Cartel de “se vende” en el cerco gallego

La flota perdió ocho unidades en dos años y tiene al menos una docena de buques en venta, cuyos dueños están ahogados por la falta de cuota y de relevo: “Nos asfixiamos”

Ángel Bouzón, saliendo de su barco, el "Mi Nombre Cinco", en O Berbés

Ángel Bouzón, saliendo de su barco, el "Mi Nombre Cinco", en O Berbés / Marta G. Brea

Adrián Amoedo

Adrián Amoedo

El cerco gallego es el más numeroso de toda la flota que compone este segmento que trabaja en el caladero Cantábrico Noroeste. Aunque ya quedaron atrás las cifras de principios de siglo, cuando unas 200 embarcaciones se repartían por los puertos de la comunidad, desde hace aproximadamente una década el número se ha mantenido más o menos estable en unas 150 unidades. En estos años, las variaciones fueron de un barco arriba o uno abajo, en función de algún desguace puntual, una exportación, la entrada de nuevos actores o la desgracia de algún naufragio. Sin embargo, en los dos últimos años los armadores de este arte de pesca con el que se que busca sardina, caballa o jurel, entre otras especies, han empezado a abandonar la actividad. “Nos estamos asfixiando”, lamenta el veterano armador Ángel Bouzón, cuyo barco, el Mi Nombre Cinco, es uno de los 12 que se encuentran en estos momentos a la venta en Galicia.

De los 152 buques figuraban en 2021 en el registro que maneja la Consellería do Mar, el año pasado eran ya 144. Ocho cerqueros menos y, con ellos, decenas de empleos perdidos (cada unidad tiene una media de 12 tripulantes). Entre los que ya no están figuran, por ejemplo, los tres que fueron exportados de una tacada a Mauritania, dos de Malpica y otro de Pontedeume.

En el puerto de Vigo hay cuatro barcos que colgaron el cartel de “se vende” y está previsto que el próximo año lo hagan al menos otros dos, según fuentes del sector. “En mi caso ya lo tengo anunciado porque estoy jubilado y mi hermano también”, comenta Ángel Bouzón.

Su barco es el cerquero más grande de la ría, por lo que se puede desplazar al Cantábrico para participar en otras campañas, y reconoce que la falta de relevo y la situación de la industria le llevan a tomar la decisión. “Mi hijo trabaja en tierra, no quise que viviera del mar, le quité la idea de la cabeza”, explica.

Como Bouzón, otros armadores piensan que la escasez de cuotas y la falta de interés de los jóvenes por la vida en el mar están arrinconando a la flota. Que alguien llegue con el dinero adecuado y listo es más que suficiente para convencerlos y dar el paso. “Me queda un año para jubilarme, pero si viene alguien que me lo pague, lo vendo”, reconoce Enrique Vidal.

Para este armador, que trabaja con el Chiquita Dous, lo más urgente es tener cuotas. “Sales y a veces tienes que tirar el pescado”, critica. Es más, afirma que en ocasiones “no es rentable”. “Si lo fuera no estarían en venta”, comenta.

Aunque la mayoría de la flota de la zona está en estos momentos parada, algunos salen a faenar. El Cristo da Laxe, de Isaú Simes, es uno de ellos. “Solo vemos sardina y no se puede coger”, se queja. A sus 69 años, tiene su buque en venta “por si hay alguien que lo quiera comprar”. “Lo vendo por 410.000 euros con todo, no le falta de nada”, dice con orgullo.

La embarcación de Simes tiene 14,7 metros de eslora. Algunos dicen que la única manera de seguir en el sector y poder vivir todo el año es hacerse con un buque algo más grande con el que poder desplazarse al Cantábrico. “Hay que invertir, comprar uno grande e ir allá, porque aquí no hay nada”, lamenta por su parte José Manuel Saavedra, dueño del Colomba Tercero.

Bouzón, bajando de su buque.

Bouzón, bajando de su buque. / Marta G. Brea

Otros armadores que también están en esta situación, y que prefieren no ser citados, explican a este medio que “no hay quien quiera venir al mar” y que “la gente solo se quiere marchar”. “Si me dieran ayudas para desguazar, también lo haría”, dice con tristeza uno de ellos.

Es un mal endémico de todo el caladero Cantábrico Noroeste”, señalan desde la Asociación de Armadores de Cerco de Galicia (Acerga). La agrupación aglutina a 107 embarcaciones que generan un millar de empleos directos, pero como indica su portavoz, Manuel Suárez, “es difícil encontrar gente” y el problema del relevo generacional hace que muchos “busquen una forma de dejar el sector”.

“Vas aguantando porque esto son empresas familiares, pero da para lo que da, cada vez se va facturando menos y hay más gastos. La situación no te invita a seguir”, resume Saavedra.

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La sangría de la flota pesquera española no se detiene y, según dicen los armadores, tampoco va a parar pronto. Solo en un año, las unidades de Galicia bajaron de las 4.200 por primera vez, quedándose en 4.184, casi 140 menos respecto a 2022.

Como es habitual, el grueso de las bajas se produjo en el segmento de las pequeñas embarcaciones de artes menores, que se redujeron en 35 unidades. También en el caladero nacional la región perdió ocho cerqueros, tres arrastreros, tres barcos de enmalle, dos palangreros de fondo y un palangrero de superficie. En lo que respecta a la pesca en aguas comunitarias, los palangreros de fondo se redujeron en dos unidades, mientras que, en aguas internacionales, hay un atunero y un arrastrero menos.

En suma, Galicia perdió 4.680 toneladas de capacidad pesquera, quedándose con 127.121 GT (gross tonnage, arqueo bruto).

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