Dos décadas de la primera “casa de todos” de A Illa

El consistorio se inauguró en enero de 2004 después de conseguir la independencia de Vilanova siete años antes

Fachada principal del Concello de A Illa, construido por Manuel Gallego Jorreto e inaugurado en enero de 2004.

Fachada principal del Concello de A Illa, construido por Manuel Gallego Jorreto e inaugurado en enero de 2004. / Noé Parga

A. G.

El 16 de enero de 2004 es una fecha marcada en la historia de A Illa. Aquella jornada abría sus puertas, por primera vez, la Casa Consistorial, un edificio que significaba mucho para el pequeño municipio arousano que, siete años antes, se había independizado de Vilanova prácticamente con lo puesto y sin infraestructuras adecuadas para salir adelante. Ideada por el arquitecto Manuel Gallego Jorreto, el edificio que alberga el Concello de A Illa fue ideado como un inmueble funcional en el que se trataba de reflejar el pasado conservero del municipio. Su construcción formaba parte de un proyecto mucho más amplio de reforma de toda una zona del casco urbano, que se pretendía destinar a zona administrativa. Después llegarían a ese mismo entorno la rehabilitación de la antigua fábrica de Goday para convertirla en museo, el Auditorio y la reforma de las casas modernistas de la calle Valle-Inclán.

Aquel 16 de enero se ponía fin a una situación de provisionalidad que el alcalde de entonces, Manuel Vázquez, había heredado de la comisión gestora que se articuló en 1997 para sacar adelante el Concello. Durante esos seis años, el funcionamiento municipal se centralizó en una parte de la Escola de Pau (la otra era la oficina de Correos), donde se hacinaban los trabajadores y apenas había espacio para un pequeño despacho que ocupaba el regidor. Los plenos tenían que celebrarse en la antigua Sala Capitol ya que la administración municipal no contaba con unas instalaciones adecuadas.

La inauguración fue presidida por el conselleiro de Xustiza, Xesús Palmou, que junto a Vázquez, descubrió la placa conmemorativa de una obra que duró mucho más de lo previsto. Antes de ella tuvieron que pasar seis años de obras y continuas paralizaciones que obligarían al Concello a tener que solicitar un crédito al dispararse el presupuesto y no encontrar ayudas en otras administraciones hasta que se consiguió resolver la herida económica abierta que había dejado la segregación en los dos municipios, el de A Illa y el de Vilanova.

El edificio también se ha convertido en referencia arquitectónica, formando parte de la extensa y destacada obra de Manuel Gallego Jorreto, arquitecto que recibió el Premio Nacional de Arquitectura en 2018. Dos años después de su inauguración, el colegio oficial de los profesionales gallegos le dedicó el Día Internacional de la Arquitectura, celebrando una visita guiada en la que se explicaron unas instalaciones que conjugaban a la perfección los valores de la modernidad y de la funcionalidad con un intenso respeto a la tradición. Asentado sobre los cimientos de una antigua conservera, el diseño quiso hacer un guiño a ese pasado. La división del edificio en dos cuerpos pretende ser un recuerdo de la antigua vía que, precisamente por ese punto, tenía la función de trasladar las mercancías desde el muelle hasta las industrias transformadoras de pescado. Es sólo uno de los detalles de una arquitectura en la que se funden la sencillez de líneas y la complejidad conceptual. Veinte años después mantiene todas esas virtudes.

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