Sálvese quien pueda

Contra la política de tuiteros y huelebraguetas

Portada de la revista "Por favor", cuando Franco inaugaraba pantanos.

Portada de la revista "Por favor", cuando Franco inaugaraba pantanos. / FDV

Fernando Franco

Fernando Franco

La humanidad progresó exponencialmente pero la estupidez avanzó más que el progreso, hace decir X.C. Caneiro a la maestra Margarita en su libro Paraíso. ¿Podrán nuestros padres de la patria liberarnos de tantas palabras huecas con las que trafican y enturbian nuestros oídos en el Parlamento, de esa galerna de opiniones intrusas, de ese pandemónium de chillidos, gritos y casi juramentos? Hablo de España y de las palabras públicas, último refugio y primera guarida del lenguaje político, hablo como ciudadano ofendido que sentiría bien correspondido su voto con solo rebajar esa mediocridad, ordinariez y vulgaridad que a veces posee a nuestros representantes en sus enfrentamientos y que, más que pertenecerles en su intimidad, son parte de una  fiebre, de un calentura del discurso que parece estar de moda en estos tiempos.

Aquí lo que vivimos es un agrio debate público alojado en el lodazal de las agresiones verbales y alejado de los asuntos que están realmente en juego, entre insultos que, en el fondo, no son más que un fracaso de la inteligencia y, como dijo Fernando Aramburu, el de Patria, una derrota del hombre además de un pobre manejo de los recursos más elegantes. ¡Por Dios, que se dejen de querellas íntimas y se concentren en los temas importantes, que pasen de la anécdota a la categoría! Ante retos tan enormes como el crecimiento económico, la seguridad, el pacto verde, inmigración, vivienda… ¿es posible que se pasen el tiempo hablando de supuestas corruptelas de sus mujeres apelando al recurso infantil del “y tú más?

No pierdas nunca las ganas de vivir porque no seremos nada cuando marche el deseo, se lee en Paraíso; igualmente, no perdamos la fe en la política por mucho que la conviertan en pasto populista porque, sin ella, sin el voto, quedaríamos a merced de las fuerzas de ese nuevo ciclo del capitalismo que ahora nos toca, que define nuestra crisis actual y la teórica Nancy Fraser tacha de caníbal: un modelo siglo XXI que tiende a devorar las bases políticas y sociales de su propia existencia, esas que él mismo proveyó en un ciclo anterior y que constituían una forma civilizada de capitalismo que mantenía a raya la desigualdad y la explotación. Ya dice Varoufakis en su Tecnofeudalismo que las dinámicas tradicionales de este sistema (aunque no haya aparecido otro mejor) ya no gobiernan la economía. Se acabó aquel que era una tregua mediada políticamente entre los propietarios del capital y quienes no tenían nada para vender salvo el trabajo. Ante tal crisis multifuncional que nos amenaza y va más allá de los problemas de la economía oficial, en nuestro Parlamento siguen atizándose con veleidades y acusaciones menores que desvían, dilatan, distraen de la atención de lo que verdaderamente nos interesa al pueblo que traten.

Y mientras todo esto sucede y aparecen líderes vociferantes como Milei que prefieren la mafia al Estado y dan pasto a un rebaño populachero que aclama a quien más levanta la voz; mientras permanecen delincuentes como Trump que han llevado la ignorancia al poder o se vitorea a lerdos como Bolsonaro que dejó un legado terrorífico en lo que a declaraciones públicas se refiere; mientras todo esto sucede por ahí fuera y hasta contamina a la vieja e ilustrada Europa que va a votar ahora, en España se inunda la plaza pública con declaraciones falsas, mentiras y estupideces rociadas de hipérboles en vez de atender a lo importante. Ya sabemos, señores de la política, que no tienen ustedes más remedio que convivir entre tuiteros imbéciles, huelebraguetas y gacetilleros especializados en dar gusto a la chusma pero ¡por Dios santo!, no dejéis que la imaginación pliegue vuestras alas, heridas por las letales flechas de la realidad prosaica en que estáis atrapados.

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