Memoria de Galicia en Panamá

Más de un siglo después de la finalización del Canal, una de las mayores obras de la ingeniería mundial, un grupo de descendientes gallegos publica una enciclopedia y prepara un monumento en homenaje a los trabajadores gallegos que arribaron al país centroamericano

Rodrigo Paz

A día hoy, según explica el presidente de la Fundación Nosa Terra, Ricardo Gago, resulta muy difícil dar una cifra exacta del número de gallegos que llegaron a trabajar en el canal de Panamá, dado los escasos registros existentes. “En la mayoría de países que recibieron a los emigrantes gallegos existen registros dentro de las instituciones estatales, pero en el caso de Panamá, como esa emigración vino a principios del siglo XX muy focalizada hacia la construcción del Canal, en las instituciones estatales no existe ningún tipo de registro de esa migración. Ese tipo de registros eran propiedad de la compañía de construcción del canal, que pertenecía al Ministerio de Defensa de EEUU, porque el canal de Panamá era un activo militar de una enorme importancia estratégica para los Estados Unidos. Por ende, toda la información alrededor de la construcción del canal era manejada con mucha reserva”, añade Manuel Pico, vocal de la Fundación Nosa Terra.

A pesar de todo, la Fundación Nosa Terra ya ha documentado gracias a las listas norteamericanas oficiales más de 12.000 españoles –trabajadores únicamente superados en número por los obreros procedentes de las Antillas– que pusieron su grano de arena en el desarrollo de la vía interoceánica. De ellos, más de 8.000 eran gallegos. “La gran mayoría de los españoles eran gallegos, pero sabemos que fueron muchos más de las cifras que manejamos actualmente. ¿Cuántos más? Es imposible saberlo”, declara Manuel Pico.

De este modo, el primer contingente de gallegos –de apenas unos 500 hombres– que se dedicaría a la construcción del Canal de Panamá llegó en el año 1906 por el puerto de Colón procedente de Cuba, país donde se habían convertido en una mano de obra muy cotizada tras su desempeño en la puesta en marcha del ferrocarril en la gran isla del Caribe.

Algunos miembros de la Fundación A Nosa Terra.

Algunos miembros de la Fundación A Nosa Terra. / Cedida

“Un gallego vale por tres”

Tal era la diferencia que marcaban que el ingeniero jefe del megaproyecto entre los años 1905 y 1907, John Stevens, llegó a escribir en uno de sus informes que “cada gallego vale por tres”. Hasta el propio presidente de los Estdos Unidos, Theodore Roosevelt, pidió expresamente en el Congreso norteamericano trabajadores gallegos para la construcción del Canal de Panamá, eso sí, sin llegar a citar la palabra “españoles” y empleando en su lugar el término “europeos”. El motivo: Estados Unidos no guardaba una buena relación en aquella época con España y las heridas del conflicto entre ambas naciones por Cuba todavía estaban abiertas.

Este hecho hizo que cada vez más y más gallegos viajasen a Panamá para participar en las obras, llegando a ser más de 8.000 en los diez años que los norteamericanos tardaron en construir el Canal.

Para atraerlos, los estadounidenses se desplazaron hasta Galicia y crearon oficinas de reclutamiento con las que intentaban captar obreros en su tierra natal, tanto en los entornos de las iglesias como en las ferias, ofreciendo el adelanto del pasaje para cruzar el charco y unas “muy buenas condiciones” que nada tenían que ver con la realidad. “Eran totalmente falsas. Les pintaban un escenario en donde se alojarían en hoteles casi de lujo, muy buena paga, que de hecho era buena si se comparaba con los salarios gallegos de la época, pero la realidad es que se encontraban en un lugar inhóspito en el que llovía nueve de los doce meses del año, con malaria, con mosquitos, con enfermedades (…) Eran unas condiciones terribles y muchos perdieron la vida en el proceso”, comenta Manuel Pico.

Recreación virtual del monumento en homenaje a los gallegos que participaron en la construcción del Canal de Panamá.

Recreación virtual del monumento en homenaje a los gallegos que participaron en la construcción del Canal de Panamá. / Cedida

Los que llegaban a firmar un contrato con el Isthmian Canal Convention –la comisión estadounidense para supervisar las obras del canal– arribaban a Panamá desde tres puertos principales. El más importante era Vigo, seguido de Santander y Barcelona. Por este motivo, la mayoría de los trabajadores españoles del Canal de Panamá eran gallegos, que empezaron a ser contratados en masa a partir del año 1906. “En un momento la emigración llego a ser tan grande que el rey Alfonso XIII tomó la decisión de prohibir la emigración a Panamá en 1907, mediante Real Decreto, por las duras condiciones a las que se enfrentaban y la gran cantidad de obreros que habían perdido la vida en las obras de la vía interoceánica. En España empezó a haber una campaña con un profundo trasfondo político marcada por las malas relaciones con EEUU tras la guerra de Cuba en la que se llegó a tildar de traidores a todos aquellos que viajaban a Panamá para trabajar para los norteamericanos. A pesar de ello, muchos se fugaron por Portugal y Francia o declaraban que emigraban a otro país como Cuba o Costa Rica y usaban estos países como escala con un contrato bajo el brazo para trabajar en Panamá”, destaca Manuel Pico.

Pico y pala

En dichos contratos, su trabajo aparecía reflejado como “pico y pala”. “Cuando llegaban a Panamá los usaban como pico y pala. Trabajaban unas diez horas diarias bajo la lluvia y la enorme humedad en los trabajos más duros de la construcción del canal, principalmente moviendo las vías del ferrocarril”, explica Ricardo Gago.

Los obreros gallegos tenían una gran reputación como trabajadores y eran muy valorados por los norteamericanos. Como explica Manuel Pico, “si hubiesen sido más, las obras del Canal habrían tardado mucho menos tiempo”. Pese a ello, no era el contingente de operarios mejor pagado.

En el Canal de Panamá existía un sistema discriminatorio llamado gold roll (nómina de oro) y silver roll (nómina de plata). En el primer grupo, que eran los mejor pagados, tan solo se encontraban los obreros blancos y de nacionalidad estadounidense, mientras que al segundo pertenecían los trabajadores blancos no norteamericanos y las personas de color. En este grupo se situaban los gallegos, quienes al igual que el resto de trabajadores que contaban con la nómina de plata, la cual los catalogaba como la categoría laboral más baja, eran destinados a los trabajos más duros bajo unas condiciones durísimas que intentaron mejorar. “Los gallegos estaban muy implicados a la hora de realizar las tareas que les eran asignadas, pero también eran muy revoltosos. Ellos se organizaron y montaron los primeros sindicatos en el canal de Panamá. De hecho, fueron los que pusieron en marcha en 1910 la primera huelga, de brazos caídos, para exigir un descanso a media mañana en el que poder tomar una merienda. Lo consiguieron, y en el documento de acuerdo aparece recogido el término coffee break (pausa del café). Aquellos gallegos que trabajaron en el canal de Panamá, a través de ese acuerdo, fueron los responsables de que en este país centroamericano exista a día de hoy la pausa del café”, relata Ricardo Gago.

Un homenaje a la entrada del canal de Panamá

La lucha, esfuerzo y sudor de aquellos gallegos que arribaron a Panamá y construyeron parte de su historia cayó para muchos en el olvido. Pero ahora, la Fundación Nosa Terra la ha revivido tras una larga investigación que recoge en el libro Una historia compartida. España en la construcción del Canal de Panamá, una obra de varios tomos de los que ya se han publicado dos y que pronto espera uno nuevo –el capítulo más importante para la Fundación Nosa Terra, dado que se trata de la razón por la que el colectivo nació–. En efecto, la entidad tiene en marcha un proyecto para rendir homenaje a los cientos de miles de gallegos que llegaron al país centroamericano para participar en la construcción del Canal de Panamá. Se trata del levantamiento de cuatro estatuas –una por cada provincia gallega– en una de las áreas más importantes de la Ciudad de Panamá, la Calzada de Amador, un paseo sobre el mar construido a base de los materiales extraídos del Corte Culebra –la zona más complicada de la construcción del Canal de Panamá y el lugar en donde se encontraba el campamento de los trabajadores gallegos del canal– que une lo que originariamente eran tres islas y actúa como rompeolas para reducir el oleaje del carril de entrada de los barcos.

Las estatuas –elaboradas por el artista boliviano afincado en Madrid Gonzalo Sánchez Mendizábal– cuentan cuatro historias diferentes, cuatro vidas de gallegos que se dejaron el alma en la construcción del canal tras abandonar su tierra, cuatro figuras creadas mediante financiación privada que rinden homenaje a los cientos de miles de gallegos que participaron en las obras en el canal, un homenaje –previsto inicialmente para finales de 2023– que, por motivos de logística, se ha aplazado para el próximo 24 de febrero. “Las estatuas, después de ser transportadas por carretera de Madrid al puerto de Valencia, ya se encuentran en camino. Esperamos que lleguen a Panamá entre los días 28 y 29 de enero y rendir tributo a aquellos obreros como se merece el próximo 24 de febrero por una labor a la que cada vez se le da más importancia. Con esto estamos haciendo lo correcto”, declara Ricardo Gago.

Gonzalo Sánchez Mendizábal retoca una de las cuatro estatuas en su taller de Madrid.

Gonzalo Sánchez Mendizábal retoca el molde de una de las cuatro estatuas en su taller de Madrid. / Cedida

Las cuatro estatuas se alzarán en una de las rotondas de la Calzada de Amador, un lugar facilitado a la Fundación Nosa Terra por el Gobierno de Panamá. El revestimiento de piedra de las figuras está financiado integramente por la Xunta de Galicia con un material que no ha sido elegido por casualidad. Se trata del granito amarillo atlántico, material en el que se encuentra presente el océano que tuvieron que atravesar los más de 8.000 obreros gallegos que trabajaron en el canal. Un monumento para la posteridad que recordará para siempre la huella gallega en el canal de Panamá.

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