Sálvese quien pueda

El pasado, un lugar extraño desde el presente

Faustino Otero Veloso, abuelo de Cabaleiro, también faenaba en el bote “Manuel".

Faustino Otero Veloso, abuelo de Cabaleiro, también faenaba en el bote “Manuel". / FDV

Fernando Franco

Fernando Franco

El pasado siempre es un lugar extraño desde el presente. La Historia, las historias, dice la viguesa Pilar Mera, están llenas de gestos reconocibles, que nos las hacen más cercanas, pero también de actitudes que pueden resultar increíbles desde nuestros ojos de hoy. Seguro que ella misma, doctorada en Políticas y profesora de Historia Social y del Pensamiento, no percibe igual que su abuela Pilar Rodríguez la guerra civil española, que la sorprendió como maestra de la República en la Escuela Unitaria de Alcabre. Seguro que Imelda Barrio Santamaría, directora del Obradoiro de Emprego Dual de Redondela, no siente ni valora exactamente igual que su padre, Alberto Barrio Izquierdo, que vivió esta guerra fratricida a los 10 años en Miranda de Ebro, y descubrió jugando un túnel excavado para huir por los judíos polacos del campo de concentración de este pueblo, por cierto todos fusilados, y mucho menos que su abuelo Teodoro Barrio, que alojaba en su casa a los familiares de los reclusos extranjeros o su abuela Felisa Izquierdo “la rubia”, que salió con un hacha en faldriquera para recibir a quienes venían a buscar a su marido socialista para “pasearlo”, como habían hecho con su cuñado Ricardo y como pasearon pero en un carro por todo el pueblo a su tías, rapadas, faldas levantadas.

Seguro que Faustino Otero Cabaleiro contempla con admiración lo que hizo su padre Faustino Otero Lino con su bote “Manuel”, con el que no solo pescaba en aguas redondelanas sino que servía ropa y alimentos a los presos en la isla de San Simón y , aún con mayor entusiasmo, su arriesgada y nocturna tarea clandestina de evacuación de judíos huidos de los nazis desde el muelle de A Portela hasta barcos británicos. Le admira desde el presente a su padre pero no percibirá lo que vivió como él porque, como en el caso de Pilar Mera e Imelda Barrio, el pasado siempre es un lugar extraño desde el presente. 

¿Y a qué viene esta afirmación y estos casos citados, todos relacionados con gente que vivió y vive entre nosotros, entre Redondela y Vigo? Pues a redondear la tesis de David Lowenthal en su libro El país es un lugar extraño: El pasado es algo esencial e ineludible. Si nos faltara careceríamos de toda identidad, nada nos sería familiar, el presente no tendría sentido. Sin embargo, al mismo tiempo, el pasado también es una pesada carga que paraliza la innovación y que cierra el paso hacia el futuro. Ese pasado no es sólo lo ocurrido sino, en buena medida, un pasado creado por nosotros, moldeado por una forma de erosión, de olvido y de intervenciones selectivas. Aplíquense el cuento los que trafican con ello, sea desde la política para vender humos o entre la misma ciudadanía con lecturas muy precarias de la complejidad del mismo.

Sin embargo, la historia tiene felices coincidencias en las que devuelve sus destellos al presente. Faustino Otero Cabaleiro donó el barco de su padre, abandonado durante años en la ensenada de San Simón, al taller de empleo de carpintería de ribeira de Redondela para su restauración en respeto a la memoria de esa labor solidaria que cumplió con judíos y de servicio a presos del campo de concentración de San Simón. ¿Y quién es la directora del taller de empleo en que recupera el barco? Pues Imelda Barrio, la nieta de aquellos que en Miranda de Ebro alojaban en su casa a familiares de los presos extranjeros del campo de concentración habido en ese pueblo, y de que salían muchos de los judíos que huían por la ruta de Redondela. Pero hay una coincidencia más entre pasado y presente. Hace cuatro años Imelda , ya directora del taller de empleo redondelano, visitó el Centro de Interpretación del campo de concentración de Miranda, su pueblo, y allí oyó sorprendida y vio en vídeo la historia del barco “Manuel” de los Faustino Otero. No podía imaginar entonces que la rehabilitación de esa embarcación iba a ser una de sus responsabilidades en Redondela.

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