Los días de los padres

Hablamos con siete hijos y cinco padres cuyas carreras tienen proyección pública. Les preguntamos a los primeros sobre la huella que les han impregnado sus progenitores en sus careras y a los segundos sobre qué han aprendido de sus vástagos y cómo valoran sus trayectorias

Estoy convencido de que los hijos somos una extensión de nuestros padres y desde pequeñitos, aunque no lo sepamos, comenzamos caminos que han sido soñados por ellos. Yo de alguna forma siento que realizo parte de los sueños de mi padre, en concreto el de la música, que él lleva dentro por su abuelo y que no pudo realizar porque se dedicó a otras cosas y harían falta varias vidas para poder satisfacer todas las inquietudes que uno tiene”, comenta Carlos Núñez, el músico gallego más internacional. Con motivo de la celebración del día del padre conversamos con siete hijos de seis padres cuyas carreras tienen proyección pública, ya sea en el ámbito intelectual, artístico o cultural. Les preguntamos por la huella que han impregnado en ellos sus padres, y a los progenitores le planteamos además qué han aprendido de sus hijos y cómo valoran sus trayectorias.

Oriana y Xosé Luis Méndez Ferrín

Xosé Luis Méndez Ferrín y Oriana Méndez, también escritora.

Xosé Luis Méndez Ferrín y Oriana Méndez, también escritora. / Pablo Hernández Gamarra/Eli Regueira

“Pola dedicación dos meus pais á docencia da literatura, os libros estiveron moi presentes dende o principio da miña vida, e iso foi algo que acabou sendo determinante porque eu tamén escribo”, manifiesta Oriana Méndez, hija de Xosé Luis Méndez Ferrín. “A valoración que eles facían da cultura e do coñecemento, que sempre entenderon que debería ser democratizado e chegar a todo o mundo, foi algo que herdei deles. Iso e unha visión do mundo con un sentido da xustiza moi marcado”, comenta. La escritora valora el apoyo que le dio su padre a su carrera literaria: “Sempre tendeu polo lado de impulsar a que eu fixese o meu camiño e tivese a miña propia voz. Non foi nin é nada crítico conmigo”.

Daisy, Pablo y Nelson Villalobos

En casa del pintor Nelson Villalobos sus hijos mamaron de la teta del arte. Con sus abuelos, primos y demás parientes en Cuba, Daisy, que vino a España con dos años, y Pablo, nacido en Vigo, tuvieron como familia a artistas e intelectuales españoles y cubanos que tenían en casa de Villalobos un punto de encuentro. “Incluso convivimos unos meses con Carlos Oroza y conseguimos por fin que unificara toda su obra en un libro que le editamos. Fue un trabajo muy bonito que hicimos entre mi padre y yo al que le dedicamos muchos años”, recuerda Daisy.

Con tres poemarios publicados, los dos últimos prologados por el premio Cervantes Caballero Bonald y el filósofo y poeta Ignacio Gómez de Liaño, Daisy Villalobos Leal estudió Bellas Artes y encontró en la literatura su lenguaje. “Recuerdo a papá pintando en su taller o sentado en la biblioteca de su estudio; él dibujaba o leía y yo me sentaba en el suelo mirándolo y a veces retratándolo. Conversábamos y leíamos poesía juntos: cada uno cogía un libro de un poeta y leíamos versos sueltos haciendo como un cadáver exquisito de poesía. Esos juegos y los tesoros que fui descubriendo en su biblioteca me han enseñado el camino de la poesía”, dice Daisy.

“Antes de aprender a escribir, se me ocurrió mi primer poema yendo por la calle con mi padre. Se lo dije y él me lo escribió. Cuando empecé a escribir, le decía “papá, he hecho un poema”. Él dejaba todo lo que estaba haciendo ­– siempre nos dedicó su tiempo, su atención y todo lo que necesitáramos, incluso sus materiales de pintura. Hablar con él siempre nos ha atajado los caminos, tanto en problemas personales como en cuestiones artísticas. Ha sido la persona, junto con mi madre, que más ha creído en nosotros. Y lo sigue haciendo. Es como si papá nos pintase, ha ido dando lo que la obra le ha ido pidiendo. Somos una obra en construcción constante, y papá también lo es”, expone Daisy.

Foto de familia de los Villalobos Leal.

Foto de familia de los Villalobos Leal. / Cedida

Los viajes en bicicleta, sentada en el radio que él iba acomodando como un especie de sillón para su hija, las visitas a las exposiciones en las que la niña se asombraba de que el padre no le dejase tocar los cuadros que ella había manoseado en el estudio, o el váter que fue improvisando en sus diferentes talleres hasta que, ya en Vigo, se hizo con uno que tenía baño forman parte de los recuerdos de infancia de Daisy. En la actualidad y ya con 33 años, la hija sigue contando con él para todo. “Cuando escribo o dibujo algo nuevo al primero que se lo enseño es a él, aunque esté en Cuba. Es hermosamente sincero; si te dice que algo es bueno, es verdad, y si no le gusta, también te lo dice”.

Pablo, Nelson y Daisy Villalobos.

Pablo, Nelson y Daisy Villalobos. / ALBA VILLAR

A Pablo Villalobos, el menor de la familia, le encandiló el cine desde que tenía diez años y ahora, con 27, ultima su segunda película. “De pequeño quería ser pintor, incluso con siete años salí en Faro de Vigo porque hice un Guernica en miniatura. Él nunca me ha impuesto el arte ni me ha dicho que me dedicara a ello, pero de él y de lo que me enseñó desde pequeño me viene esta sensibilidad”, comenta Pablo. Ahora de adulto, no concibe realizar ningún proyecto sin mostrárselo a su padre. “Mientras estaba editando mi primera película “Altar”, durante el confinamiento, creo que la vimos más de treinta veces, me aportaba esa parte pictórica y también cuestiones sobre la historia, porque él entiende las historias de una manera muy intuitiva. Lo tengo como mi asesor personalizado porque me fío mucho de su criterio. Es directo en sus respuestas y eso es lo que busco en la gente queme rodea: la madurez y la experiencia”.

Nelson Villalobos no cree que haya sido determinante en la elección de las carreras de sus hijos. “El legado que le puede haber influenciado es esa concurrencia de artistas que venían a mi casa y la actitud que tengo ante la vida, el hacer, el crear, ser sincero y consecuente, y que amen el arte, la cultura y lo que les rodea. Cada uno de mis hijos ha nacido con células individuales que tienen que desarrollar. Ellos me preguntan cosas y yo, más que darles respuestas, les hago preguntas en las cuales ellos encuentran la verdad”, explica. “Creo que yo he aprendido más de ellos que ellos de mí. He aprendido sobre todo a conocer de cerca y de nacimiento la inocencia de un ser humano, esa inocencia que intento llevar adelante como creador, que yo les he inculcado y ellos me inculcan constantemente, sobre todo cuando eran más pequeños”.

Carlos Núñez

Para el gaiteiro Carlos Núñez, su padre ha sido una especie de entrenador que ha apoyado su sueño de la música. “Él me ha enseñado que el gran secreto para conseguir tu sueño es la concentración, a mí me ha funcionado y me sigue funcionando. Él es ese entrenador al que siempre vuelvo después de cada viaje que realizo, no importa a qué parte del mundo, y le cuento. Siento que ese es el mejor premio para ellos –para mi madre también– después de todos esos consejos y apoyo que me han dado”.

El publicista Carlos Núñez y su hijo, el gaiteiro Carlos Núñez.

El publicista Carlos Núñez y su hijo, el gaiteiro Carlos Núñez. / Alba Villa/Ricardo Grobas

La “llave mágica” que regaló Carlos Núñez padre a su hijo Carlos le abrió la puerta a “ese maravilloso mundo celta”. Y es que el publicista, intelectual y político estuvo detrás del hermanamiento de Vigo con la localidad francesa de Lorient en los años 80, recuperando el festival celta que se había realizado en Vigo, por primera vez en España, en 1964. “Aquello fue para mí una fuente de inspiración enorme, desde niño iba los conciertos de Castrelos, me llevó a ver Milladoiro, a los Chieftains, veía a los gaiteiros escoceses desfilando por el Príncipe o tocando en la plaza de Compostela. En el festival celta mi sueño era dedicarme a eso. Y mi vida se ha convertido en eso porque él me enseñó la clave: la disciplina”. “Cuando yo tenía unos diez años, en unas vacaciones me empezó a llevar a su oficina de publicista y a la imprenta; ha sido una lección de vida maravillosa que a día de hoy yo sigo aplicando con otros jóvenes. Aprender el oficio trabajando es lo que yo viví después con los Chieftains”, relata Carlos Núñez. La fascinación por la investigar la historia es otro de los legados de su progenitor.

Foto familiar de Silvino Díaz y su hija Dani de niña.

Carlos Núñez padre e hijo en los años 70. / Cedida

Por su parte, el padre valora así la trayectoria profesional de su hijo: “El comienzo de la actividad de Carlos ha sido una parte muy importante de su vida musical; por eso aprendió de muy joven que el secreto para la formación de una rica vida cultural es tener muchos comienzos, con energía y conocimiento. En el caso del futuro de la música celta está empeñado en enriquecerla en su pluralidad y sin destruir la enorme riqueza originaria. Por eso ahora, Carlos ve grandioso difundir por todo el mundo un nuevo sueño musical: los secretos de la música celta de Beethoven, junto con la música tradicional de Galicia. Me emociona el trabajo de mis hijos comprometidos en el laberinto de los amplios espacios de la cultura celta”.

Los Cardalda

Yago Cardalda se subió a un escenario antes de nacer, pues su madre, estuvo dando conciertos hasta medio mes antes de dar a luz. El primogénito de los cinco hijos de Teo Cardalda y María Monsonís acompañaba de niño a sus padres en las giras, así que no es extraño que la primera vez que tocó como batería en un estadio no se sintiera nervioso. “Mis padres nunca quisieron que yo fuera artista, pero supongo que inconscientemente el ver en casa tanto piano y tanta mesa de mezclas me animó”, explica. Y es que entre los recuerdos de su infancia se ve sentado en las rodillas de su padre mientras éste componía o jugando al FIFA cuando su padre estaba en un estudio. “Cuando me puse por primera vez ante una mesa de mezclas yo sabía manejarla y me preguntaba por qué. Lo mismo me sucedió con la batería y con el piano. No fue porque mi padre me hubiera enseñado, sino que estuve durante años viendo lo que él hacía y la influencia está ahí”, relata Yago, que además de batería y pianista es director musical del dúo Marlena, coach de actores y director musical de eventos que ha escrito y dirigido su propio espectáculo, “Fritz, el musical”, con el que estuvo en la Gran Vía madrileña y que planea retomar.

Teo Cardalda y du hijo Yago.

Teo Cardalda y du hijo Yago. / Ricardo Grobas/Cedida

“Siempre evité que se me relacionara con mi padre, en principio para que nadie me dijera 'ah, claro, tocas porque eres hijo de'”, comenta. De hecho se puso como nombre artístico Yago Moncar, utilizando para el apellido las dos primeras sílabas de los de sus padres y poniendo el de su madre por delante. Lejos de tutelarle la carrera, su padre veía sus inclinaciones musicales desde la distancia y no fue hasta que lo vio tocar con otros músicos hasta que le propuso ir de batería con Cómplices. En cambio, su madre, estaba más atenta. “Cuando quiso ser músico pensé 'qué horror', pero Yago lo tenía clarísimo y le dije a Teo: “Oye, fíjate como toca, podemos llevarlo a Cómplices. Y nos lo llevamos de gira a Colombia”, comenta María Monsonís.

Yago recuerda con cariño esa etapa trabajando con sus padres y repetiría de tener tiempo, aunque confiesa que “cuando te contrata tu padre, las condiciones no son como con otra persona que te elige solo por tu capacidad, al ser familia acabas arrimando el hombro”.  Pese a haber tocado en numerosas formaciones de nivel, dice que “nunca he aprendido nada con ninguna banda como con mi padre. Es un musicazo, de los mejores de este país, el Elton John español. Pero va a su bola y como músico o le sigues o te pierdes. Un día al final de “Es por ti” empezó a tocar “Oliñas veñen” y luego volvía a la otra canción; y yo tenía que seguir todos esos cambios con la batería”.

Por su parte, Teo Cardalda, que nos atiende junto a María en plena preparación del nuevo disco cuyo primer single sale a finales de este mes, comenta que tanto su hijo Yago como el menor de la familia, Antón, productor de rap conocido artísticamente como Baby Pantera, “siempre fueron muy curiosos, al estar constantemente en contacto con todo lo que tiene que ver con la música los dos pillaron el amor a la música, lo bonito que es”. Respecto a las carreras de Yago y Antón, dice seguirlas en todo momento desde la distancia. “Nosotros somos curiosos, sufrimos en silencio y estamos pendientes de cómo les va. Forman parte de la nueva generación y tienen las maneras de su tiempo, aunque creo que cogieron mucho de nuestra época, de una manera de hacer que no se puede perder”.

César y Sergio Portela

Para el escultor Sergio Portela, hijo de César Portela, “tener a los maestros en casa supone un viento a favor y una exigencia”. En su carrera siempre contó con el apoyo de sus padres, ambos arquitectos, por lo que conoció ese mundo desde niño “para bien y para mal” “Esa profesión es intensa y consumidora del alma en pro de su propósito”, comenta.

El arquitecto César Portela y su hijo, el escultor Sergio Portela.

El arquitecto César Portela y su hijo, el escultor Sergio Portela. / Gustavo Santos

En las obras de arquitectura de César Portela donde Sergio tiene escultura, “mi padre siempre se la jugó a costa de ser criticado”, afirma. “Ello implicaba que en las ofertas mis esculturas debían ser las más adecuadas en material, forma, contenido, y proporciones, y las más económicas con diferencia ante otras propuestas artísticas para que nadie pudiera decir que habían sido dadas al hijo de por ser hijo de. Tenía la ventaja de saber desde un primer momento cómo era el proyecto y qué era lo que se buscaba. No podía fallar ni fallarle en calidad y plazos de cada obra. Siento que así ha sido en todas las colaboraciones. Ha sido un honor y una alegría sufrida, como toda relación próxima de afectos”, manifiesta.

Para el escultor, su padre “siempre ha dado liebre por gato en su trabajo, mucho más de lo que se le pedía. Ello ha supuesto en muchas obras cero rentabilidad económica. Nadie puede poner en duda su capacidad de trabajo, su vinculación para con la sociedad y su criterio profesional”.

César y Sergio Portela, padre e hijo, en Yosemite en 1988.

César y Sergio Portela, padre e hijo, en Yosemite en 1988. / Álbum familiar.

César Portela, por su parte, manifiesta que a sus hijos les recomendó dos cosas: “Primero, que no se consideraran más que nadie pero tampoco menos, y, segundo, que deberían estudiar y vivir toda su vida de un trabajo que les gustara, y que lo buscaran hasta que lo encontraran porque solo así, con entusiasmo, lo harían bien y disfrutarían de él”. También les inculcó su interés por conocer mundo, acercarse a otras maneras de pensar y así tener más perspectivas desde las que analizar. De hecho, a Sergio se lo llevó a varios viajes, de los que recuerda uno por el Cañón del Colorado. “Estar con un hijo de viaje 24 horas al día en un medio distinto hace que surjan mil cosas, discutes de lo divino y de lo humano”, dice.

Dani y Silvino Díaz

“Mi padre me animó desde pequeña a estudiar en el conservatorio y creo que eso fue clave para interesarme por la música”, comenta dani, nombre artístico de Daniela Díaz Costas, hija los ex integrantes del grupo de la movida viguesa Aerolíneas Federales Silvino Díaz y Rosa Costas.

Silvino Costas y su hija, la cantante y compositora Dani.

Silvino Díaz y su hija, la cantante y compositora Dani. / Cedida/Marta G. Brea

En su carrera musical, Daniela cuenta siempre con la opinión de su padre. “Es de las primeras personas a las que mando mis maquetas y nuevas canciones. Confío mucho en su criterio, es una persona la que admiro mucho musicalmente, así que cualquier crítica que tenga que hacer, bienvenida sea”.

Los días de los padres

Foto familiar de Silvino Díaz y du hija Dani de niña. / Cedida

Silvino, que es profesor de conservatorio, apunta al entorno en que su hija creció como clave para su inclinación artística. “En casa nunca hubo diferencia entre “alta y baja cultura” musical y desde bien pequeña ha escuchado música de distintos estilos y épocas. Esto la ha hecho ser una persona con una sensibilidad muy especial y muy atenta, a la vez, al paisaje musical de su tiempo”, dice. 

Siento una profunda admiración y respeto por todo lo que hace, veo en ella compromiso y pasión. Algunas de sus letras, las puedo entender en clave muy personal y puedo entender en ellas lo que marcaron algunos de los episodios vividos no alegres precisamente, como la separación de sus padres y otros más personales. Es aterrador y bello al mismo tiempo observar el impacto emocional que puedes producir en tus hijos reflejados en una canción”, comenta.

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