Ser agradecidos

Pedro Regojo Otero

Pedro Regojo Otero

El sábado seis de abril mi amigo Felipe Bárcena y Varela de Limia nos invitó a la comida de un grupo de amigos que la teníamos en el restaurante Patacas cuya dueña, María, nos atendió con mucho cariño.

 Me encontré con viejos amigos y conocí a personas muy interesantes, abogados con una memoria prodigiosa, Cholo Armada y Jorge Rodríguez-Zapata con su mujer, Mari Carmen Bárcena, amiga mía.

 Nos sentamos en la mesa a la antigua usanza, las mujeres a un lado y los hombres al otro. Cada uno fue pidiendo a María sus preferencias: empanadillas, pescados, ensaladas, etc.

 Mi amiga Mercedes Suárez- Llanos bendijo la mesa. La bendición de la mesa es una antigua tradición que se remonta más allá de los tiempos de Jesús de Nazaret, hombre-Dios. En la bendición se dice: “Bendice Señor, estos alimentos que vamos a tomar para mantenernos en tu santo servicio”.

 Cuando yo era niño se solía rezar el rosario, pero no se bendecía la mesa. Yo aprendí a hacer la bendición en mi época de internado, en el colegio de los Jesuitas en Vigo.

 Hoy es costumbre bendecir la mesa y se aprovecha para acordarse de los ausentes que están en el Paraíso. En aquella mesa estaba Rosa de Labra, mujer de Felipe Bárcena, generosa como siempre y cuidándonos a todos.

 Estaba Clara Castroviejo, viuda de mi amigo Ángel María Sáenz-Díez.

 En un ambiente de gran cordialidad, el que Mercedes haya bendecido la mesa no es cosa menor, pues hay millones de personas que no pueden tener las tres comidas al día como lo hacemos nosotros. El hambre es una sensación de cosquilleo de estómago de la que solo pueden hablar aquellos que la han padecido.

 Algunos me diréis, bueno, Pedro ¿alguna vez sentiste hambre? Mi respuesta es que sí. En mi internado en los Jesuitas de Vigo, en la década años 50 del pasado siglo, los encargados de comprar el pescado lo compraban en el límite de estar fresco y costaba la mitad de precio, yo estaba acostumbrado en mi casa de Redondela a que la abuela Angelita, que era la cocinera, iba todos los días a la plaza y nos traía un pescado muy fresco.

 Por eso yo iba a cama con cosquilleo de estómago, porque no podía comer aquel pescado bueno, pero no tan fresco.

 La buena compañía es de las cosas que a medida que te haces mayor valoras más, en agradecimiento al Señor de poder degustar una comida con nivel es muy importante, los amigos, a diferencia de tu familia, los escoges y es de sentido común escoger bien.

 Demos gracias a Dios por tantas cosas buenas y también por las contradicciones que nunca faltarán.

*Miembro Club 55