El aceite busca su sitio en Galicia con olivares como el de Valga

La plantación de los feligreses refuerza el proyecto del CSIC para potenciar la producción de aceituna

La Misión Biológica de Galicia ha registrado variedades autóctonas como la Brétema, Carapucho, Carmeliña y Folgueira

Imagen de archivo del olivar de los feligreses de Setecoros.

Imagen de archivo del olivar de los feligreses de Setecoros. / Noé Parga

Manuel Méndez

Manuel Méndez

En 2016 se daba a conocer que gracias al trabajo realizado por el cura y los feligreses de la parroquia de Setecoros, el Concello de Valga se convertía en productor de aceituna para aceite, y todo tras plantar alrededor de 1.800 olivos en dos hectáreas de terreno.

Desde entonces, el olivar valgués no ha dejado de crecer y ganar en protagonismo. Más aún ahora que el aceite de oliva se paga a precio de oro.

De ahí el importante papel que está llamada a jugar esta plantación en el Grupo Operativo Oliveiras de Galicia, formado para potenciar la producción a gran escala en la comunidad autónoma.

Se articula como “un consorcio liderado por la Fundación Juana de Vega y participado por la Misión Biológica de Galicia y las empresas Ouro de Quiroga (Lugo) y Olivar de la Concordia (Valga), en colaboración con la Axencia Galega da Calidade Alimentaria (Agacal) de la Xunta”.

Es una iniciativa de la propia Misión Biológica de Galicia (MBG), un centro adscrito al área de Ciencias Agrarias del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).

De este modo se quiere dar continuidad a una labor de investigación iniciada hace ya más de una década en relación con las variedades de olivo existentes en la comunidad.

La recogida de la aceituna en Valga.

La recogida de la aceituna en Valga. / FdV

Veinte variedades

“Desde 2017 los trabajos se han desarrollado con la colaboración, fundamentalmente, de la Fundación Juana de Vega, dando como resultado la identificación y descripción unas veinte variedades autóctonas y la aprobación de dos de ellas, la Brava gallega y la Mansa gallega, como variedades de conservación”.

Pero es que, además, se impulsó el registro comercial de otras once variedades de olivo gallegas cuyos perfiles moleculares y características botánicas con las descripciones y los perfiles las hacen “distintas a las descritas en otros lugares del mundo”, sostienen en el CSIC.

De ahí que se iniciara hace ya un tiempo “el proceso de registro de las llamadas Brétema, Carapucho, Carmeliña, Folgueira, Maruxiña, Susiña, Hedreira, Xoana y Santiagueira, a las que se irán añadiendo otros nombres próximamente”, añaden los investigadores.

Ahora, a través del citado Grupo Operativo Oliveiras, que funcionará hasta 2026, lo que se quiere es “optimizar sistemas de multiplicación” como el “estaquillado clásico” y el “microestaquillado in vitro”.

Crece la demanda

Hay que tener presente que “la demanda de planta de variedades de olivo autóctono gallego es tan elevada en la actualidad que la propagación por estaquillado clásico no es capaz de surtir al mercado a la velocidad necesaria”, argumentan los técnicos.

Es por ello que se quiere realizarán pruebas para encontrar el modo de proveer de plantas suficientes a los viveros, “para que estos, a su vez, cubran la alta demanda actual de olivo autóctono, así como transferir los resultados a olivareros y viveristas para que también colaboren en la recuperación de estas variedades tradicionales”, indican en la MBG.

Los promotores de esta iniciativa sugieren que todo ello redundará en “la consolidación y crecimiento de un sector –el olivarero–, que puede servir para desarrollar una producción y una industria rentable en amplias zonas del territorio gallego.”

El Grupo Operativo Oliveiras de Galicia está financiado con 179.652 euros procedentes del Fondo Europeo Agrícola de Desarrollo Rural (Feader) en el marco del Plan Estratégico de la Política Agraria Común (Pepac) 2023-2027.

Brava gallega y Mansa gallega

En la Misión Biológica de Galicia entienden que el reconocimiento oficial de las variedades de oliva Brava gallega y Mansa gallega “ha sido el espaldarazo para una nueva generación de jóvenes agricultores, que intenta, desde hace unos años, recuperar estas zonas olivareras multiplicando los viejos olivos existentes a su alrededor”.

También para los que apuestan por “introducir variedades foráneas como Arbequina y Picual, aunque no están adaptadas a las características particulares de suelo y clima del Noroeste de España”.

Esgrimen sus responsables que “supone un paso más en el estudio del olivar gallego y sus variedades”, dando continuidad a una línea de investigación y trabajo “iniciada en 2012 por el grupo Viticultura, Olivo y Rosa (VIOR)” de la propia Misión Biológica de Galicia.

Imagen de archivo del olivar valgués.

Imagen de archivo del olivar valgués. / Noé Parga

Aclaran también que entre 2017 y 2023, “las investigaciones se desarrollaron con el apoyo de unos 350.000 euros procedentes de fondos propios de la Fundación Juana de Vega”, donde consideran que “han sido invertidos muy eficientemente, teniendo en cuenta el gran e intenso trabajo de prospección y caracterización que hay detrás”.

Fruto de esa labor, por ejemplo, han sido identificadas la veintena de variedades autóctonas antes aludidas.

Recuperar tierras agrarias y los viejos olivares abandonados

El Grupo Olivareiro en el que participa Valga en busca de “un salto tecnológico en la obtención de plantas enraizadas”, además de “la transferencia de conocimiento al sector productivo y a la cadena de valor del olivar gallego”, también investigará la adaptación a las condiciones reales de cultivo en campo de las plantas de olivo.

Lo hará al tiempo que busca “la recuperación a medio plazo de tierras agrarias actualmente abandonadas en muchas zonas de Galicia por la falta de alternativas, pero que reúnen las condiciones adecuadas para el cultivo del olivo”.

Ni que decir tiene que esta experiencia también propone “la recuperación del olivar gallego actualmente olvidado, pero que tuvo gran importancia y extensión en siglos pasados”.