“Se vende” una vida en el mar

La falta de relevo lleva a pescadores jubilados a buscar compradores que sigan sacando partido a sus barcos

Si no lo logran, barajan el desguace e incluso volver a trabajar

Ángel es y ha sido siempre un hombre de mar. Incluso antes de ser un adulto, cuando todavía era un crío. Desde los 14 años se sumergió en este oficio de la mano de su padre; primero por la costa gallega y sus alrededores, después surcando medio Atlántico hasta reparar en aguas de Canarias. Campañas más tarde empezaría su carrera en solitario, de la que recuerda temporadas sin rastro alguno de pescadilla y cómo en otras llegó a capturar hasta 400 kilos en un solo día. Ángel certifica que el océano es caprichoso, da fe de que la salitre corre por sus venas y prueba que el tiempo es efímero. Aunque desearía trabajar toda la vida de lo suyo, hay un momento en el que toca parar.

Ese instante para él fue con 57. Decidió jubilarse tras cuatro décadas faenando y al hacerlo puso en venta a su tan querida Claribel María. A falta de relevo generacional –su hijo no quiso seguir el mismo rumbo de la familia–, la única opción posible entonces era encontrar un comprador que siguiese sacando partido a esta embarcación.

Buques vigueses saltan de O Berbés y Canido hasta webs como Milanuncios

De casi 10 metros de eslora, casco de madera y 45 caballos de potencia, el pesquero olívico lleva casi un año en venta pero aún no ha dado con su nuevo propietario. Ha saltado, eso sí, de O Berbés hasta páginas webs como la multiconocida Milanuncios, donde lleva exhibiéndose estos últimos meses a la par que es promocionado en las redes sociales de la Cofradía de Vigo.

Ángel no duda: “Si no aparece nadie que lo compre antes de noviembre, volveré a salir a pescar”. Prefiere renunciar a su prestación y seguir trabajando ya que el Claribel María no puede estar parado indefinidamente porque vencería su licencia. Si esta se diera de baja sería complicado venderlo, pues debería volver a solicitar su activación.

“Este barco dura 100 años más. Con la madera que tiene, tal y como está hecho, este barco dura eternamente”, dice, y más o menos una frase parecida para vender el suyo emplea José María, marinero también jubilado y propietario de otra pequeña nave que descansa en el fondeadero de Canido y lleva ya seis años buscando un comprador.

Se trata del Anzuelo J, dedicado a las artes menores, y a lo largo de este lustro su armador se ha tenido que dar dos veces de alta y suspender su pensión para que su licencia se mantuviese en vigor. “Si ahora me dicen que tengo que ir otra vez al mar, ni me lo pienso. Uno ya no está para eso”, exclama el hombre, que ya rebasa la barrera de los 65.

José María, junto a otro letrero, subido a su embarcación “Anzuelo J”.   | // MARTA G. BREA

José María, junto a otro letrero, subido a su embarcación “Anzuelo J”. | // MARTA G. BREA / jorge garnelo

Según explica, el sector ha menguado hasta tal punto que “ya no hay gente joven que se meta, que retome este oficio”. “Yo a mis hijos ya nada, ya no los metí en el tema del mar. Trabajar en el mar es duro, no les convenció. Cada vez hay menos trabajadores, bastantes menos, y de los pocos jóvenes que quieren entrar muchos no saben porque no hay quien les enseñe”, apunta.

En caso de no venderlo, este marinero reconoce que no descarta pedir las ayudas para el desguace de barcos que en estos momentos están estudiando el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA), las comunidades autónomas y el sector. “Yo lo desguazaría, claro que sí. Es que incluso estoy pidiendo menos de lo que me pagarían por el desguace”, manifiesta José María. De lo que pedía antaño a lo que pide ahora, el Anzuelo J ya ha rebajado su precio un 40%.

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