Entrevista | Carlos Blanco Actor y monologuista

“Nunca tuve claro lo de ser actor, fui improvisando”

Protagoniza y produce bajo la dirección de su hijo “Síbaris”, la obra póstuma de teatro de Domingo Villar, “un regalo” del autor, con quien la preparaba antes de su muerte

Carlos Blanco, a la entrada de la Taberna Eligio ante la caricatura de Domingo Villar.

Carlos Blanco, a la entrada de la Taberna Eligio ante la caricatura de Domingo Villar. / Marta G. Brea

Acaba de estrenar “Síbaris”, la obra póstuma de teatro de Domingo Villar que paseará con una producción propia por Galicia y a partir de junio, en castellano, por el resto de España, ultima el rodaje para Netflix de la serie sobre Asunta, la niña de Santiago asesinada por sus padres en 2015, y se prepara para rodar en noviembre una nueva serie a las órdenes de Rodrigo Sorogoyen. A sus 64 años, Carlos Blanco disfruta de un momento de abundancia de trabajo. Conocido en Galicia por su faceta de monologuista cómico, sobre todo, su interpretación de Laureano Oubiña en “Fariña” le abrió las puertas participar en diversos proyectos audiovisuales a nivel estatal, donde se le identifica con papeles más dramáticos aunque no protagónicos.

– Acaba de estrenar “Síbaris”, una pieza póstuma de Domingo Villar, ¿cómo está siendo la experiencia?

– Síbaris es un lugar imaginario, un lugar que soñaba Domingo y que sueña también Víctor Morey, el personaje que yo encarno. Amén de la novela del mismo nombre que escribió y que supuso un bombazo editorial, creo que Domingo concibe esta obra de teatro en un momento que tenía de atasco, en un momento en que llegó a tirar una novela que tenía casi acabada y no le acababa de convencer. Como escritor venía de publicar “Ojos de agua” y “La playa de los ahogados” con enorme éxito, fue traducido a quince idiomas, y lo pasó mal en ese momento de desesperación y bloqueo. De ahí nace esta función, que cuenta la historia de un escritor que está terminando un libro que no acaba de rematar y aparecen las deudas. La función comienza cuando él regresa de dar una conferencia en París de la que se levantó a los 15 minutos, y su mujer le aprieta porque no hay dinero para mandar a su hija a la universidad; es una comedia negra, inteligente, con diálogos muy brillantes, una comedia que puede ver toda la familia, solo se dice un taco en toda la función, es divertida y la abordamos con mucho cariño.

– Afirma que es un regalo que le hizo Domingo Villar, ¿cómo surgió esa colaboración y qué relación tenía con él?

– Fue cosa de él. Yo lo había leído y había intervenido en un papel en la película de “La playa de los ahogados”, aspiraba lícitamente a ser el investigador Leo Caldas pero no lo conseguí – ahora ya se me pasó el arroz y Carmelo Gómez fue un gran protagonista –. Era lector de Domingo, pero no lo conocía personalmente, de ahí mi sorpresa cuando un día me llama por teléfono y me dice: ”Hola, soy Domingo Villar, no me conoces pero quería hablar contigo, tengo una función de teatro y en cierto modo pensaba en ti cuando la escribí porque el personaje tiene tu edad, más o menos”. Pensé “es un tipo mayor” y le dije que sí. Y empezamos a quedar, primero en Santiago y luego en Madrid, charlamos mucho, me dio el texto, le dije mi opinión, que el texto quedaba un poco largo, que había que perfilar un poco más el personaje femenino y me explicó lo que tenía pensado, diseñó el texto pensando en una escenografía y le dije: “Ahí se nota que eres un autor novel, porque un veterano no propone escenografía, deja que la cree el escenógrafo”. Más o menos respetamos su escenografía, dejamos que Marta Villar, familia además de Domingo, la crease como él la concibió. En las reuniones que tuvimos le propuse un elenco y un director, y le pareció bien. Un día, y tengo testigos, me dijo: “Carlos, quería proponer algo, ¿crees que podría hacer el papel de Marcus (el agente literario del protagonista)?". Le dije que me dejara pensarlo y en la siguiente reunión le dije que sí, tuvimos una lectura de guión en la Illa de Arousa, de la que desafortunadamente no conservamos fotos, solo una pero no es buena. ¿Quién de nosotros pensaba que Domingo podía morir? Nadie, estaba bien de salud, se cuidaba mucho, tenía 50 y pico años, tres hijos adolescentes, jugaba al golf, tenia un montón de proyectos, era feliz, sonriente, pero la vida es así y hace poco más de un año se lo llevó por delante. Quedamos en shock, fui al entierro, hablé con la familia, respeté el duelo y unos meses más tarde me puse en contacto con Bea, su viuda, para hablarle del proyecto que tenía con Domingo y que íbamos a coproducir. Ella me dijo que había que respetar la voluntad de Domingo y me puso en contacto con Toni Garrido, un amigo que me ayuda a producir el espectáculo.

El actor arousano Carlos Blanco.

El actor arousano Carlos Blanco. / Marta G. Brea

– Su hijo, Lois Blanco dirige la obra, ¿que se siente al estar bajo sus órdenes?

– Ya había pactado con Domingo que la dirigiese mi hijo, nos supervisó un gran director, Claudio Torcachil, con quien yo estaba trabajando el año pasado, pero fue una decisión mía que el director fuera mi hijo, Lois, licenciado en dirección escénica por la ESAD de Vigo, quien ya dirigió otros montajes, como un Shakespeare en Edimburgo o una obra de Vidal Bolaño el año pasado. Yo estaba esperando el momento óptimo para poder trabajar juntos y este era y está siendo el momento. Tenía cierto miedo, pero está yendo mejor de lo que esperaba. Es mi único hijo, un hombre ya de 35 años, pero un hijo no deja de ser tu hijo, a quien normalmente le dices lo que tiene que hacer. Aquí manda él y me mentalicé desde el primer momento, pero es un tipo que escucha muy bien, el primer mes trabajando los ensayos con Belén Constenla y conmigo, dos actores experimentados, se dejó aconsejar por nosotros, nos dejó opinar y hasta decidir. Es un trabajo muy consensuado, a tres, a mayores de que más tarde, en el segundo mes de ensayos, se incorporaran al elenco Oswaldo Digón y Pablo Novoa.

– ¿El estreno en Vigo también estaba pactado con el autor?

– Vigo era el lugar de estreno obligatorio porque es donde suceden todas las novelas de Domingo. “Síbaris” no tiene un lugar determinado, eso queda claro, el escritor regresa de París pero no se sabe a qué ciudad.

– Producirse a sí mismo no es algo nuevo para usted, ¿es la única manera de hacer lo que uno quiere?

– No sé si la única, pero desde luego si tú produces tus espectáculos nadie te dice lo que tienes que hacer, es decir, tú escoges el texto, el director, el sitio de ensayos... En este caso además, es una autoproducción absoluta, sin ningún tipo de ayudas. Me duele decir que no tuvimos ni ayudas del AGADIC ni del Concello de Vigo, que se les propuso a los dos pero no consideraron echarnos una mano, no les pareció por lo que sea un proyecto al que debieran ayudar. Por parte del Concello de Vigo creo que es un error lamentable, porque se le ofrecía el estreno mundial de la única obra de teatro escrita por el, probablemente, escritor más grande nacido en Vigo. En todo caso, salimos adelante, el público de Vigo respondió llenando dos días consecutivos el García Barbón, lo cual nos obligará a volver a Vigo para cerrar la gira, y a partir del estreno lo moveremos por toda Galicia y por Madrid, que sí se interesó por la función y ya tenemos fijadas la representaciones en castellano en el Teatro del Canal.

– La obra va de un autor que se bloquea, tiene miedo a lo que en literatura se llama el folio en blanco, ¿a usted, que produce sus monólogos, le pasa lo mismo?

– Soy muy malo escribiendo, incluso no escribo mis monólogos, cosa que la gente no entiende, los voy creando sobre el propio escenario, los pulo y perfecciono en cada función. Cuando actué en el Club de la Comedia me pedían el guion y se desesperaban, no entendían que yo nunca hiciera dos monólogos iguales. Al folio en blanco le tengo pánico, no soy escritor, mi hijo sí, pero yo soy pésimo, por eso soy actor.

– Luis Davila, el ilustrador de las viñetas humorísticas de FARO DE VIGO, debió de tener problemas para seguirle en los espectáculos “Menú do día” y “Menú da noite” que pasearon por toda Galicia.

– Luis y yo estuvimos un año ensayando antes de empezar el espectáculo, o sea que imagínate. Llenamos auditorios. También en Vigo. Creo que las 20 últimas actuaciones que tuve en Vigo fueron 20 llenos: con Davila, con Touriñán y en solitario. En el estreno con Davila en el Mar de Vigo había 1.500 personas, impresionaba. El García Barbón como espacio me gusta más, me parece más acogedor. Aunque en “Síbaris” vamos microfonados porque llevamos música en directo, de Pablo Novoa, otro vigués universal que se apuntó al bombardeo desde el primer momento: hace de médico y toca en directo, y yo hablo a veces por encima del sonido de su guitarra eléctrica.

– Además de autoproducirse, también trabaja por cuenta ajena para proyectos audiovisuales, sobre todo series. ¿Escoger o rechazar papeles es un lujo que se puede permitir?

– Hace tiempo que me puedo permitir este lujo gracias a los monólogos. Me han ofrecido teatro en Madrid y he dicho que no porque suponía pasar seis meses allí. Incluso rechacé cosas que nunca debí rechazar, por ejemplo “Camera Café”, dije que no porque cuando me plantearon el proyecto no lo vi. Luego me arrepentí profundamente. En los últimos años, que afortunadamente hay mucho trabajo en las plataformas, a veces tengo que decir que no porque me coinciden varios proyectos. De hecho, en noviembre voy a trabajar con Rodrigo Sorogoyen en una serie, y cuando coincidimos en el Festival de Cans me dijo que quería un antidisturbios, pero yo estaba en “La Unidad”, feliz de trabajar con Dani de la Torre. Bendito problema.

– Usted es un hombre de Arousa que sigue viviendo aquí, ¿considera que el hecho de no irse a Madrid le ha cortado proyección en su carrera?

– Supongo que sí, fue una decisión vital la de seguir viviendo y trabajando aquí. Antes en Madrid me agobiaba una barbaridad, ya no me pasa, la pandemia tuvo la culpa porque en Galicia los teatros estaban cerrados y en Madrid abiertos.

– Su faceta de humorista, por la que se le reconoce en Galicia, no ha sido exportable al resto de España, donde se le dan papeles dramáticos, ¿a qué cree que se debe?

– Eso es una ventaja. Fue decisión mía dejar mis monólogos, que son muy de aquí, aunque no imposibles de exportar, pero hay determinado material mío que no se entiende fuera. Fuera de Galicia no me conocen como cómico o humorista y me aceptan como actor de serie, algo que en Galicia cuesta un poco más. Aun así, acabo de hacer un papel muy serio en “Rapa” y fue bonito recibir felicitaciones de gente que me dice que me creyeron viéndome de militar serio.

– ¿Cree que le debe a Laureano Oubiña, al que interpretó en “Fariña", ese éxito en la pantalla?

– Particularmente a Laureano Oubiña no le debo nada, al personaje  y a la serie les debo muchísimo, a Carlos Sedes y a Bambú. Ahora estoy volviendo a trabajar con Sedes, que es de los mejores directores que he tenido, me dejo llevar de su mano, si me dice que me tire en plancha yo me tiro. Fuera de Galicia hay un antes y después en mi muy modesta carrera después de interpretar a Laureano Oubiña , como lo fue en Galicia el Ladislao de “Mareas vivas”. “Fariña” nos abrió las puertas al mercado estatal, no solo a mí, le debo esta abundancia de trabajo de los últimos años. También nos dio proyección internacional: no hace mucho fui a Perú a una escuela de cine y quedé flipado de cómo siguen el audiovisual español y cómo les fascinó "Fariña". En Argentina también fue un exitazo.

– ¿Ya ha hecho el papel de su vida o está por llegar? En ese último caso, ¿por dónde irían los tiros?

– Espero que esté por llegar, tengo esa esperanza. Tengo 64 años, podría jubilarme en enero, cuando haga 65, pero no tengo intención porque confío en poder seguir trabajando si tengo salud. La sociedad avejenta y habrá que pensar en hacer papeles para esos viejos que aún están muy vivos, que viajan, aún tienen sexo, se enamoran. Me gustaría que mi hijo me dirigiera en el Próspero de “La tempestad” de Shakespeare, un personaje que me encantaría hacer. Si pudiese darme el lujo (carísimo) de montarlo, me daría por satisfecho y no descarto que eso pueda suceder.

– ¿Espera un papel principal en el audiovisual o ha asumido ser un eterno actor de reparto?

– No tengo problema por hacer papeles secundarios, siempre que tengan algo de chicha y estén bien escritos, quizás se me pasó la edad de hace protagónicos, nunca se sabe. Ahora tengo papeles más largos, en esta serie de Asunta que llevamos rodando desde hace cinco meses tengo el tercer papel en importancia, después de Candela Peña y Tristán Ulloa (encarnan a Rosario Porto y Alfonso Basterra, los padres de la niña asesinada en Santiago). Interpreto a un policía judicial veterano a punto de jubilarse, con insomnio, al que su nieta no deja descansar, un personaje con mucha humanidad. Ojalá un director considere que puedo ser protagonista de una historia.

El actor y cómico de Vilagarcía, Carlos Blanco.

El actor y cómico de Vilagarcía, Carlos Blanco. / Marta G. Brea

– Comenzó en la radio y luego estuvo en el programa de la TVG “Sitio distinto”, con Antón Reixa, ¿ahí se dio cuenta de que lo suyo era la farándula?

– No sé cuándo me di cuenta, recuerdo como si fuera hoy la primera vez que conté un chiste en público, yo tendría unos cinco o seis años, fue en un festival de navidad, recuerdo la explosión de risas de la gente y mi sensación, el subidón que me dio. Luego canté en el coro de la iglesia, hice teatro, creamos el grupo Itaca en Vilagarcía, del que salimos varios actores profesionales; supongo que siempre tuve inquietud de hacer cosas. Ni siquiera tuve muy claro lo de ser actor, las cosas fueron viniendo. Estaba en la radio y me llamó Eduardo Alonso para volver a hacer teatro, apareció la TVG, me llamó Reixa, luego vino “Mareas vivas”. Todo se fue sucediendo y yo fui improvisando.

– Qué queda de ese Carlos Blanco de los inicios?

– La ilusión. Con Reixa fue la única vez que en mi vida que le dije “quiero currar en ese programa aunque sea barriendo el plató”. Y creó ese concurso que hacía. Luego me pasó de otra forma cuando me enteré de que se iba a rodar “Fariña” y que Sedes iba a ser el director, le dije: “Si necesitas un Oubiña, yo tengo el acento de serie”. De aquel inconsciente que era con veintipocos años sigue quedando esa ilusión, hoy (el pasado martes) me levanté a la seis de la mañana para ir a rodar, está acabando el rodaje de la serie y yo seguiría tres meses más levantándome a esa hora para ir a trabajar, adoro lo que hago, podría jubilarme en tres meses pero no quiero. Tengo la suerte de hacer lo que me gusta y eso es muy valioso. Encima, hace años que trabajo con amigos: con Budiño, con Davila, con Touriñán, ahora con Belén, Oswaldo, Pablo y mi propio hijo. Eso de llegar a las cuatro y media, tomar un café y ponernos a ensayar entre amigos no tiene precio. O si lo tiene, es caro, pero compensa.

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