Mujeres fuera de serie

La sanadora de traumas

La psiquiatra Anabel González trabaja para liberar a las personas de los recuerdos dolorosos que no les dejan avanzar. Lo hace desde su consulta del hospital de A Coruña, pero también ha tratado a presos y a personas sin hogar. La viguesa es autora además de exitosos libros de autoayuda, otra forma de tender la mano a quien lo necesite

La psiquiatra Anabel González, en las rampas de Gran Vía de Vigo

La psiquiatra Anabel González, en las rampas de Gran Vía de Vigo / JOSÉ LORES

Amaia Mauleón

Amaia Mauleón

La amplia sonrisa de Anabel y su calma invitan a su interlocutor a hablar. Sin duda, serán herramientas útiles en su trabajo. Anabel Gonzalez (Vigo, 1967) es psiquiatra. Está especializada en el tratamiento de traumas graves, que atiende en el programa que coordina en el Hospital Universitario de A Coruña. Entre sus pacientes también están reclusos de la prisión de Teixeiro o personas sin hogar del albergue de la ciudad herculina. Llegar al corazón de los traumas, desenredarlos y ofrecer a la gente la oportunidad de proseguir sus vidas liberadas de ese terrible peso es su encomiable labor.

Pero Anabel da un paso más. Es una excelente divulgadora y sus numerosos libros –“Lo bueno de tener un mal día” o “¿Por dónde se sale?”, entre otros- traducidos a varios idiomas, pretenden aportar claves también a las personas que, por distintas causas, no llegan a sentarse en la consulta. O como complemento a ella.

La doctora viguesa asegura que llegar a donde está no ha sido en absoluto el resultado de un elaborado plan de vida sino fruto de diversas circunstancias y, también, de algunas casualidades.

  • ¿Quién soy?

    “Una mujer muy curiosa, con la necesidad de romperme los esquemas y buscar constantemente nuevos desafíos”

Anabel nació en Vigo porque sus padres, naturales de Monforte de Lemos, vinieron a la ciudad cuando su padre fue contratado como soldador en Citroën. Hija única, la niña vivió un año con sus abuelos cuando sus padres emigraron a Alemania. “Creo que los hijos de emigrantes heredamos un especial espíritu de esfuerzo y gran capacidad de trabajo”, opina. Ella destacó siempre como muy buena estudiante, en el Colegio Jesuitinas primero y en los Jesuitas los últimos cursos.

Curiosamente, dudaba entre estudiar Medicina y Bellas Artes, porque le gustaba mucho el dibujo. “El argumento que me hizo decantarme por la medicina fue que como era una niña bastante tímida pensaba que si me metía en Bellas Artes me quedaría encerrada en una burbuja y por eso debía orientarme hacia una profesión que me obligara a interaccionar más con la gente”, explica. Sus padres también la animaron a elegir esa opción y así la joven se mudó a Santiago, donde estudió la carrera. “Nunca me arrepentí de esta decisión y tengo un recuerdo estupendo de los años de universidad”, asegura.

Anabel en una imagen familiar

Anabel en una imagen familiar / Cedida

Anabel siempre se sintió atraída por los misterios del cerebro, por lo que se decantó por la especialidad de Psiquiatría. Pero su inagotable curiosidad la llevaron también aquellos años a estudiar Criminología y a iniciar Sociología. “No puedo evitar meterme en muchas cosas a la vez, llevo mal el aburrimiento, aunque a veces termine saturada”, admite riendo.

Tras terminar la carrera y lograr un doctorado Suma Cum Laude, la viguesa comenzó una “gira” por centros de especialidades de toda Galicia hasta aterrizar en el Complexo Hospitalario Universitario A Coruña (CHUAC), donde continúa a día de hoy. Desde sus inicios tuvo muy presente además la docencia. Comenzó impartiendo cursos en el hospital sobre la relación médico-paciente al que siguieron otros muchos centrados en el tratamiento de los traumas y es también tutora de varios doctorados en la Universidade da Coruña.

Pero fue el descubrimiento de la técnica de tratamiento EMDR lo que supuso un punto de inflexión en su carrera. “Me gusta explorar cosas nuevas y me formé en distintos tipos de psicoterapia. Cuando estaba trabajando sobre trastornos de personalidad di, casi por casualidad, con esta terapia que, por aquel entonces, casi estaba comenzando y me llamaron mucho la atención los resultados que lograba”, explica. La EMDR se basa en desensibilizar un recuerdo traumático mediante un determinado movimiento ocular, que ayuda a que el cerebro se desbloquee y la experiencia vaya perdiendo fuerza. “En aquellos momentos sonaba un poco extraño, pero tiene una amplísima investigación detrás y es una terapia que, si consigues que la persona esté en disposición de conectar con los recuerdos adecuados, los resultados pueden ser muy buenos y más rápidos que con otras terapias”, describe.

En estos momentos Anabel preside la Asociación EMDR España, que cuenta con más de 3.000 socios en nuestro país.

Anabel González en una conferencia.

Anabel González en una conferencia. / Cedida

En su afán por compartir conocimiento, Gonzalez dedica desde hace años buena parte de su tiempo a escribir. Comenzó con libros profesionales, el primero sobre los trastornos disociativos, “escribía sobre temas de los que apenas había material publicado y que a mí me habría gustado leer; algunos los edité yo misma y otros con editoriales especializadas”, comenta.

Sin embargo, su primera obra dirigida al público general, “No soy yo”, que autoeditó, tuvo tan buena acogida que la Editorial Planeta la llamó para proponerle caminar juntos. “Me lo plantearon bien y decidí probar”, recuerda. Esta comunión ha resultado de lo más exitosa y la viguesa ya ha publicado varios libros – el último “¿Por dónde se sale?”- junto al gigante editorial que se han traducido a varios idiomas.

“Escribir me relaja, es una terapia para mí misma, y me parece una forma muy interesante de llegar a personas que por diversas razones no acuden a las terapias personales, o incluso como complemento a ellas”, explica la autora. Además, tiene una cuenta en Instagram con más de 50.000 seguidores en la que cuelga, entre otros, consejos para superar problemas como la ansiedad, conectar con los recuerdos y manejar las emociones. “Empecé en Instagram durante la pandemia, como una forma de ayudar ante la impotencia que teníamos por lo que estaba sucediendo. Se ha ido formando una comunidad de seguidores que interactúan y me parece una forma de comunicación muy interesante”, asegura. Gonzalez advierte que los libros o internet no deben sustituir a las terapias, “pero hay que tener en cuenta los largos tiempos de espera que existen para asistir a las terapias de la sanidad pública y los costes de la privada, que no todos pueden asumir, por lo que estas herramientas pueden ser una ayuda”, opina.

La psiquiatra asegura que muchas veces son “frustrantes” las dificultades que tienen los médicos para ejercer su labor. “Normalmente disponemos de solo 20 minutos para realizar terapias que precisarían de 40; nos vemos obligados a dar de alta a pacientes antes de tiempo o no podemos ingresar a otros aunque consideremos que estarían mejor que en su casa. La salud mental tiene aún mucho que mejorar, pero aún así yo soy afortunada porque mi consulta es un poco especial y sí puedo organizar sesiones de 30-40 minutos y ver a mis pacientes una vez al mes, lo cual es todo un lujo”, agradece.

"Voy a mi terapeuta una vez al mes para hacer limpieza mental; es muy necesario”

Anabel trata de no llevarse a casa las historias, muchas veces terribles, de los pacientes a los que trata. De todas formas, admite que este trabajo “te acaba pasando factura, por lo que voy a mi terapeuta puntualmente una vez al mes para hacer una limpieza mental, que es muy necesario”, asegura.

La viguesa es madre de dos hijos, Diego y Andrea, de 20 y 24 años. Ninguno ha seguido sus pasos en el mundo de la Medicina; ella trabaja en la edición editorial y él estudia animación 3D. “La crianza, como para casi todas las mujeres que trabajamos, no fue fácil y muchas veces me sentí culpable por no estar presente en muchos momentos de sus vidas”, afirma. “Ahora los padres cada vez están más implicados, pero hombres y mujeres vivimos la experiencia de manera diferente”, opina. En su caso, destaca el gran apoyo que fue y es su tercer marido, “que se implicó en el cuidado de los niños desde muy pequeños, como si fueran propios”.

Anabel Gonzalez en el Club Faro.

Anabel Gonzalez en el Club Faro. / Ricardo Grobas

La psiquiatra confiesa que tener el conocimiento sobre las formas más adecuadas de tratar a los hijos para que crezcan sanos mentalmente no exime a nadie de equivocarse. “Yo creo que todos los padres coleccionamos nuestro catálogo de meteduras de pata y eso es bueno; tener unos padres perfectos puede afectar a los niños, ya que se les transmite, aún sin quererlo, un nivel de exigencia demasiado grande”, apunta.

Anabel asegura que necesitaría varias vidas para poder hacer todo lo que le gustaría. Su tiempo libre lo dedica mayormente a escribir, aunque también disfruta mucho con su familia en la casa que tienen en Raxó. “Todos tenemos que hacer renuncias en la vida, pero estoy contenta con la mía y no las vivo como un trauma”, concluye como comenzó, con una acogedora sonrisa. 

Las pioneras: Anna Freud, las bases de la psicología infantil

Anna Freud en 1957

Anna Freud en 1957 / FDV

Anna Freud (Viena, 1895 - Londres, 1982) fue la menor de los seis hijos del matrimonio Freud y la única que siguió los pasos de su padre. Trabajó con él en la teoría psicoanalítica, aunque destaca especialmente por desarrollar las bases de la psicología infantil.

Ya desde muy joven solía asistir a las reuniones del Círculo Psicoanalítico de Viena y empezó a psicoanalizarse con su padre.

Es en esta época cuando Anna Freud dejó de trabajar como institutriz para dedicarse al psicoanálisis. Entre 1925 y 1930, empieza a impartir seminarios y conferencias para formar a psicoanalistas y educadores, convencida de que la teoría creada por su padre podía resultar muy útil durante los primeros años de vida de los niños. Publicó el libro “Introducción al Psicoanálisis para educadores”. Profundizó asimismo en los últimos estudios de su padre, siendo su obra principal “El yo y los mecanismos de defensa”.

Anna nunca se casó y vivió muchos años acompañada de su fiel compañera, la norteamericana Dorothy Burlingham, con quien trabajó para desentrañar los misterios de la mente infantil.

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