Empujados a la calle

El combo pisos turísticos, alquileres imposibles, euríbor por las nubes y sueldos precarios los pone en riesgo de exclusión

Desde enero la demanda de camas subió un 35%

Un joven recoge sus cosasdespués de asearse para abandonar su cama en el refugio social.

Un joven recoge sus cosasdespués de asearse para abandonar su cama en el refugio social. / Javier Teniente

Los nuevos “sin techo” responden a un perfil que pone la piel de gallina porque demuestra la fragilidad del estatus personal y la tremenda injerencia de factores exógenos (y aparentemente sin relación) como la reconversión de la vivienda en Vigo en pisos de alquiler turístico. Se trata de vigueses jóvenes, en su mayoría hombres de 30 a 40 años, con ingresos, pero insuficientes para afrontar los gastos de vivir de manera independiente.

Desde enero ha subido la demanda de cama un 35% sobre lo habitual. Además, notamos un incremento entre los propios vigueses, muchos de ellos, afectados por desahucios porque han dejado de pagar su piso. En Vigo vivir en un piso compartido supone una renta de entre 200 y 250 euros, a la que hay que sumar la comida y otros gastos. Así, aunque trabajen, si el sueldo es precario o son trabajos de media jornada, no pueden afrontarlo. Otros, cobran el Ingreso Mínimo Vital (IMS) o la Renta de Inclusión Social de Galicia (RISGA) y tampoco pueden ser independientes”, explica el trabajador social del Albergue Dignidad, en O Calvario.

Al igual que sus compañeros, observa con preocupación la deriva de este servicio, concebido como de emergencia social. Pues ven como se está convirtiendo en una alternativa obligada para usuarios que, en un principio, no cumplirían con el perfil de vulnerabilidad o exclusión social, pero a los que la situación global está empujando a la calle. El perfil habitual era: desempleados de larga duración, personas con adicciones, migrantes y jóvenes procedentes de instituciones sociales de menores que al cumplir la mayoría de edad se ven sin hogar.

Cualquiera puede quedarse en la calle

“Hay que desmitificar el mundo de la gente sin hogar, porque no está tan lejos. La precariedad laboral, el difícil acceso a la vivienda y, lo más importante, la reconversión de hogares en pisos turísticos, hacen la situación grave”, alertan desde Dignidad. “No se trata de ampliar plazas, esto es un parche temporal para dar tiempo a una persona a normalizar su vida, que antes de dormir en la calle tenga este recurso”, aclaran desde Dignidad.

Unas observaciones que comparten tanto la dirección como el trabajador social del albergue de la Fundación Santa Cruz. “Si los pisos en Vigo son turísticos hay consecuencias, los jóvenes no pueden pagar su alquiler”, espetan. Y recuerdan que “los perfiles de exclusión son muy variados, pero todos tienen algo en común, les falta apoyo. En Vigo hace falta crear esa red como en los pueblos se hace a través de los centros culturales, donde pueden socializar y hacer lazos. Es necesario crear comunidad. Y un servicio de mediación para mejorar las relaciones familiares. Sin ayuda no se pueden reinsertar”, explican desde Santa Cruz.

Camas disponibles en la ciudad

Vigo cuenta con tres albergues locales que dan servicio a las personas que necesitan un lugar resguardado y seguro donde pasar la noche. Uno religioso, la Fundación Santa Cruz (antes conocida por los Hermanos Misioneros de los Enfermos Pobres). Otro dependiente de la Xunta, el Albergue Dignidad. Y el municipal y gestionada por Cruz Roja, el Centro Integral de Inclusión y Emergencia Social (CIIES). Los tres están desbordados y asombrados ante el aumento de jóvenes solicitantes de cama para pernoctar, por lo que se coordinan para asistirlos.

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A las siete hay que estar en pie porque cuando uno utiliza una cama social debe abandonarla al punto de la mañana. Así, los usuarios de este servicio básico salen de los albergues entre las 08.30 y las 09.00 horas cada día. Una jornada que se presentaría eterna si no fuera porque la mayor preocupación del día (más que comer) en tiempos de frío y lluvia es garantizarse la cama de esta noche. Así, estos usuarios inician la ronda llamada a todos los centros de estas características de la provincia.

Porque sí, son usuarios que rotan. El motivo responde a que los albergues son servicios de emergencia, no residencias o centros de acogida (que los hay también). Eso significa que pueden hacer uso continuado de una cama durante unos 10 días y luego cambiar de lugar. Porque se considera que es un tiempo prudencial para otorgar capacidad de respuesta ante una situación sobrevenida por la que no queda otra alternativa más que la calle. Las plazas disponibles en Vigo van desde las 17 camas a las 36, pero “todos los días se quedan 3 o 4 fuera, antes eran 1 o 2. Por eso, en Vigo nos coordinamos entre los tres albergues, para evitar que nadie duerma en la calle”, avisan desde Dignidad.

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