El Tito Berni y los memes

Una de las imágenes del sumario del caso Mediador.

Una de las imágenes del sumario del caso Mediador. / C. A. C.

Rafa López

Rafa López

Menos mal para el PSOE que lo que comenta la gente en el metro, en la máquina del café y en los grupos de Whatsapp es lo del bloqueo del Consejo General del Poder Judicial y no lo del Tito Berni... Ironía aparte, las supuestas andanzas del entonces diputado socialista han vuelto a poner en marcha la inagotable imaginación española. Si la producción nacional de memes se computase en el cálculo del PIB, ríase usted de la pujante industria alemana.

Hay que reconocerle a la izquierda patria su capacidad para la corrupción, digamos, folclórica. Todo comenzó hace treinta años con Luis Roldán, el político socialista nombrado primer director general civil de la Benemérita. El hecho de haber llegado tan alto, asegurando ser ingeniero industrial y economista sin haber terminado siquiera el bachillerato, despertó entonces más fascinación que indignación, y las fotos de sus orgías chuscas en un hotel de Mallorca movían más al cachondeo que a la condena. No existían entonces los memes –ni los móviles–, pero la rocambolesca historia, con fuga incluida, hizo las delicias de la gente y fueron carne de humoristas.

“Me recuerda mucho al caso de Roldán”, ha dicho el presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla, sobre las acusaciones sobre Juan Bernardo Fuentes, alias Tito Berni, y su supuesta trama. Las imágenes con prostitutas –siempre en gayumbos y con los calcetines puestos, como mandan los cánones de Pajares y Esteso– remiten inevitablemente a las del antiguo director de la Guardia Civil y suscitan chascarrillos similares.

Podría parecer que, en el fondo, los españoles vemos con indulgencia y hasta complicidad las corruptelas que acaban en celebraciones erótico-festivas o simplemente gastronómicas, como aquellos banquetes con cargo a dinero público a los que supuestamente se entregaban algunos sindicalistas. “¡A las mariscadas!” fue el eslogan que les atribuyó rápidamente el sarcasmo popular.

En el país en el que han sido un enorme éxito de taquilla las cinco películas de Torrente, las juergas con cocaína a cargo del dinero destinado a combatir el desempleo han dado para más bromas y memes que la aburrida trama Gürtel, el hurto de unas cremas en el súper de la señora Cifuentes o los trajes del señor Camps, que tantas portadas suscitaron en la prensa nacional antes de la absolución del susodicho. Siempre es execrable la corrupción, pero si anima la francachela, al menos contribuye a la risa general, que tanta falta hace.

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