Mujeres fuera de serie

La música maestra en varias cuerdas

Cristina Pato fue la primera mujer gaiteira que grabó un disco en solitario y deslumbró con su innovadora proyección de este instrumento. La artista ourensana desarrolla proyectos de docencia en universidades de prestigio estadounidenses en los que vincula las ciencias y las humanidades a través del arte. Compone, produce y el año pasado se estrenó como novelista.

La música, docente y escritora Cristina Pato.

La música, docente y escritora Cristina Pato. / Xan Padrón

Amaia Mauleón

Amaia Mauleón

Entre la música gallega y la clásica. Entre Estados Unidos y Galicia. Entre las ciencias y las humanidades. Cristina Pato (Ourense, 1980) es una mujer que no teme traspasar fronteras. De ningún tipo. No lo hizo cuando, con solo 18 años, se convirtió en la primera mujer en grabar un disco en solitario como gaiteira en España, “Tolemia”, con el que abría camino a la gaita a territorios muy poco explorados. Tampoco cuando se embarcó en diversos proyectos innovadores en universidades como Harvard. Se atrevió también a ahondar en las raíces de su propia familia y reflejar sus sentimientos a través de un lenguaje que no era el musical, sino el literario. Cristina es una virtuosa, en el más amplio sentido de la palabra. Independiente siempre. Una mujer que se inventa y reinventa sin prejuicios de ningún tipo. Que hace muchas cosas a la vez y las hace bien.

  • ¿Quién soy?

    “Música, escritora, educadora y productora”

Asegura la artista que sus padres, Dositeo y Maruxa, fueron sus grandes referentes y agradece a su esfuerzo todo lo que ella es hoy. La madre dedicó su vida a las cuatro hijas –de las que Cristina es la menor– mientras el padre se dedicaba a muchos oficios, entre ellos la enmarcación de cuadros o la venta de joyería. “Tenía un estilo particular de venta, que lo llevaba de barrio en barrio, y que se centraba en la confianza, pues mi padre básicamente vendía fiando, una realidad que siempre me fascinó, la del poder de la palabra de las clases invisibles”, cuenta. Todo esfuerzo era poco para ofrecer a sus hijas lo que ellos no pudieron tener: “una educación completa que nos llevase a poder construir una vida propia”. Pero, sobre todo, en el hogar de los Pato, siempre sonaba la música. “El acordeón de mi padre era la banda sonora de todas las fiestas de nuestra aldea, algo que ya venía de atrás, pues mi abuelo paterno regentaba un salón de baile en el que mi padre y sus hermanos tocaban el acordeón. Mi madre también adoraba la música, por lo que cuando mis hermanas comenzaron a interesarse, ella apoyó ese camino”, describe Pato, aunque su ejemplo más directo fue su hermana Raquel, que comenzó con la gaita y el piano cuando ella tenía cuatro años “y yo, simplemente, seguí sus pasos”.

Cristina junto a su familia en 1983

Cristina junto a su familia en 1983

Con solo 6 años, Cristina ya mostraba un talento sorprendente e ingresó en el Conservatorio y en la Real Banda de Gaitas de Ourense, participando como solista, y pronto comenzó a tocar por todo el mundo. “Soy consciente de lo afortunada que fui por comenzar tan joven, tanto a tocar como a viajar, que quizá sea lo que más me ilusionaba del mundo de la música”.

Su adolescencia no fue como la de otras chicas aunque, advierte, “me encantaba y me sigue encantando hacer muchas cosas a la vez, y lo que hacía era porque quería. De alguna manera mi relación con la música en la adolescencia me salvó de muchas situaciones; me aportaba una especie de refugio al que retirarme cuando todo iba del revés”.

Cristina Pato (derecha) junto a su hermana Raquel y Dositeo, su padre, con el acordeón

Cristina Pato (derecha) junto a su hermana Raquel y Dositeo, su padre, con el acordeón

La ourensana no tomó conscientemente la decisión de dedicarse a la música de manera profesional. “Fui construyéndome un camino mientras caminaba, pero todo llegó tan pronto que quizá no tenía muy claro qué es lo que quería ser realmente, ya que siempre sentí curiosidad por muchas profesiones, una sensación que aún sigue ahí”, afirma.

Fue también junto a su hermana Raquel con quien Cristina se asomó por primera vez a la música profesional con el grupo Mutenrohi: “Me dio la oportunidad de experimentar con la gaita en otros lenguajes y luego seguir en solitario”, agradece la gaiteira. “Con ellos experimentaba con sonidos que eran nuevos para mí, con estilos que nunca había tocado, como el pop o el rock… Y gracias a eso me fui tomando la libertad de seguir experimentando”.

Cristina Pato tocando con su hermana Raquel

Cristina Pato tocando con su hermana Raquel

Con solo 18 años, Cristina sacó su primer disco y el éxito cogió a toda la familia desprevenida. “Mis padres, especialmente mi madre, lo vivieron con escepticismo. Fue todo muy repentino y nadie estaba preparado para lo que pasó. Quizá lo más complejo fue convertirme en un personaje público en tan poco tiempo y asumir la responsabilidad y las consecuencias de lo que eso conllevaba”, confiesa.

No fue fácil tampoco, recuerda, aterrizar en una industria eminentemente masculina en la que ella fue presentada como “la primera mujer gaitera en editar un disco en solitario”. “A veces pienso en las consecuencias de aquella frase, especialmente porque vengo de familia de mujeres y porque empecé con la gaita precisamente porque ellas empezaron antes que yo… También pienso en lo que significa hablar de este tema hoy y lo que significaba en 1999. Entré de cabeza en una industria que no conocía y que era muy diferente a mis experiencias en la música como motor de comunidad. En esa industria, como en la vida real, había muchos ismos, y en aquel momento de mi vida ni siquiera me planteaba la idea de poder hacer algo para cambiarlos. Mi perspectiva de hoy es diferente, pero igualmente sigo preguntándome cuál es la mejor manera de luchar contra los ismos, y por qué nos resulta tan difícil acabar con ellos”, reflexiona.

La insistencia de su madre en que la artista siguiera estudiando, formándose, a pesar de todo lo que pasaba a su alrededor, “fue lo que me mantuvo con los pies en el suelo”, considera. Así, alcanzó el título superior de Piano en 1999, el de Teoría de la Música, Transposición y Acompañamiento en 2001 y el de Música de Cámara en 2003; realizó un máster en Artes Digitales en 2002 y obtuvo el doctorado en Artes Musicales en 2008.

Y fue capaz de conseguir todo mientras su prolífica carrera musical seguía avanzando. Publicó seis discos como gaiteira solista y dos como pianista, además de colaborar en grabaciones con numerosos artistas, destacando el Silkroad Project, la organización fundada por el violonchelista Yo-Yo Ma, con la que ha trabajado desde el año 2006 y con la que participó en giras por todo el mundo y crearon los álbumes ganadores de un Grammy en 2017.

En el año 2004, Cristina Pato tomó la decisión de mudarse a Nueva York para proseguir sus estudios de piano gracias a una beca de la Fundación Barrié de la Maza. No era su primera incursión al otro lado del Atlántico. La primera vez fue en 1999, siguiendo los pasos de uno de sus maestros, Luiz de Moura Castro. “Pero Tolemia nos sorprendió a todos, y por circunstancias profesionales tuve que volver”. La segunda fue en 2003, cuando terminó sus contratos discográficos, pero al poco de estar allí, su padre murió de repente y decidió regresar a Galicia. La beca Barrié fue la excusa definitiva para empezar de nuevo en Nueva York y esta vez Cristina no se fue sola, sino con su marido, Xan Padrón, al que conoció cuando era el bajista de Mutenrohi y ahora trabaja como fotógrafo y con quien ya lleva 25 años caminando de la mano. “Nos enamoramos de una ciudad en la que todos somos de fuera, pero también locales, una ciudad que está constantemente enseñándote lecciones de vida, en la que no paras de aprender”, asegura.

Aunque nunca ha estado demasiado tiempo fuera de su querida tierra gallega. Como hija de emigrantes, Cristina siempre tuvo claro que se puede ser de muchos lugares a la vez. También, que se pueden hacer cosas diferentes y que no por haber empezado en música y tener éxito estaba condicionada a seguir para siempre por la misma senda.

Cristina Pato actuando con la Real Filharmonía de Galicia

Cristina Pato actuando con la Real Filharmonía de Galicia

Hace 15 años, en el camino de Pato se cruzó la docencia y desarrolló diversos proyectos en grandes universidades como la de Harvard, la de California en Santa Bárbara y la de Nueva York. Se siente feliz en ese nuevo escenario hasta el punto de que la educación se ha convertido en unos de los pilares de su vida profesional. Todo comenzó con su trabajo como asesora de educación en Silkroad, donde se centraba en encontrar los puntos de intersección entre las ciencias y las humanidades a través de las artes. En la actualidad no trabaja en departamentos de música, sino que se dedica a desarrollar proyectos entre departamentos y disciplinas a través de las artes. “Por los temas en los que me he ido especializando, mis estudiantes vienen sobre todo de las ciencias, y su pasión y curiosidad me inspiran cada día”, destaca.

“La enfermedad de mi madre me ha enseñado muchas cosas y me ha hecho reflexionar sobre el papel de la memoria en la construcción de nuestra identidad, tanto a nivel individual como colectivo”

El olvido y la desmemoria es otro de los temas sobre los que Cristina ha estado investigando en los últimos años, desde que a su madre le diagnosticaron una demencia. Compuso una pieza narrativa de música de cámara sobre el río del olvido, el Lethes de la mitología griega y que la leyenda sitúa en la comarca ourensana de A Limia, y después creó con el neurocientífico Kenneth Kosik –uno de los descubridores del denominado gen del alzhéimer temprano– una clase pionera sobre memoria. “Es una clase fascinante, que me hace aprender mucho y de la que me siento muy orgullosa, pues estoy constantemente aprendiendo de mis alumnos y de mis compañeros”. “La enfermedad de mi madre me ha enseñado muchas cosas y me ha hecho reflexionar sobre el papel de la memoria en la construcción de nuestra identidad, tanto a nivel individual como colectivo”, explica. En estos momentos su madre se encuentra “relativamente estable”, “ahora puedo pasar más tiempo con ella, lo que me hace muy feliz a mí también”, apunta.

Junto a sus compañeros del proyecto sobre la memoria en la Universidad de Santa Bárbara

Junto a sus compañeros del proyecto sobre la memoria en la Universidad de Santa Bárbara

Cuando se retiró de los escenarios hace unos años, su ritmo de vida se acercó más al adagio, pero aquellos tiempos en allegro repletos de actuaciones y viajes fueron claves en su forma de entender la vida. “Quizás lo que me fascinaba de mi carrera no era tanto la música en sí, sino la experiencia musical compartida con tantas personas en todos los viajes y contextos en los que me moví; las giras por China, Corea, India, Australia, Nueva Zelanda, Emiratos Árabes, Europa o EE UU cambiaron mi perspectiva y me hicieron crecer cada día un poco más. Quizá no haya mejor escuela que andar por el mundo”, opina.

En la actualidad, la carrera profesional de Cristina Pato está centrada en la docencia, la escritura y la producción de proyectos entre arte y sociedad.

“Comencé a escribir en serio cuando mi madre empezó a perder la memoria; de repente la música dejó de aportarme ese refugio que siempre fue y la escritura se convirtió en mi manera de intentar entender qué era lo que estaba pasando"

“Comencé a escribir en serio cuando mi madre empezó a perder la memoria; de repente la música dejó de aportarme ese refugio que siempre fue y la escritura se convirtió en mi manera de intentar entender qué era lo que estaba pasando. Poco a poco fui creando el hábito de escribir y las cosas fueron apareciendo por el camino”, describe. De las columnas en varios medios de comunicación –por una de ellas recibió en 2020 el Premio Afundación Fernández del Riego– Cristina dio el año pasado el salto a la ficción con una novela inspirada en su padre y su forma de vida, “sobre la nobleza de las clases invisibles, el poder de la palabra y el complejo Ourense de los años noventa”, resume. “No día do seu enterro”, ya ha alcanzado la tercera edición y ahora la escritora está embarcada en su segunda historia. 

Junto a su madre Maruxa y su hermana Yolanda

Cristina Pato (centro) junto a su madre Maruxa y su hermana Yolanda / Cedida

Al cumplir los 40, Cristina Pato se deshizo de su característica melena verde, una forma, dice, de simbolizar una etapa que termina o que empieza, según se mire. Está deseosa de seguir descubriendo nuevos escenarios: musicales, literarios o científicos. Ella marca el ritmo.

Las pioneras: Áurea Rodríguez, la primera gaiteira profesional

Os maravillas de cartelle (Vida Gallega 350   Agosto 1927)

Áurea Rodríguez (segunda por la derecha), junto a "Os maravillas de Cartelle" en 1927 / Biblioteca Dixital de Galicia

Áurea Rodríguez es la primera mujer gaiteira profesional de la que se tienen registros y además pionera representante artística. Nacida en la aldea de Muntián (Ourense) en 1897, de familia de agricultores, María comenzó a tocar la gaita con solo 10 años. Tenía una habilidad innata y al fallecer su padre formó un conjunto musical junto a sus hermanos, Os Maravillas, como medio de sustento.

Siendo la mayor y quien tenía las mayores aptitudes musicales, se convirtió además de en respetada mujer gaiteira, en la directora y representante artística de la agrupación que alcanzó fama en toda Galicia.

Tocaron también en Barcelona, Sevilla y Madrid, donde la prensa de la época no dudó en calificarla como “la gran reina de la gaita gallega”. A finales de 1920 probaron suerte en Buenos Aires, donde recibieron numerosas propuestas laborales.

De regreso a Galicia, el hermano mayor abandonó la banda y Áurea formó con los otros dos un nuevo grupo, Os Menores, y emigraron a Argentina. A partir de ese momento su vida es un misterio y no hay registros de su historia.

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