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“Reconstruir la vida en la tierra a partir de fósiles siempre me creó curiosidad”

Artai Santos, paleontólogo en el Museo Sueco de Historia Natural, busca pistas sobre la reacción de los ecosistemas a la gran extinción de hace 250 millones de años

El cangués Artai Santos, ante la sede del Museo Sueco de Historia Natural, en Estocolmo.

El cangués Artai Santos, ante la sede del Museo Sueco de Historia Natural, en Estocolmo. / Cedida

Sandra Penelas

Sandra Penelas

La vida en el planeta ha sufrido grandes extinciones a lo largo de su historia. La última, y también la más conocida, provocó la desaparición de los dinosaurios hace unos 65 millones de años. Pero la mayor ocurrió antes, en el límite entre el Pérmico y el Triásico, y aniquiló al 95% de las especies marinas y al 70% de las terrestres. La Gran Mortandad tuvo lugar hace aproximadamente 250 millones de años. Y el paleontólogo Artai Santos (Cangas, 1993) intenta reconstruir su impacto en los ecosistemas y como éstos se recuperaron tras ese crítico episodio a partir de fósiles vegetales que revelan las interacciones entre las plantas y los insectos.

“Son los dos principales grupos de organismos. Juntos suponen más del 75% de las especies que conocemos y cerca del 80% de cualquier ecosistema terrestre. Y están inextricablemente unidos por relaciones muy extensas en el tiempo e intensas. Por eso su estudio en el registro fósil nos permite tener una visión más holística y entender mejor cómo eran los ecosistemas”, explica sobre un campo de estudio relativamente reciente, aunque muy fructífero. “Es una de las pocas ventanas que tenemos a las relaciones ecológicas que había en el pasado”, añade.

Contar con registros de las interacciones planta-insecto –marcas de herbivoría, agallas o puestas de huevos– es complejo, pero el Museo Sueco de Historia Natural, donde Artai realiza una estancia postdoctoral desde el pasado octubre, cuenta con valiosas y nutridas colecciones paleobotánicas como la de finales del Pérmico procedente de la provincia china de Shanxi. “Es gigantesca y estimamos que incluye unos 30.000 especímenes en los que vamos a buscar esas marcas. Y, como además proceden de diferentes niveles estratigráficos, podremos caracterizar las relaciones que había antes de la extinción y cómo se fueron recuperando después”, destaca.

El proyecto, financiado por el Gobierno sueco y liderado por el reconocido experto Stephen McLoughlin, también incluirá el análisis de muestras de Australia, su país natal, y de varias regiones españolas, lo que les permitirá descubrir si la respuesta a la extinción fue homogénea o diversa en los diferentes puntos del planeta.

Artai Santos, ante la sede del Museo Sueco de Historia Natural, en Estocolmo.

Artai Santos, ante la sede del Museo Sueco de Historia Natural, en Estocolmo. / Cedida

El origen de la Gran Mortandad no está claro y se manejan como hipótesis una elevada actividad volcánica, el impacto de un asteroide o incluso la liberación de hidratos de metano desde los océanos. Pero el trabajo de Artai contribuirá a desvelar qué ocurrió en esos momentos y cómo los ecosistemas reaccionaron y lograron recuperarse. “Queda mucho por hacer, pero ya hay resultados prometedores”, avanza. Y además resultarán de gran interés en el actual contexto de cambio climático: “Conocer bien cómo las relaciones planta-insecto cambiaron antes y después de las extinciones masivas también nos puede dar pistas de lo que podría pasar en el futuro”.

Artai pertenece al departamento de Paleobiología, donde el ambiente es muy internacional. “Tengo compañeros australianos, chinos, sudafricanos y de varios países europeos. Por suerte, el idioma principal es el inglés, pero quiero intentar aprender el sueco cuando tenga más tiempo libre, que no sé cuándo será”, admite entre risas.

Al investigador cangués ya le atraía la paleontología cuando empezó Biología en la UVigo –”Reconstruir la vida en la Tierra a partir de fósiles siempre me creó mucha curiosidad”, admite– y ya en el primer año de carrera se enganchó a la paleobotánica gracias a las clases de su profesor y posteriormente director de tesis, Bienvenido Diez.

Bajo su supervisión, Artai desarrolló una investigación sobre el Jurásico en la Península Ibérica para la que excavó nuevos yacimientos e incluso realizó descubrimientos como el de los primeros insectos de ese periodo. Todo ello le valió recientemente el premio extraordinario de la universidad viguesa.

Nada más defender la tesis, en marzo de 2023, se marchó como ‘postdoc’ a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y tuvo la oportunidad de trabajar en varias de sus sedes antes de recibir en octubre una oferta irrechazable del Museo Sueco de Historia Natural. Así que cambió la ciudad de Hermosilla, en pleno desierto de Sonora, y con temperaturas que llegaron a superar los 50 ºC durante su estancia, por la capital sueca, donde en ese momento estaban a -18 ºC. “No solo fue un choque cultural, sino también climático”, bromea Artai, que todavía conserva cierto acento y expresiones de una tierra en la que vivió una experiencia “muy bonita” y a la que promete volver.

Artai Santos, en el desierto de Sonora, en México.

Artai Santos, en el desierto de Sonora, en México. / Cedida

“Son sociedades muy distintas. La sueca no es tan divertida como la mexicana, pero cada país tiene sus cosas y a nivel científico estoy muy contento. Es un lujo trabajar con McLoughlin y todos los días aprendo de él. Aquí hay mucha más inversión y los laboratorios están muy equipados. No es que los científicos estén mejor preparados que los españoles, pero sí tienen mucho más apoyo. Cuando estás por el mundo aprendes mucho, pero también te das cuenta de que en España y en la UVigo se hace ciencia de mucha calidad”, reivindica.

“Una de las cosas que más me gusta es viajar y conocer nuevas culturas y paisajes. Pero también me encanta Galicia y, si pudiera elegir, en el futuro me gustaría volver a España”, añade Artai, cuya estancia en Suecia se alargará, al menos, hasta finales de 2025.

De momento, mantiene la colaboración con el profesor Diez, con el que acaba de publicar un segundo artículo sobre Camarena, una isla de origen volcánico ubicada hace 170 millones de años entre las actuales provincias de Teruel y Valencia y muy alejada de la costa: “En el primero abordamos la llegada de los insectos y lo llamamos ‘Una historia de Robinson Crusoe’ y en este segundo capítulo de la saga hipotetizamos cómo las plantas fueron capaces de colonizarla”.

Y también tienen pendiente continuar las investigaciones sobre los fósiles vegetales hallados en los sedimentos marinos de la plataforma continental de Galicia y que ayudarán a desvelar cómo eran nuestros paisajes durante el Jurásico. 

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