Opinión

¿Es Kiev la Asturias de Rusia?

La triste y terrible guerra en Ucrania ha resucitado el debate histórico sobre la Rus de Kiev. El más importante de los mitos fundacionales de la nación rusa. ¿Pero hasta qué punto se puede considerar a Kiev la cuna de la actual federación? O para entendernos: ¿es realmente la capital de Ucrania como una Asturias para Rusia?

Pues la respuesta es un “sí” a medias. Kiev fue efectivamente la cuna de Rusia, pero también lo ha sido de otras dos naciones. Ucrania y Bielorrusia. Pero antes de indagar sobre el mítico origen de estos pueblos eslavos me gustaría hablar antes de turcos y de vikingos.

En primer lugar, de los jázaros o kázaros, que no hay que confundir con los cataros, los célebres herejes occitanos. Estos jázaros eran parte de un pueblo nómada de origen túrquico, incluso se apunta que el nombre “jázaro” significaría “errante”. Los jázaros se encontraban en su frontera sur con dos poderosos e incomodos vecinos. Por un lado, la Constantinopla cristiana y por otro el califato Omeya. Como pueblo estepario y viajero, poseían una religión arcaica y simplista basada en el chamanismo y en la adoración al dios Tengri o el “padre cielo”. Frente a las presiones y el proselitismo de musulmanes y cristianos, alrededor del año 740, el rey jázaro Bulán adopta una decisión sorprendente. Se convirtió al judaísmo y con él todas las elites jázaras primero y el resto de su pueblo después. De hecho, cuando en el devenir de la historia acaban dispersos e integrados en comunidades judías de distintos países serán considerados unos askenazíes más, aunque étnicamente nunca fueron hebreos. Incluso algunos autores como Renan y sobre todo Arthur Koestler en su libro “La decimotercera tribu” venían a señalar que la mayoría de los askenazíes europeos tenían este origen como la mayoría de las víctimas del holocausto. Estas posturas maximalistas no tienen hoy en día mucho apoyo histórico, pero no es descartable que en un cierto porcentaje si tengan este origen. Los jázaros no fueron los únicos no hebreos en hacerse judíos. Históricamente hay más casos, especialmente en tribus magrebíes.

Polémicas aparte, en este punto habrá quien pregunte. Muy bien, ¿pero qué tiene que ver la historia de este pueblo turco con la Rus de Kiev? Es más, ¿qué es, en realidad, la Rus de Kiev? La Rus de Kiev se denomina a una liga de pueblos eslavos establecidos a las orillas del río Vóljov, primero, y del Dniéper, después. En su proceso de expansión hacia el norte y el oeste, los jázaros entraron en confrontación con ellos y los dominaron, pasando a ser esta liga eslava tributaria de estos judíos turcomanos.

“La Rus de Kiev es una liga de pueblos eslavos establecidos a orillas del río Vóljov, primero, y del Dniéper, después”

Si los jázaros fueron un pueblo sorprendente los varegos no lo fueron menos. ¿Quiénes son los varegos? Pues un pueblo vikingo. En finés Suecia se denomina “Ruotski” y, de ahí, posiblemente derive el nombre de “la Rus”. Este pueblo báltico de origen germano se expandió hacia el este y entró en guerra con los jázaros. Los eslavos, a disgusto con los tributos constantes decidieron aliarse con el jefe varego Riúrik que pasará a ser el primero de la dinastía rúrika, en la ciudad de Novgorod, a mediados del siglo IX (curiosa paradoja histórica el hecho que la Rus de Kiev no nace en Kiev).

Con el príncipe varego Oleg la capital se traslada a Kiev y durante todo el siglo X se suceden las batallas con los jázaros. Finalmente, Sviatoslav I de Kiev los derrota definitivamente en el año 960. Los varegos, a diferencia de los jázaros, se comportaron más bien como los visigodos en la península ibérica, se mantuvieron como elite gobernante, aunque se integraron. Los varegos llegarán incluso hasta Constantinopla. La palabra zar, adoptada por distintos pueblos eslavos deriva de la palabra ‘césar’ a través del imperio romano de oriente, tras la división del imperio, por cierto, de un césar hispano. Teodosio el grande.

Con la boda de Vladimir con la princesa Anna, hermana de Basilio II de Constantinopla, comenzará la cristianización de la Rus y la época dorada de esta comunidad eslava que dominará durante varios siglos las estepas que van desde el Báltico hasta el mar negro, hasta que las invasiones mongólicas, la peste y las conquistas del Reino de Polonia y del Gran Ducado de Lituania la conviertan en historia.

La evolución posterior de los habitantes de estos territorios fue, como en casi todos los de la Europa Oriental, muy compleja. Para un país como España, en donde, salvo contadas excepciones, la mayor parte de sus cambios fronterizos fueron siempre más allá de su territorio original, conformado con la anexión de Navarra en 1513, es difícil entender el enorme trasiego de fronteras y poblaciones en esa parte de Europa. En cualquier caso, las razones históricas no pueden justificar ninguna invasión. De hecho, salvo un mandato expreso del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, nada justifica una invasión de un Estado independiente, aunque sea por parte del país más democrático del planeta frente al más dictatorial. Para resolver disputas entre Estados o presuntas violaciones a minorías o atentados a los derechos humanos, tenemos ese gran invento que es la diplomacia. En estos tiempos en los que algunos se sienten tan belicosos es bueno recordarlo.

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