Mujeres fuera de serie

La mujer que difumina los límites

Conchi Somoza lleva desde hace 36 años las riendas de APAMP, la Asociación de Familias de Personas con Parálisis Cerebral. La psicóloga viguesa dirige, con la creatividad por bandera, los cinco centros con los que cuentan en Vigo; han lanzado una marca propia de productos artesanales realizados por los usuarios y han logrado la integración en las comunidades en las que residen. Y no para, que asegura que aún falta mucho por hacer.

Conchi Somoza, en la residencia de APAMP en Navia, junto a piezas realizadas por los usuarios.

Conchi Somoza, en la residencia de APAMP en Navia, junto a piezas realizadas por los usuarios. / Eli Regueira

Amaia Mauleón

Amaia Mauleón

Dicen que las organizaciones reflejan el carácter de quien las guía. No siempre será así, pero en el caso de APAMP (Asociación de Familias de Personas con Parálisis Cerebral) la marca de su gerente desde hace 36 años, Conchi Somoza, está clara. Esta mujer nacida en Caldas de Reis -pero viguesa desde los 3 años- desborda pasión, compromiso, creatividad, ilusión y capacidad de trabajo. No para. No se rinde. Nunca dice “no”. Y contagia todo ese arrojo a la entidad, una asociación que destaca por sus actividades innovadoras y su incansable crecimiento para ofrecer a sus usuarios una atención que abarque todos los aspectos de la vida: desde la formación al ocio, pasando por la inclusión laboral, la atención temprana y residencias de diversos tipos. Una mujer y una asociación en los que uno se siente abrazado.

Conchi tenía claro desde bastante joven que quería trabajar en algo relacionado con la discapacidad o la enfermedad mental. “Yo siempre he sido muy de escuchar y conocer a las personas, curiosa y muy interesada por los temas humanos y el comportamiento”, comenta.

  • ¿Quién soy?

    “Una mujer muy curranta que me entusiasmo rápido y mantengo la ilusión de mis inicios”

Sus padres, que fueron emigrantes en Suiza, montaron en Vigo una tienda de alimentación y se sacrificaron para dar a Conchi y a su hermana la educación y nivel de vida que ellos no pudieron disfrutar. “Ellos fomentaron nuestra capacidad de sacrificio y nos enseñaron a pensar más en los demás y menos en uno mismo. Además, siempre me apoyaron en lo que quise hacer”, agradece.

Tras estudiar en Jesuitinas, en 1980 Conchi comenzó a estudiar Psicología en Santiago, ya con la vista puesta en la atención a la discapacidad. “En tercero pedí hacer prácticas en San Rafael, fui la primera alumna que tuvieron, y la experiencia me gustó así que en quinto volví a hacer prácticas en un centro de educación especial”, cuenta. “La universidad fueron años maravillosos; recuerdo las revueltas estudiantiles, las huelgas, comenzar a vivir independiente; todo el que pueda debería pasar por esta experiencia”, aconseja.

Conchi Somoza de niña junto a su hermana

Conchi Somoza de niña junto a su hermana / Cedida

Al terminar, la viguesa montó con una compañera un gabinete psicológico y compaginaba varios trabajos de apoyo educativo a niños con problemas en colegios con la consulta en centros médicos. “Llegué a trabajar en cinco o seis sitios al mismo tiempo, pero estaba encantada porque hacía lo que me gustaba”, asegura.

De esa misma forma llegó a APAMP cuando la asociación cumplía diez años. “Me avisó del trabajo una amiga que ya que ella admitía que no se veía ahí. También a mí la primera vez me impresionó ver a la gente, pero en cuanto empecé a conocerles todo cambió. Primero trabajaba solo unas horas por las tardes, pero cuando me pudieron ofrecer más horas decidí dejar el resto de trabajos e implicarme a fondo en la asociación”, explica.

Conchi Somoza en una imagen de archivo

Conchi Somoza en una imagen de archivo / Cedida

Cuando Conchi comenzó, la asociación ya había avanzado en su primer objetivo: la educación ordinaria de sus niños, que se realizaba en el Colexio Público Seis do Nadal. Pero quedaba mucho por hacer, especialmente en el área de formación para adultos, el ocio y el ámbito laboral. “Empezamos en un local de 100 metros, bastante oscuro y con muy pocos medios. Ni siquiera tenía baño adaptado”, describe mientras muestra con orgullo la residencia de Navia, que inauguraron hace 10 años y luce espaciosas aulas para los talleres, piscina, muchísima luz y un bonito jardín.

Poco a poco y “de forma muy natural” la psicóloga fue asumiendo nuevas responsabilidades en la asociación hasta, en el 87, ser nombrada gerente. “Todos hacíamos de todo, al tener pocos recursos era lo normal. Así, de dar apoyo a niños y mayores pasas a solicitar subvenciones, mantener reuniones para pedir apoyos, hacer otros papeleos o hablar con los obreros que construyen un centro”, afirma.

"Ahora tenemos una larga trayectoria y hechos que nos respaldan, pero en los inicios claro que sufrí machismo”

Los inicios como gerente no fueron fáciles para la jovencita Conchi, que sintió que no era tratada con el mismo respeto que gerentes hombres de otras asociaciones. “Entonces, el no ser director de traje y corbata y hablar de una forma educada y respetuosa era una dificultad a la hora de hacerme respetar y escuchar. Ahora tenemos una larga trayectoria y hechos que nos respaldan, pero en los inicios claro que sufrí machismo”, admite.

De los 25 usuarios que comenzaron en el centro hoy son 130 y de los 2 trabajadores iniciales, el número asciende a los 120 actuales. “Los voluntarios bajaron muchísimo con la pandemia y no hemos recuperado los que teníamos; sobre todo colaboran de forma puntual pero no con continuidad”, explica la gerente, que asegura que los voluntarios siempre son bienvenidos ya que son los que les permiten poder hacer más cosas.

Conchi dedicaba muchas horas a APAMP por lo que no es de extrañar que descubriera el amor dentro de la propia asociación. Conoció al que sería su marido cuando éste realizó la objeción de conciencia en la asociación. “Él en realidad se dedicaba a la informática, pero tras su experiencia en la asociación se enganchó a esto y actualmente trabaja en DOA, la asociación de personas con problemas de salud mental. Es una ventaja que los dos nos dediquemos a lo mismo porque es la mejor manera de entender la dedicación que precisa y, además, nos ayudamos mucho en la búsqueda de recursos”, asegura la psicóloga.

La pareja tiene dos hijos que, aunque desde niños estuvieron muy implicados en la labor de sus padres, sus caminos profesionales han ido por otros derroteros: Paula estudia para ser DJ y Pablo, Biomedicina, “aunque cuando necesitamos ayuda para alguna actividad son los primeros en venir ya que conocen a todos desde la cuna, literalmente”, asegura su madre.

La creatividad es una de las señas de identidad de APAMP. La formación para adultos comenzó ofreciendo talleres de cerámica y otras artesanías, un terreno que ha seguido ampliándose sin poner ningún límite a las aspiraciones de los usuarios. “Ellos mismos son los que nos piden, por ejemplo, que quieren aprender a tejer o encaje de bolillos. Al principio nos parecía que eran labores muy complicadas por sus limitaciones físicas, pero nos han demostrado que son perseverantes, que se esfuerzan y pueden lograr muchas cosas, por eso debemos darles siempre la oportunidad de experimentar”, opina Somoza.

Estos talleres no son únicamente una forma de ocio. La asociación ha dado un paso más creando este año Casa Rodante, su propia marca de productos artesanales que venden por internet, en ferias y otros eventos. “Creemos que la gente tiene que comprar los productos porque les gustan y no por quién los hace, aunque cuando saben quién son sus autores tenga un valor añadido muy importante”, considera.

El talento de estos artesanos ha sorprendido a firmas como Bimba y Lola, con quien han realizado ya diversas colaboraciones muy beneficiosas para ambas partes. En 2022 colaboraron en el proyecto “Bimba y Lola LOVES”, donde trece artistas de Apamp elaboraron 42 piezas de cerámica en las que reflejaban su visión particular del amor, y recientemente han realizado una nueva campaña que verá la luz la próxima semana. “Han sido experiencias muy buenas porque participamos de igual a igual; para ellos estamos al mismo nivel que otros artistas con los que han colaborado ”, asegura Somoza.

Cuentan también con un taller de radio y una revista del centro en los que los más atrevidos demuestran sus dotes periodísticas y literarias. “Estas personas no dejan de darme lecciones de vida y una constante visión de la realidad y por eso siempre les agradezco que me dejen acompañarlos y que me hayan ayudado tanto a crecer personal y profesionalmente”, afirma la gerente.

"Es muy importante que la sociedad sea una red de apoyo para todos, con discapacidad o sin ella”

Conocer a las personas con parálisis cerebral es esencial para su integración, por eso uno de los objetivos de Somoza es que formen parte y participen en la vida de la comunidad donde residen. “Aún recuerdo cuando abrimos el centro de la Florida hace 30 años y los vecinos protestaron. Pero empezamos a salir con ellos a tomar café, a comprar a la mercería… y al poco tiempo ya no necesitaban que les acompañásemos porque los camareros ya no veían una silla de ruedas, sino a Nacho o a Fran; sabían lo que necesitaba cada uno, incluso instalaban rampas, y si veían a alguien con problemas en la calle venían a avisarnos. Es muy importante que la sociedad sea una red de apoyo para todos, con discapacidad o sin ella”, argumenta la experta.

Pero aunque ha habido muchos avances, Conchi lamenta que también hay retrocesos y “seguimos teniendo que reivindicar las mismas necesidades de hace años, recordando que no se puede pensar solo en lo normativo; a veces es un poco desesperante”, admite.

Recepción con los Reyes a la directiva de la Confederación Nacional Aspace

Recepción con los Reyes a la directiva de la Confederación Nacional Aspace / Cedida

Entre los centros de día, el ocupacional, la residencia y las muchas actividades que organizan, Conchi tiene muy poco tiempo libre. Además, la gerente cuida en casa a su padre dependiente. En estos momentos asume además la presidencia de ASPACE en Galicia, que aúna las cuatro entidades gallegas que trabajan en la parálisis cerebral.

Pero la queja no tiene cabida en su día a día. “Me cuesta mucho decir ‘no’ a las cosas, pero he aprendido que cuando digo que sí tengo que disfrutar luego con ello”, advierte. “No siento que haya renunciado a nada en mi vida; aposté por este proyecto y estoy muy satisfecha con mis decisiones”, añade.

Eso sí, cuando Conchi saca tiempo para darse un baño en la playa y pasear por la arena, ese momento tiene para ella una valía tal que pocos como ella saben disfrutar. 

Las pioneras: Gabriela Brimmer, la escritora que luchó por las personas con discapacidad

Gabriela Brimmer

Gabriela Brimmer

Gabriela Brimmer (Ciudad de México, 1947-2000) fue una escritora y activista que luchó por los derechos de las personas con discapacidad.

Nació con parálisis cerebral tetrapléjica y no podía hacer ningún movimiento salvo con el pie izquierdo. Gracias a la mujer indígena que la cuidó, Brimmer descubrió sus capacidades comunicativas. Mantuvo una lucha para acceder al derecho a la educación básica y superior. En 1971 se matriculó en la carrera de Sociología y también trató de estudiar Periodismo, pero terminó abandonando por la falta de accesibilidad. En 1979, la escritora Elena Poniatowska ayudó a Brimmer a publicar su autobiografía titulada “Gaby”. Al año siguiente publicó un segundo libro, en este caso de poesías, y luego comenzó su vida activista. Tuvo una hija adoptiva y en 1989 fundó la Asociación para los Derechos de Personas con Alteraciones Motoras. 

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