeñe Seijas (Lugo, 1970) es hijo del célebre conselleiro de Fraga que impulsó el Xacobeo y de la escritora Otilia Seijas. El menor de tres hermanos, es abogado del Estado, letrado de la Xunta y vicepresidente del Círculo Escéptico, asociación con amplia representación gallega dedicada a combatir la pseudociencia, de plena actualidad por la conspiranoia de los chemtrails y el auge de pseudoterapias como la homeopatía, el reiki y la pseudociencia de la Nueva Era. Gran aficionado a la ciencia desde niño, Vázquez-Portomeñe estuvo a punto de estudiar Físicas, pero por influencia familiar se decantó por el Derecho. Es autor del libro “El derecho frente a la pseudociencia”, publicado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).

-¿Qué hace un abogado del Estado metiéndose en el combate a las pseudociencias?

-No es una situación tan paradójica como aparenta, porque al final el derecho y el combate de la pseudociencia tienen un punto en común, que es el combate contra el engaño. La pseudociencia no deja de ser una forma muy cualificada de engaño, y el derecho tiene como uno de sus principios centrales reprimir el engaño. Alguien que se dedica profesionalmente al derecho y que de siempre ha sido muy aficionado a las lecturas científicas creo que se encuentra en un espacio de intersección bastante razonable.

-¿Cómo entró en el Círculo Escéptico?

-Como un simple curioso. El Círculo Escéptico organiza un ciclo de conferencias llamadas Escépticos en el pub, y yo, como un curioso más, me acerqué un día a ver de qué trataba todo aquello. Me pareció muy interesante, y mucho más al darme cuenta de que aquello era la punta de lanza de un movimiento organizado que además compartía los principios que yo quería que debían presidir la conducta de estas asociaciones. Desde el principio me sentí muy cómodo e hice muy buenos amigos. En un determinado momento me invitaron a sumarme a la dirección del buque, y así terminé.

"Las pseudociencias suelen tener como adeptos a gente de perfil de formación medio-alto. es gente que sabe pero no sabe lo suficiente”

 -¿Estamos un momento de auge de las pseudociencias o simplemente tienen más altavoces que antes?

-Es una pregunta frecuente y no es fácil de responder. No tenemos estadísticas fiables de la medida en que la gente creía en este tipo de cosas hace décadas, menos todavía hace siglos, cuando ni siquiera podía hablarse propiamente de pseudociencia. Sí es cierto que las redes sociales generan un altavoz tremendo para este tipo de creencias por varias razones.

-¿Cuáles?

 -Suele decirse muy llanamente, pero es muy cierto: antes, las ocurrencias del tonto del pueblo se quedaban en el pueblo. Hoy, con las redes sociales, se pueden escuchar al otro lado del planeta prácticamente al instante. Además, el propio funcionamiento de las redes sociales tiene un punto pernicioso, porque sus algoritmos son capaces de generar auténticas cámaras de resonancia, donde la gente realmente solo escucha sus propias ideas, refuerza sus sesgos y de esa manera llega a aislarse de la realidad y a creer que creencias absolutamente aberrantes o disparatadas son las normales. Es difícil negar que se ha producido un efecto de amplificación a través de internet y de las redes sociales, pero su magnitud exacta no está clara.

 -Una creencia pseudocientífica como la de los “chemtrails” ha llegado al Congreso de los Diputados en forma de pregunta parlamentaria.

-Es llamativo, pero no inédito: ya en los años 80 se llegaron a plantear preguntas parlamentarias sobre los ovnis. Además, llegaron a plantearse ante el Parlamento Europeo. Existe una pregunta al Parlamento Europeo sobre las relaciones con presuntas inteligencias extraterrestres. Iniciativas extravagantes como estas siempre han existido. Yo no creo que sea completamente excepcional, porque al final los políticos tienden a hacerse eco de lo que presienten que son inquietudes de sus militantes y simpatizantes, y cuando estés llegan a hacerse lo suficientemente aparentes tratan de ejercer como portavoces, sin más. Evidentemente sería exigible una mayor prudencia e informarse mejor antes de plantear este tipo de cosas, pero insisto, no me parecen tan completamente excepcionales.

 -En los años 70 teníamos en televisión a Jiménez del Oso. Ahora hay otro Jiménez, Iker. ¿Ha invadido más ámbitos este tipo de contenido pseudocientífico?

-Ha cambiado el perfil. En la época de Jiménez del Oso, en los años 70, se produce una auténtica explosión del interés por el esoterismo y el misterio, que llaman los periodistas especializados. Y justamente al pairo de este tipo de impulsos surgen programas como el de Jiménez del Oso, revistas, libros… que topan con una sociedad más desinformada y más ingenua.

Aquella sociedad era más crédula hasta un punto: los motivos que impulsaban este tipo de programas y de actividades tenían que ver con lo sobrenatural: fantasmas, apariciones y cosas por el estilo. Los extraterrestres se pusieron muy de moda en aquel momento. Aquello era más fácil de germinar en una sociedad digamos más informada sobre estos temas.

El carismático doctor Jiménez del Oso atrapó a 8 millones de telespectadores a finales de los 70

El carismático doctor Jiménez del Oso atrapó a 8 millones de telespectadores a finales de los 70

 -¿Y ahora?

-Los temas que germinan hoy son diferentes, y creo que son más peligrosos. Tienen que ver, por ejemplo, con las creencias en pseudoterapias, creencias sectarias, conspiranoias… Es una credulidad no tan ingenua y bastante más peligrosa en términos generales. Por otra parte, programas como los de Jiménez del Oso fueron una gran escuela de escépticos, porque quienes los seguíamos en aquel momento nos planteamos cuáles eran las bases de aquellas afirmaciones, nos dimos de bruces con la realidad y nos volvimos más desconfiados en el futuro. Fue una especie de vacuna [ríe]. En el fondo tenemos que estar agradecidos a ese tipo de iniciativas justamente por ese efecto vacunal.

 -El fundador de Apple, Steve Jobs, se trató con pseudoterapias para el cáncer que terminó con su vida. También Tina Turner se arrepintió de haber utilizado la homeopatía. ¿Las pseudoterapias llegan a sectores de población más cultos o mejor formados que antes?

 -Existen estudios interesantes que no establecen de ninguna manera una correlación entre la influencia de las pseudociencias y el nivel de formación de sus adeptos. De hecho, es al contrario. Las pseudociencias suelen tener como adeptos a gente de perfil de formación medio-alto. Suelo opinar sobre esto que es gente que sabe, pero no sabe lo suficiente. En general, la ignorancia es cauta porque es consciente de sí misma.

El problema es la ilusión de saber, la percepción de que uno tiene suficiente criterio para decidir lo que es verdadero o falso. Es precisamente ese perfil el que resulta peligroso para la penetración de las pseudociencias, porque uno piensa que es un buen juez de los argumentos que se invocan en su defensa cuando no es el caso. Muchas pseudociencias son fácilmente desarmables, pero otras no tanto y requieren un estudio más profundo, y los adeptos no han llegado a ese punto.

"Hay disciplinas como la astrología o el curanderismo que no son pseudociencias porque no pretenden ser ciencias: al revés, rechazan la ciencia””

 -Las pseudociencias y pseudoterapias utilizan terminología propia de una ciencia avanzada, como lo “cuántico”.

-Por eso distingo entre las pseudociencias y otro tipo de creencias, a las que yo llamo supercherías, y que tienen más bien naturaleza mágica. La pseudociencia trata de invocar una condición de ciencia de la que carece. Hay disciplinas como la astrología o el curanderismo que propiamente no son pseudociencias porque no pretenden ser ciencias: al revés, rechazan la ciencia. Juzgan que la ciencia es insuficiente para abarcar aquellos ámbitos de la realidad que ellos sí dicen dominar. La pseudociencia reivindica para sus postulados ser parte del acervo científico y ser resultado de la aplicación del método científico. Ahí radica su peligro, porque la ciencia tiene una persuasión social evidentemente legítima y muy bien ganada. Revestir con el manto de la ciencia esas afirmaciones hace que su credibilidad se robustezca automáticamente. Pero cuando esa credibilidad no está sustentada por el auténtico método científico, topamos con la pseudociencia. Se traviste de ciencia lo que no lo es, y por eso resulta peligrosa.

 -Se suele decir que estas creencias están más vinculadas a la extrema derecha.

-Cada ideología arrastra sus propias patologías, en términos de creencias infundadas. Lo que resulta peligroso, transversalmente, es el extremismo ideológico, porque es enemigo del pensamiento crítico, que afronta las afirmaciones sobre la base de las pruebas. El extremismo ideológico tiende a poner las respuestas antes que las preguntas, y en consecuencia resulta mucho más fácil aceptar aquellos presuntos hechos de la realidad que coinciden justamente con las premisas de las que parte la ideología. Es lo que se llama el sesgo de confirmación: la gente está dispuesta a creer aquello que refrenda lo que le gustaría creer.

 -En Estados Unidos lo vemos en ambos lados del espectro político, en el Partido Republicano de Trump, pero también en el Partido Demócrata, donde Robert F. Kennedy es un destacado antivacunas.

-Efectivamente. El tema del antivacunismo tiene un perfil muy definido y es bastante transversal en términos ideológicos. En general, se alimenta de tesis conspiranoicas sobre la existencia de una gigantesca élite mundial que conspira para engañar al resto. Esto puede ser puesto al servicio de relatos ideológicos diferentes: el antivacunismo tiende a ser más abrazado por libertarismo, que es un movimiento más hacia la derecha, pero también tiene partidarios entre la extrema izquierda, respecto al orden mundial y ese tipo de ideas conspiranoicas. Es la ideología extrema en sí misma la que constituye un factor de riesgo.

 -Hace unos años el Tribunal Superior de Xustiza de Galicia confirmó el llamado síndrome de sensibilidad química como consecuencia de un accidente laboral de una trabajadora de la Xunta, que desarrolló esa supuesta enfermedad por el contacto con productos de limpieza. ¿Se impuso en este caso la pseudociencia?

-No es necesario ni siquiera enjuiciar ningún supuesto concreto. Hay una cuestión que tiene que quedar clara y que exige comprender cómo funcionan los tribunales de justicia: no son órganos técnicos. Los tribunales de justicia fallan en función de los hechos que se alegan y de las pruebas que se practican, y cuando los hechos son de naturaleza técnica, los órganos judiciales tienen que valerse de una ayuda técnica, que es el auxilio pericial. Por tanto, ante una pericia que valide una cierta tesis o afirmación, si no es debidamente contrarrestada, el tribunal va a validarla. Esto no significa que esos hechos resulten ciertos, simplemente no han sido probados los hechos contrarios. El tribunal actuó como lo que es, una instancia imparcial actúa según lo que se ha alegado y probado en este concreto juicio. Ahora bien, tampoco se puede incurrir en eso que se llama falacia de autoridad. Por el hecho de que una autoridad haya pronunciado un juicio, eso no significa que ese juicio sea necesariamente correcto. Puede serlo o no. Para definir si una determinada patología existe o no, no hay que acudir a las sentencias, sino más bien a las publicaciones científicas. Ahí están las pruebas donde uno puede hallar qué hay de cierto en este tipo de nuevas patologías.

 -¿Cómo es posible que se venda homeopatía en farmacias?

-Es muy sencillo: porque existe una directiva comunitaria que califica la homeopatía como un medicamento. Tiene una trayectoria muy larga en el tiempo y evidentemente a su alrededor han germinado importantes intereses económicos y empresariales. Europa ha cobijado algunas de las más importantes empresas mundiales de homeopatía. Tiene una ventaja sobre otras pseudoterapias: por propia definición, es inocua. Consiste en la ingesta de variedades de azúcar. Si no se lleva al extremo, no puede causar perjuicio a nadie. Tampoco beneficio, por la misma razón. Es una pseudoterapia muy lucrativa, con costes de desarrollo nulos, inofensiva, y que hace que sus usuarios generalizadamente digan sentirse mejor. Es un juego en el que aparentemente todos ganan. Es la razón por la que esas y otras pseudoterapias, como el reiki, gocen de cierto predicamento. Existen otras que resultan más delicadas, como la quiropraxis, que sí ha producido lesiones importantes e incluso muertes, que son vistas con mayor desconfianza.

 -O sea, que si a nadie le hace daño, se permite.

-Esta es la razón por las que hay pseudoterapias que gozan de mejor predicamento que otras. Pensemos, por ejemplo, en la acupuntura: si uno va a sus fundamentos teóricos, se da cuenta de que eso es un disparate. El chi, la energía vital, los meridianos, los canales…Todo eso son creencias imaginarias que se alumbraron en alguna mente hace milenios y que perseveran a día de hoy. Son absurdas, no hay ninguna prueba que las respalde, pero la acupuntura, si es bien administrada, no es peligrosa, no causa heridos ni muertos y genera una sensación de bienestar, sustancialmente imputable al placebo, en sus usuarios.

 -Jurista de profesión, lector de ciencia por afición y escéptico por convicción. ¿Qué lecturas le marcaron este camino?

-Mi epifanía en el mundo de las lecturas científicas se produjo en mi adolescencia con una colección fabulosa que se llamaba la biblioteca científica Salvat, que abarcaba casi todas las ramas de la ciencia: biología, física, química… Era una puerta de entrada magnífica al aficionado que quería profundizar un poquito más. Eso me enrutó hacia la senda científica física. Estuve a punto de matricularme en Ciencias Físicas. Solo por una postrera influencia familiar cambié de idea hacia el derecho, pero seguí leyendo ciencia toda mi vida. Esas publicaciones que todos conocemos, desde las más populares como “Muy Interesante”, a las un poco más avanzadas, como “Investigación y Ciencia” y “Mundo Científico”, nos guiaron a los aficionados a la ciencia. Cuando yo era chaval no era tan sencillo acceder a libros científicos; ahora es muy elemental y de hecho hay una seguramente una sobresaturación del tema. Eso me llevó a generar una cierta cultura científica que cuando se maridó con el conocimiento jurídico me hizo comprobar cómo la invocación de una falsa condición científica generaba una de las más eficaces formas de engaño, que es la pseudociencia. Curiosamente, el derecho ofrecía remedios bastantes para combatirla que estaban sin embargo en un impasse justamente por un problema de inacción.

 -Se define como escéptico, pero a veces hay que hacer una suspensión del escepticismo algunas cosas de la vida, como por ejemplo, creer que el apóstol Santiago está enterrado en Compostela…

-[Ríe] Escéptico es un término engañoso. Cuando uno se define como escéptico puede generar una idea un tanto preocupante, en el sentido de que, gramaticalmente, el escéptico es el que descree, el que niega la verdad o al menos la posibilidad de conocerla. Así lo define el diccionario de la Real Academia Española. Los movimientos escépticos están en las antípodas de ese pensamiento. El escepticismo que podríamos denominar científico o racional es una actitud reactiva que germina justamente en el momento que mencionaba antes, en los años 60 y 70, como reacción a la sobresaturación de afirmaciones sobre fenómenos paranormales, extraterrestres y cosas por el estilo. La primera organización escéptica se funda en 1976 y se llama la Sociedad para Investigación Científica de los Fenómenos Paranormales. Pero las personas que a partir de entonces se revindican escépticas no son escépticas en el sentido común, no son descreídas: son personas escépticas respecto de aquellas afirmaciones que deben entenderse inverosímiles por no probadas y por contrarias al consenso científico. El escepticismo cobra fuerza como principio a raíz de cuatro normas. Un sociólogo norteamericano muy importante de mediados del siglo pasado, Robert K. Merton, estableció cuatro normas que siguen funcionando hoy como reglas éticas de la actividad científica. La última de ellas era el escepticismo organizado.

 -¿Qué supone el escepticismo organizado?

-No aceptar ninguna afirmación, salvo que reina acompañada de suficientes pruebas. En eso consiste el escepticismo. No es lo que gramaticalmente entendemos por tal, sino una actitud que exige que cada afirmación se acompañe de un nivel de prueba suficiente para darla por cierta.

 -Su madre escribió un libro titulado “Viudas de vivos”, en relación a las esposas de políticos. Luego usted ha sido un “huérfano de vivo”… ¿Cómo transcurrió su adolescencia con su padre como conselleiro?

-[Ríe]. La vida de cualquier crío cuyos padres son personas muy ocupadas tiene mucho en común. Uno gana cosas y pierde otras. Mi ascendencia familiar me permitió asomarme muy pronto a la política y comprenderla. Eso me ha sido muy útil en mi vida ordinaria. Pierdes ratos de convivencia familiar, es inevitable, pero el ser humano es esencialmente acomodaticio: uno se acostumbra a todo, y yo, desde luego, no echo nada especialmente en falta de mi niñez y mi adolescencia, que fueron muy felices, muy plenas, y ahí está el germen de lo que me ha llevado a alcanzar metas en la vida.

 -Veraneaba en Nigrán.

-Sí. Es una zona a la que suelo volver con frecuencia, porque me trae muy buenos recuerdos. Una zona no tan saturada como ahora, era un turismo entonces más hogareño. Los primeros veranos que yo recuerdo los pasé en Raxó, cerca de Sanxenxo. Allí había una pequeña playita a la vera de una conservera. Recuerdo que cuando fuimos en familia éramos los únicos usuarios de aquella playa, ¡estábamos solos todo el verano!

"Las opciones o las prácticas políticas que apuestan directamente por la mentira deben ser consideradas nocivas y deben ser combatidas”

 -Decía su padre en unas memorias que publicamos en estas páginas hace 10 años que la política era casi una cacofonía en la familia Vázquez-Portomeñe. ¿No quiere ni oír hablar de ella?

-Nadie puede vivir al margen de la política. Es como el aire que respiramos, algo que está en cada esquina. La cuestión es el grado de implicación en el que uno busca adentrarse en ese mundo. Yo no he practicado la política activa y no tengo ninguna idea al respecto, pero sí creo que todos tenemos el deber de ejercer como ciudadanos responsables. La primera responsabilidad de cada cual es tratar de convivir en la cultura política sana. Reivindico el papel del pensamiento escéptico en el ámbito político. El escepticismo es una actitud que debe llegar a combatir beligerantemente el engaño y exigir que todos los ámbitos de la actividad humana, y también la política, se ciñan a la verdad y a los hechos. Las opciones o las prácticas políticas que apuestan directamente por la mentira deben ser consideradas nocivas y deben ser combatidas, con independencia de las ideas de cada cual.

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