¿Felicidad?

Ángel Luis Rodríguez Braga

Tras haber superado el medio siglo de existencia, echando la vista atrás, me ha dado por reflexionar acerca de los numerosos avatares que han jalonado profusamente mi devenir.

Varias son las preguntas que afloran y todas ellas orbitan en torno al concepto de FELICIDAD. ¿He sido feliz o he creído serlo? ¿Qué etapas de mi vida identifico con la idea de felicidad? ¿Llegamos en algún punto a saber qué es ser feliz?

Existen estudios científicos que aseguran haber descubierto la edad exacta en la que el ser humano deja de ser feliz: los 47-48 años. Ergo, dan por hecho que todo individuo atisba, al menos, la f del término.

Inevitable no preguntarse qué sucede con aquellos que nunca han sido felices. ¿Quizás comienzan a ser todavía más infelices?

En mi caso concreto, considero que mi infancia y juventud, aquellos años de la EGB y del BUP. no fueron etapas que pueda asociar con una sensación de felicidad, si cabe con retazos de ella, pero de forma muy aislada.

Difícil poder disfrutar cuando tu segundo apellido es Braga y tu complexión física más bien rechoncha. Difícil hacer comprender a tus padres una situación de actual bullying en un colegio de curas, difícil.

Los inicios de la edad adulta me retrotraen a destellos de alegría por el pronto encauzamiento de una vida laboral que mi madre trenzó hábilmente para evitar que me perdiese en inútiles disquisiciones vocacionales, con las que todavía mantengo un tenaz pulso que no termina por definirse, y que me condujo a un esplendor considerable.

Me siento orgulloso de los logros conseguidos (¿es eso sentirse feliz?), no tanto a nivel personal, que también, sino a las mejoras conseguidas en los centros educativos donde ejercí docencia y dirección.

Si tuviese que resumir esas etapas, diría que todo aquel que entró en mi despacho salió contento.