11-M, una tragedia con causas y consecuencias

Francisco Hernández Vallejo

He tenido ocasión de visualizar muchas veces el terrible atentado yihadista en los trenes de Madrid. Antes de escribir este artículo, vi el magnífico reportaje de Netflix, donde se da un repaso a declaraciones de víctimas, de familiares, de bomberos, de policías... Y en la antesala de unas elecciones a tres días vista, de políticos que concurrían a las mismas.

También presencié los actos de recuerdo y homenaje a las víctimas, donde se aprecia la falta de unidad en asuntos trascendentales de quienes nos gobiernan, tanto en Madrid como en el resto de España.

Y volví a escuchar, con asombro e indignación, el comunicado de FAES que preside José María Aznar, manteniendo sin rubor que, en aquellas fechas, se contó desde el Gobierno que él presidía la verdad a los españoles.

Creo que en alguna ocasión ya escribí sobre esta desgracia. No obstante, debo reiterar que solo al día siguiente del atentado, un destacado miembro de la Policía Nacional, amigo personal, me dijo textualmente: ‘Paco, han sido los moros, el Gobierno ya lo sabe. Están acojonados, porque saben que si lo admiten, pierden las elecciones”.

A partir de ese momento, escuché con avidez todas las comparecencias del presidente Aznar, del ministro del Interior, Ángel Acebes; del candidato del PSOE, Rodríguez Zapatero; de Mariano Rajoy y de miembros destacados de Batasuna. ETA, a pesar de su sangriento pasado, no encajaba en la ecuación de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado.

Aquella tragedia fue sin duda fruto de la entrada de España en el conflicto de Irak, que rompía el ‘statu quo’ de nuestro país con el mundo árabe, que se remontaba a los tiempos de la dictadura. Fue manejada desde el Gobierno de Aznar con la mayor torpeza mediática que he presenciado en mi vida. Mentiras y medias verdades en cascada, falsedad y soberbia suprema que, hoy en día, Aznar sigue manteniendo. Imposible entender cómo puede ser todavía una referencia en el PP actual.

Con ser graves las mentiras del Gobierno de Sánchez, siguen sin alcanzar las cotas de aquella trama impúdica, denunciada incluso por medios de comunicación afines a postulados del PP, como el periódico ‘Abc’. Un Gobierno al servicio de las mentiras, con el único fin de mantener el poder. Veinte años después, todavía no se bajan de la burra.

Las consecuencias de aquello han sido irreparables desde el lado humano de la tragedia. Vidas rotas, dolor que nunca pasará, pesadillas con imágenes pavorosas y, en el lado bueno, la enorme reacción ciudadana, las colas para donar sangre, el heroísmo de seres anónimos, bomberos, sanitarios y policías. Solidaridad internacional, actos testimoniales, que el espacio del artículo no da margen para ser descritos.

Finalmente, las consecuencias sociales y políticas. La llegada de Zapatero plantó el germen de una nueva confrontación, que rompe el espíritu de la Transición, polariza a España otra vez en bloques y desata los intentos de fractura territorial en Cataluña. De Aznar a Zapatero, dos presidentes manchados por la historia, todavía omnipresentes en la vida política española. No hay quien lo entienda.

Honor a las víctimas, consuelo a las familias rotas y la más absoluta reprobación a FAES y a su presidente. La historia les pondrá en su lugar.