Energía minieólica

Viento en popa para esta tecnología

El árbol del viento ("l'Arbre à vent") de la empresa francesa NewWind.

El árbol del viento ("l'Arbre à vent") de la empresa francesa NewWind. / FARO

Francisco Yáñez

Francisco Yáñez

Los seres humanos han intentado capturar la fuerza del viento y transformarla en energía desde hace miles de años. Se utilizó para impulsar barcos de vela a lo largo del río Nilo ya en el año 5.000 a.C. En China, hacia el año 200 a.C., se empleaban molinos de viento para extraer agua, mientras que en Persia y el Medio Oriente se utilizaban también para moler granos. Los comerciantes y cruzados que retornaban de esas tierras llevaron esta innovación por toda Europa. Esto permitió su uso para otras aplicaciones, como el drenado de lagos y pantanos que hacían los habitantes de los Países Bajos en el delta del río Rin. En España, los famosos molinos de aspas del ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha se utilizaron masivamente para bombear agua o moler grano hasta los primeros años del siglo XIX. Con el inicio de la Revolución Industrial, la utilización de estos molinos experimentó una disminución notable, pues a partir de ese momento las fuentes principales de energía pasaron a ser las máquinas de vapor impulsadas por carbón o hidrocarburos derivados del petróleo. Actualmente, a diferencia de los primeros molinos de viento, las turbinas eólicas modernas utilizan generadores y otros componentes para convertir la energía de giro de las palas en un flujo suave de electricidad.

La eólica representa todavía una fracción pequeña de la producción mundial de electricidad, algo más del 6%, pero está experimentando un rápido crecimiento, a un ritmo de entre 15 % y 20 % por año. Y este crecimiento no debería parar, porque a medida que los sectores del transporte y la calefacción se electrifiquen cada vez más, la demanda aumentará, proporcionando un argumento más sólido a favor de un incremento de capacidad de electricidad limpia.

Generalmente, determinadas por la forma de giro, las turbinas eólicas se pueden clasificar en dos tipos básicos: turbinas eólicas de eje horizontal y turbinas de eje vertical. Los aerogeneradores horizontales necesitan estar orientados en la dirección del viento mediante el uso de un mecanismo de control. Las turbinas de eje vertical no necesitan tal sistema de control; siendo indiferente de qué lado sople el viento, la posición del rotor siempre es la correcta. A nivel tecnológico, actualmente está cobrando especial protagonismo e interés la denominada “minieólica”, pequeños aerogeneradores de potencia inferior a los 100 kW y con un sistema más sencillo de instalación, aunque el precio actualmente supera a la fotovoltaica.

Esta nueva tecnología tiene importantes ventajas: permite el suministro de electricidad en lugares aislados y alejados de la red eléctrica; genera energía de manera distribuida (microgeneración distribuida) reduciendo de este modo las pérdidas de transporte y distribución; produce electricidad en los puntos de consumo, adaptándose a los recursos renovables y a las necesidades energéticas de cada lugar, y puede combinarse con fotovoltaica en instalaciones híbridas, dado que la energía eólica y la solar se complementan perfectamente. El viento suele ser más fuerte después de que el sol ha calentado el suelo durante un tiempo. El aire caliente se eleva y deja un vacío por donde puede entrar otro aire, lo que produce corrientes de viento horizontales. Podemos aprovechar la energía solar durante las primeras horas del día, y recurrir a la energía minieólica por la tarde y la noche. En la actualidad se trabaja en mini aerogeneradores de eje horizontal, que son más apropiados para explotaciones agrícolas, ganaderas o polígonos industriales; y en otros de eje vertical para aplicaciones integradas, destinados principalmente a edificios y cubiertas de naves industriales.

La integración de esta tecnología en las ciudades es todo un reto, y merece especial mención una idea creativa desarrollada por un equipo de ingenieros franceses: el “árbol del viento”, una innovadora turbina eólica en forma de árbol capaz de generar 3kW de potencia instantánea y 1900 kWh en un año, cuyas ramas contienen hojas de material plástico que giran y capturan el viento y transfieren la energía a través de un generador situado en la base de cada una de ellas.

Otra innovación tecnológica incipiente, desarrollada por una startup española llamada Vortex Bladeless, es el molino sin hélices, que resuelve los dos grandes problemas de los molinos de viento: la muerte de miles de aves cada año por colisión, y el nulo reciclaje actual de las aspas, que se amontonan en vertederos sin un destino claro. Este molino sin hélices consiste en un gran mástil que, en vez de dar vueltas y vueltas para generar electricidad, lo que hace es tambalearse a medida que el aire se mueve a su alrededor y obtener energía gracias a la vibración del mástil.

Sin duda se avecina una era nueva con reducciones en las emisiones del sector eléctrico, gracias a la combinación de energía eólica y solar. En el futuro, las turbinas eólicas podrían estar en todas partes, construidas de manera sutil y elegante en diversos entornos, y probablemente apenas nos daremos cuenta. Pero todavía queda mucho por hacer: a nivel regulatorio, la energía minieólica se encuentra catalogada en el mismo marco que la gran eólica. La falta de diferenciación entre ambas tecnologías perjudica enormemente el desarrollo del sector minieólico. La oportunidad está ahí, pero todo dependerá de las medidas que tomen ahora los gobiernos, y de la estrategia que defina y que quiera seguir la UE. Ya lo decía Séneca, “cuando no sabes hacia donde navegas…, ningún viento es favorable”. 

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