El Concello activa el “dispositivo de frío” para proteger a las personas sin hogar

El equipo de emergencia social sale de ronda al caer la noche ofreciendo mantas, galletas y café caliente

El 82% de las personas en situación de calle en Vigo son hombres españoles

Cristina Fernández, responsable de la Unidad de Calle, y Laura Velasco, integradora social, ofrecen un café caliente a un hombre sin hogar.

Cristina Fernández, responsable de la Unidad de Calle, y Laura Velasco, integradora social, ofrecen un café caliente a un hombre sin hogar. / Marta G. Brea

Paco (nombre ficticio) vino de Madrid con la promesa de un contrato de trabajo que resolviera la delicada situación en la que se encontraba. A sus 55 años y con varios a la espalda parado, que llegara alguien a ofrecerle trabajar en una obra en Vigo era una oportunidad que no podía dejar escapar. Tal vez fue eso lo que hizo que no le extrañara la prisa con la que todo se estaba sucediendo. Tampoco le echó para atrás que su “enlace” laboral le pidiera 50 euros para “meterle” en el listado de obreros. Él siguió adelante hasta que la realidad le dio en la cara. En Vigo, solo, sin dinero y con el vacío de un trabajo que no era tal, se vio abocado a la calle, porque Paco fue víctima de una estafa.

“No hay escrúpulos con las personas vulnerables”, indican fuentes municipales cuando recuerdan el caso de Paco. “Sin vínculo con su familia, sin hijos... Nadie. Se vio en exclusión social por haber pedido un puesto de trabajo”. Ahora Paco, que reside en Vigo, tiene un trabajo y es un hombre independiente que ha cogido las riendas de su vida, algo que no habría podido conseguir de no ser por el apoyo recibido del equipo multidisciplinar de Servicios Sociales.

Laura y Cristina charlan con José Manuel. Personas sin hogar. Sin techo. Sinhogarismo. 16 diciembre 2023. Marta G. Brea

Laura y Cristina charlan con José Manuel. / Marta G. Brea

Este es un ejemplo de cómo cualquiera puede llegar a una situación límite y que se escapa de su control. Su caso es de éxito, pero en Vigo son muchas las personas sin techo que no lo han conseguido. Censadas y localizadas por el equipo municipal que conforma la llamada “Unidad de Calle” (educadoras, trabajadores e integradoras sociales, psicólogas y otros profesionales) que trabaja a pie de calle acudiendo a donde están los más vulnerables, quienes no tienen más hogar que la calle. Su objetivo: prestar la asistencia básica a quienes están “fuera” del sistema ofreciéndoles mantas, un café caliente y galletas con los que sobrellevar el terrible frío del invierno. Porque quien ha pasado frío, frío de verdad, sabe que puede ser peor que pasar hambre.

“Antes pensaba que podría cambiar sus vidas. Los años me han enseñado que tenía razón, pero no como yo pensaba. Muchas de estas personas siguen en la calle, pero sé que el trabajo que hacemos a diario y el trato con ellas marcan un momento importante del día”, explica Cristina Fernández, educadora social y responsable de la “Unidad de Calle” del centro integral de inclusión e emerxencia social (CIIES). Junto con Laura Velasco, integradora social, acuden con la furgoneta municipal a donde saben que las estarán esperando por algo caliente.

“¡Hola, chicos! ¿Estáis ahí? Solo queremos saber que estáis bien. ¿Necesitáis una manta o un zumito?”, pregunta Cristina a Ángel, uno de los usuarios habituales de este servicio. Vive a la intemperie con la única protección de un armazón creado a partir de algunas chapas cogidas de las obras y mantas. La visita es corta, pero suficiente para comprobar que todo va como esperaban. En la misma zona donde vive Ángel hay dos usuarios más de otros servicios del CIIES (comedor y sala de lecer, donde pueden leer el periódico o echar una partida de cartas) que reciben sendas mantas porque viven en sus coches.

La furgoneta prosigue su recorrido hasta un conocido parque. Desde allí las vistas son impresionantes, pero el frío y la humedad de los árboles se siente más que en el centro. Su “residente” es de las personas que más ha costado ganar su confianza. Poco amigo de los desconocidos, solo permite que se acerquen Cristina y Laura, que le ofrecen un café solo caliente, “como él lo bebe”, dicen ellas. La siguiente parada es cerca del Puerto. Allí pasa las horas José Manuel, que se dirige a ellas con una inmensa sonrisa. Normal, sabe que ellas le “cuidan”. Lleva 15 años en las calles de Vigo, pero en otra vida fue transportista en Francia. Así, este tripero habla perfecto francés, se defiende en español y su portugués natal. Dice que tiene las tres nacionalidades. Y a pesar de que su casa, Oporto, está aquí al lado, ya no va a volver. Por eso, cuando aparece Cristina, su sonrisa se expande casi tanto como su mirada. “Dale abrazos a tus padres”, dice él mientras coge la manta. “Fue la primera persona a la que me dirigí cuando empecé a coordinar el equipo, para mí él es muy importante”, recuerda ella.

El servicio de calle es diario y van alternando el recorrido para dar cobertura a todas las personas censadas sin hogar. “El 67% de los usuarios de calle usaron este año otros servicios como el comedor o la ducha”, dicen con orgullo desde el Concello. La casuística por la que las personas llegan a una situación de calle es muy diversa, aunque hay ciertos aspectos que se repiten y marcan la diferencia entre hombres y mujeres, como contar con una red de apoyo familiar o de amigos. En Vigo, el 82% de las personas en situación de calle son hombres, de los cuales el 64% tienen nacionalidad española y solo el 36% son extranjeros. Y casi todos están en un rango de edad entre los 30 y los 64 años, según fuentes municipales. “Las mujeres no suelen llegar a esta situación porque establecen redes sociales fuertes y porque buscan recursos moviéndose en la economía sumergida. Así trabajan limpiando casas, cuidando a ancianos o incluso en la prostitución, para no llegar a la calle”, explican estas mismas fuentes.

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