Los psicólogos recomiendan que los niños nombren sus genitales sin eufemismos

En el primer trimestre de este año ya se han celebrado, en la Audiencia Provincial de Ourense, cinco juicios por delitos de abuso sexual a menores y uno por agresión

Imagen reciente de la sala de vistas orales de la Audiencia Provincial de Ourense.  // IÑAKI OSORIO

Imagen reciente de la sala de vistas orales de la Audiencia Provincial de Ourense. // IÑAKI OSORIO / Edith Filgueira

Edith Filgueira

En este primer trimestre de 2023 se han celebrado en la Audiencia Provincial de Ourense 5 juicios por delitos de abusos sexuales a menores y 1 por agresión sexual. Todos ellos a puerta cerrada para proteger la intimidad de las víctimas –algunas de las cuales continúan siendo menores de 18 años–.

Dejando patente que la responsabilidad de que un niño o adolescente sufra este tipo de delitos no es, por lo general, responsabilidad de los progenitores, lo cierto es que existen algunos patrones educacionales y de conducta que afectan directamente en la respuesta que son capaces de dar al enfrentarse a ellos. Cada vez son más los estudios que señalan que los niños y adolescentes que nombran sus genitales sin usar eufemismos o infantilizarlos con términos como “pilila” o “peseta” son menos propensos a sufrir abusos o agresiones sexuales.

Ricardo Fandiño –doctor por la Universidad de Vigo, psicólogo clínico y coordinador general de ASEIA (Asociación para a Saúde Emocional na Infancia e a Adolescencia)– afirma que “el uso del lenguaje no es solo comunicación, sino que también establece una realidad y unas relaciones de poder”.

Asimismo, aclara que: “El uso de eufemismos está ligado a la existencia de un tabú. Esto lo transmitimos a través del lenguaje, que no son únicamente las palabras, sino también el tono y actitud con el que nos acercamos a ellas. Cuando para nombrar los genitales se utilizan diminutivos o términos peyorativos o infantilizantes, estamos realizando una ridiculización y reenviándolos al terreno de lo prohibido, lo abyecto e innombrable”.

Es decir, si usamos el nombre real de sus partes íntimas desde el principio será el que aprendan y lo usarán con toda la naturalidad, sin la carga “extraña” que le ponemos algunos adultos. Si integran las palabras a su vocabulario para ellos no será muy diferente a decir “oreja” u “ombligo”.

Esto es importante por varios motivos: para su desarrollo en la adolescencia y para reconocer a los agresores con mayor facilidad porque muchos sí emplean eufemismos a la hora de hablar de genitales y sexo. “Hay casos en que puede tener que ver con sus propias inhibiciones que terminan por manifestarse a través de expresiones perversas. También podemos entenderlo como una estrategia de acercamiento y seducción a los menores”, indica el psicólogo clínico.

Sostiene también, en base a su amplia trayectoria, que es importante la normalización de los cuerpos y dentro de la misma también de los genitales, sin connotarlos de forma negativa. “El miedo a nombrar, mirar, tocar los genitales implica riesgos porque fomenta un desconocimiento con repercusiones para la salud física y emocional”, dice.

“Se estima que el 85% de agresores sexuales a menores son conocidos por las víctimas”

Según explica este profesional de amplia trayectoria, “se estima que en torno a un 85% de los agresores sexuales a menores son conocidos por las víctimas”, en mayor o menor grado. Además, señala que “casi el 50%” de estos delitos se producen en el ámbito familiar. Es por ello que los profesionales de la psicología encuentran más que conveniente que la formación en los centros educativos también incluya información sobre los cuerpos y su diversidad. Y que se imparta en profundidad, más allá de charlas o talleres puntuales que se puedan organizar. “Se entiende, a partir de estos datos, la importancia que le damos a la educación sexual en el entorno escolar ya que, desafortunadamente, no todos los menores tienen un entorno familiar seguro”, incide Fandiño al respecto.

“Tenemos que legitimar su capacidad de rechazar”

Aparte de la infantilización de los genitales y órganos reproductores de los niños también es común –aunque cada vez menos– que tengan que dar besos a personas a las que no quieren saludar. Y, en este sentido, es importante respetar la decisión de los menores. “Ninguna parte del cuerpo de un niño, adolescente, o adulto, debería ser tocada sin su consentimiento, salvo por razones excepcionales de seguridad o salud. Ya en la primera infancia los bebés muestran rechazo cuando el contacto les resulta desagradable. Tenemos que legitimar en los niños desde un primer momento su capacidad de rechazar. Los acostumbramos a que pueden ser tocados, besados, abrazados, aun cuando ellos no lo desean y eso genera en ellos una mayor vulnerabilidad”, advierte el psicólogo.

Crear un entorno de naturalidad y confianza para hablar

Otra parcela interesante a tratar, para prevenir o detectar si un menor está siendo víctima de estos tipos de delitos, es la de la naturalidad y confianza a la hora de hablar de sexualidad. Es fundamental ofrecerles desde que son pequeños un entorno de seguridad, donde no van a ser juzgados sino acogidos y acompañados. “Ese entorno tenemos que haberlo cuidado antes. Si en la relación con ellos aparecen excesivos tabúes, silencios o culpabilidad respecto a la sexualidad es difícil que después nos hablen de vivencias íntimas dolorosas o complejas. También por esto la educación sexual en la familia y en la escuela es tan importante, ya que se generan entornos de confianza y normalización”, finaliza Fandiño.