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¿Quién se acuerda de Fernando Simón

¿Quién se acuerda de Fernando Simón

¿Quién se acuerda de Fernando Simón / Antonio Touriño

Antonio Touriño

Antonio Touriño

Han transcurrido casi tres años y ya cuesta acordarse de Fernando Simón, de sus curvas y picos en las gráficas, de sus consejos sobre el uso de mascarillas FPP2 o la trayectoria de una pandemia que todavía no ha quedado atrás. La memoria suele ser sabia y acostumbra a dejar atrás los episodios más dolorosos de nuestra existencia, un mecanismo de reacción que al final resulta cómodo y útil.

Así parece casi hasta razonable que muy pocos pidan explicaciones a las autoridades y que queden ocultos para los libros de historia datos tan relevantes como el número de víctimas que causó este virus que sigue creyéndose que se propagó desde Wuhan en China a principios de 2020.

Intentar obtener una estadística rigurosa sobre lo sucedido es misión imposible, ni siquiera en términos comarcales donde ha habido muertes, pacientes en UCI, enfermos que arrastran secuelas del llamado COVID persistente. En suma muchas familias que han sufrido un duelo silencioso, uno de los tragos más amargos que sigue sin compensación, al que hay que sumar el de otros muchos familiares que con tal excusa han sufrido la fría soledad del tanatorio.

Quedan muchas más caras del prisma y otras tantas respuestas en blanco desde el inicio de la pandemia. Muy llamativo, la verdad, que quién las sabe no salga a la palestra a explicar qué ha ocurrido en esa aciaga etapa.

Urgen explicaciones, sobre todo, por los ocho fallecidos en la residencia de Ribadumia, ocho seres humanos que tenían familia y que cayeron como moscas debido a unas condiciones de higiene, cuando menos, inadecuadas para un estado de alarma.

Tampoco hay referencias siquiera de cuántas personas más han fallecido por esta causa, ni la cifra de contagios, o si eran jóvenes o mayores, si se habían expuesto o no, si estaban siquiera vacunados, porque eso sí, hubo una enorme resiliencia por parte de la ciudadanía.

La gente estuvo siempre colaboradora.Un gesto que no le han devuelto las autoridades, que no se puede olvidar han aplicado la Ley Mordaza con un rigor, podría decirse que excesivo.

Recuerden cuántas sanciones se han incoado a veces por un quítame allá esas pajas: por salir a dar una vuelta demasiado larga con el perro, por no llevar mascarilla o por debajo de la nariz, por carecer de salvoconducto o perder el ticket del supermercado, incluso por reirse de una situación que ciertamente tenía su punto cómico.

Por ello, al final han zafado sobre todo los que han contradicho al sistema, porque también han sido muchos a pesar de la falta de claridad sobre el número de personas que ni siquiera se han puesto la primera dosis de Pfizer o de Astra Zéneca.

Nada se sabe tampoco sobre qué ocurrió con la médico negacionista de Vilagarcía a la que el Colegio amenazó con un expediente disciplinario que le impediría ejercer la profesión; ni sobre cómo se resolvió la denuncia contra el líder opositor venezolano Luís López que fue descubierto con su familia en una terraza de Cambados en plenas restricciones.

Quizás sea el momento de levantar todos estos “secretos de Estado” para evitar que más tarde alguien los manipule, los tergiverse o malinterprete. Nadie pide que se incluya la pandemia como “lección de manual” como haría Putin, pero si explicaciones a un pueblo que demostró su madurez en los momentos más complicados.

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