Un músico en familia

Pedro Pastor, hijo de Luis Pastor y Lourdes Guerra, sobrino de Pedro Guerra, y nieto de una saga musical, repasa su trayectoria con motivo del lanzamiento de “Escorpiano”, su último trabajo

El cantautor Pedro Pastor.

El cantautor Pedro Pastor. / CDD

Miguel Ayala

¿Se imaginan a alguien que, por ejemplo, tuviese como apellidos Soroya y Velázquez y se dedicara a la soldadura en vez de a la pintura? ¿O llevar los apellidos Adrià y Roca y optar por la astrofísica en vez de la alta cocina? Suceder, claro que puede suceder pero por fortuna ese no es el caso del músico y compositor Pedro Pastor, hijo del cantautor Luis Pastor y la cantante Lourdes Guerra y, por lo tanto, también sobrino del artista Pedro Guerra; un panorama genético-musical que se cierra con su tío abuelo, el histórico Poli Mansito, uno de los promotores musicales más importantes de Canarias. “Por suerte tuve claro desde bien pequeño que quería dedicarme a la música y a la palabra; es más, quería dedicarme a componer y a compartir mis propias canciones”, cuenta el artista, miembro de esta importante saga creativa que acaba de publicar Escorpiano, su último disco junto a Los Locos Descalzos.

“Esto es importante”, prosigue, “porque es difícil algunas veces hallar nuestra vocación, y el poder tenerlo claro desde tan chico me hizo tomar la brillante idea de no ir a la universidad y perseguir el sueño de vivir de este oficio desde los 17 años”, confiesa este joven de 29 años cuya vida ha transcurrido entre su Madrid natal y ese Güímar donde aún vive su abuela o ese Puertito donde algún chapuzón junto a su legión de primos ha marcado muchos veranos.

“Es un proceso realmente vertiginoso publicar material nuevo”, cuenta Pedro Pastor sobre Escorpiano, nombre de su nuevo disco que surge de la suma del horóscopo del cantante —nacido un 18 de octubre— y su pasión por ese instrumento.

Pedro Pastor junto a sus padres, Lourdes Guerra y Luis Pastor.

Pedro Pastor junto a sus padres, Lourdes Guerra y Luis Pastor. / CDD

“Yo tengo la inmensa suerte de que mi público me lleva acompañando desde hace más de una década y cada vez que lanzamos un trabajo nuevo la respuesta suele ser abrumadora. En este disco también ha sido así, pero estamos esperando a llevarlo al directo que es cuando realmente podemos medir bien la temperatura del público”.

¿Eso dicen?, interroga con sorpresa el compositor e intérprete de Sacar la rabia o Verde selva cuando escucha que entre sus seguidores dicen que Pedro Pastor es sobre todo “un animal del directo”. “Lo que sí puedo confirmar”, responde al respecto, “es que el escenario es el lugar del mundo donde más disfruto. Además, reconozco sin titubeos que es un espacio seguro para mí y que me siento muy cómodo en él. Lo frecuento desde la adolescencia y siempre ha sido muy natural”.

No exagera un muchacho que, con ese ambiente familiar inculcándole amor por la música durante su infancia, se inicia en la practica de diferentes instrumentos, entre ellos el piano, y empieza a tocar la guitarra a la edad de 12 años.

Poco después compone sus primeras canciones y comienza a participar en los conciertos de su padre, Luis Pastor, en los cuales distribuye sus primeras maquetas caseras hasta que, con 15 años, ofrece su primer concierto en solitario basado en un repertorio de composiciones propias. Tres lustros más tarde y con cuatro discos a sus espaldas llega Escorpiano, un trabajo que sólo ha recibido elogios por parte de sus seguidores.

Lationoamérica

El disco fue compuesto casi en su totalidad entre noviembre de 2022 y enero de 2023, entre Puerto Rico, Colombia, Ecuador, Chile, Argentina y, sobre todo, Uruguay, donde vuelve a brillar la influencia que en Pastor Guerra tiene el otro lado del Atlántico aunque también, por primera vez, hay rock, el género que el artista más ha escuchado durante estos últimos años.

Las canciones surgen, no son buscadas; se trata de crónicas de viajes, ideas gestadas a lo largo y ancho o, simplemente, “una sencilla puesta de sol en el cabo Polonio, bajo la atención de los leones marinos”, explica.

Nombrar cabo Polonio, en Uruguay, no es casual. Ni tampoco que Pedro hable en sus letras, en su vida y en esta entrevista de su relación con Latinoamérica, un continente que le ha dado mucho. “Más que el público el territorio en sí y las personas que lo habitan. Fui por primera vez con 20 años, la mochila y una guitarra y estuve recorriendo Colombia cantando durante dos meses; desde entonces no he dejado de ir a presentar ni uno de los cuatro discos que vinieron después. En esos viajes he aprendido muchísimo tanto de mí como de mi contexto y ha sido muy valioso poder tomar perspectiva y conocer en profundidad otras cosmovisiones, otras culturas y otras maneras de habitar este planeta. Además, musicalmente ha sido una fuente de la que he bebido y de la que me he nutrido y, sobre todo, de la que me he inspirado para ir trazando y ubicando mi patria musical y que claramente se ve reflejada en mi obra”, añade este Pastor que sigue dando Guerra en una saga que lleva años mojándose como creadores y también como narradores de injusticias y sinsabores.

Con ese juego de sus apellidos, la entrevista vuelve al papel que han tenido en él su padre y su tío Pedro Guerra. “Aprendí a hacer canciones escuchando a Luis”, confiesa sobre su padre. “Me aprendía sus armonías y las usaba”, añade. Del cantante y compositor de temas como Contamíname o Debajo del puente asegura haberse estudiado “a la guitarra los dos primeros discos de mi tío y eso ha sido una de mis grandes escuelas”. “Además”, añade, “ambos coinciden en dos pilares importantísimos para mí: la ternura y la sencillez. Poder hacer canciones profusamente sencillas es, creo, el mayor reto de un gran compositor y en eso los dos son unos maestros”.

Cuenta el artista de Escorpiano que “en absoluto” sentó mal entre sus familiares que no tratase de sacar rédito profesional a sus orígenes ni tan siquiera para buscar popularidad haciendo referencia a, en especial, su famosísimo tío.

“Claro que es una decisión consciente. Para empezar, mi nombre artístico es Pedro Pastor (no incluye el Guerra) porque con el peso de un apellido pensé que ya era bastante…”, argumenta el artista antes de reconocer que “en mi familia creen, por suerte, que la mejor manera de labrar una carrera es por méritos propios y siempre me han apoyado y, por supuesto, Luis y Lourdes me han ayudado muchísimo”.

Las redes como escaparate

Con 124.000 seguidores en su perfil de Instagram —@pedropastorguerra—; 340.000 usuarios mensuales sólo en Spotify y un acumulado en una semana de casi 100.000 visualizaciones en YouTube únicamente del vídeo de Escorpiano, Pedro Pastor aborda en la entrevista el papel que como herramienta de sus proyectos juegan las redes sociales y las plataformas online de música y los canales de vídeo.

—¿Habría sido posible alcanzar el éxito que ha logrado si no existieran?

—Creo que no. Y lo que ha dicho usted: son un escaparate que sirve para mostrar un producto y para promocionarlo pero siempre se ve tras el cristal. Hay que ahondar bastante más para poder sacar el jugo verdadero que cada plataforma ofrece y saber cómo acercarse con ella a los diferentes perfiles de público.

Abundando en esta idea, Pastor Guerra aborda también la posibilidad que las redes y los servicios de música online o plataformas de vídeos le han proporcionado para, en especial, poder gestionar él mismo su carrera alejándose de los caprichosos dictámenes de las discográficas. “Las celebro”, reconoce sobre las redes y las plataformas que le han permitido autogestionar su carrera desde los inicios. “Aunque en lo personal no me gustan; aunque sean la nueva droga de nuestra sociedad, aunque nos alienen y no nos dejen aburrirnos en paz; aunque nos confronten y nos hagan competir constantemente”, dice sobre ellas, “realmente las celebro porque me han permitido poder llevar mi música a lugares insospechados sin tener que dar el brazo a torcer a los laberintos oscuros de la industria”.

Retomando Escorpiano, Pastor cuenta que en este disco vuelve a haber baile y trova, sensibilidad y descaro y, como siempre, “mucha ternura”; una obra sin colaboraciones que se erige como una reivindicación entre el cómo y el qué de la mayoría de la música actual, 12 canciones producidas por Gustavo Guerrero, productor de temas maestros iberoamericanos como Musas, de Natalia Lafourcade y multiganador del Grammy Latino; grabado en Euskal Herria junto a Nico Martos, Álvaro Navarro y Alan Denis, más conocidos como Los Locos Descalzos, imprescindibles compañeros de viaje de este artista.

Suscríbete para seguir leyendo