Síbaris o la dictadura de los móviles

Efrén López Fernández

El pasado sábado 30 de septiembre acudí al estreno de la obra de teatro póstuma de Domingo Villar con la participación destacadísima del gran Carlos Blanco. La obra empezó lentamente, casi arrastrándose, sin definirse claramente. Tal era así que las personas que allí estábamos no sabíamos si reírnos o no de los diálogos del personaje de Carlos Blanco y solamente algunas risas se escuchaban. La obra continuó animándose y desvelándose como una comedia de enredos con un tinte negro, a medida que las risas de la mayoría se iban imponiendo. Al mismo tiempo aparecieron los no esperados y omnipresentes móviles. En la fila posterior empezaron a sonar las notificaciones de uno de ellos. Dos butacas a mi izquierda, un caballero se afanaba en chatear ajeno completamente al desarrollo. Unas cuantas butacas más allá, un joven se dedicaba a jugar con el suyo. Las molestas luces fueron apareciendo y desapareciendo a medida que la obra iba llegando a su culmen. Gran ovación, la gente de pie y algunos a lo suyo: inimitables con su terminal.

Al salir comenté la situación con una de las trabajadoras del teatro. Su comentario me llegó al alma: “yo los echaría”.

Creo que debemos decir basta al abuso y dictadura de los móviles. En un acto cultural deberían estar terminantemente prohibidos. No aprendemos. Nos falta civismo y empatía.

En fin, enhorabuena al elenco, dirección y resto de integrantes por una función magnífica, solamente empañada por el egoísmo de unos pocos.