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Duran

Estonia: del Báltico, pero diferente

Aunque en las riberas del mar Báltico hay otras repúblicas como Alemania, Polonia, Finlandia o incluso Rusia, cuando se habla de las repúblicas bálticas nos referimos a las tres que formaron parte de la URSS –Lituania, Letonia y Estonia–, que tienen, mayoritariamente, su origen en las tribus asentadas en la parte oriental del mar Báltico. Sin embargo y aunque a Estonia se la mete siempre en este mismo saco es muy distinta a Lituania y Letonia. Estonia es el mango en esta cesta de manzanas. ¿Pero por qué es tan diferente?

Empezando por el principio, su origen no es balto sino finoúgrio y, a diferencia de lituanos y letones cuyo idioma, de origen indoeuropeo, tiene una raíz común, el estonio no tiene nada en común y esta emparentado con el finés.

Es cierto que, pese a las diferencias étnicas y lingüísticas, las tres repúblicas han tenido, especialmente desde la edad media, un pasado histórico muy semejante pero también en esto los estonios han tenido sus peculiaridades. Aunque al igual que en Letonia, las ordenes religiosas germanas tuvieron sometido parte del país, el norte del territorio fue conquistado por los daneses que lo mantuvieron bajo su soberanía hasta mediados del siglo XIV. Ya a partir del siglo XVI el territorio estonio se convierte en campo de batalla de sus poderosos vecinos (Dinamarca, Suecia, Rusia y Polonia-Lituania).

Con Suecia, que se hará, en dicho siglo, con el territorio, vuelve la influencia escandinava. Sin embargo, a finales de junio de 1709 el combativo Rey Carlos XII de Suecia recibe un disparo en el pie por parte de un francotirador ruso, apenas unos días antes de la batalla de Poltava. Sin el gran estratega dirigiendo personalmente la batalla y en inferioridad numérica, los suecos son barridos por los soldados del zar Pedro I.

“España ha tenido en Estonia excelentes embajadores, como la pontevedresa Teresa Orjales, quien tuvo que lidiar con el incidente del ‘eurofighter’ del ala 11”

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La derrota sueca allana el camino para la dominación rusa de Estonia que se produce casi un siglo antes que las de Lituania y Letonia. Carlos XII –por cierto, aliado de Felipe V de España en base a los planes diseñados por el cardenal Alberoni– fallecerá, casi una década después, en el sitio de Fredriksten, en Noruega, luchando contra los daneses. Con él se extingue la posibilidad de reconquistar los territorios bálticos y marca el inicio del fin de Suecia como gran potencia del norte y la occidentalización rusa promovida por Pedro I. El resto es una historia ya conocida y ahora sí, desde las particiones de finales del XVIII, muy similar a la de sus vecinos bálticos, con quienes conseguirá la independencia definitiva en 1991 de la URSS.

Desde entonces la evolución política de Estonia ha sido similar a la de sus vecinos. Lo ya dicho en relación a las minorías rusofonas en Letonia, aunque en menor porcentaje, se puede aplicar a Estonia. También comparte con Letonia y Lituania unas complicadas relaciones con la Federación Rusa. Pero con todo, la república de Estonia sigue siendo muy distinta. De los tres es, con diferencia, el país más pequeño en términos de población, (solamente un millón trescientos mil habitantes), pero también, con diferencia, el más rico en términos de PIB por habitante. Estonia es incluso un país modelo a nivel de la UE en muchos campos.

En el último informe PISA sobre educación, Estonia ha conseguido las mejores calificaciones y es, además, uno de los países más digitalizados que existen en el planeta. En Estonia la gran mayoría de las operaciones corrientes se hace, en muchos casos obligatoriamente, de manera electrónica: votar, declarar a hacienda, cualquier gestión administrativa o pagar cualquier producto o servicio.

Otra peculiaridad de Estonia es la religión. Si los lituanos son mayoritariamente católicos, los letones dividen su credo entre luteranos, ortodoxos y católicos, los estonios son mayoritariamente ateos, salvo un porcentaje de luteranos que no llega al 15%, los ortodoxos de su minoría rusa, unos diez mil musulmanes, unos seis mil católicos y unos mil judíos.

En cualquier caso, Estonia es un país moderno, en algunos aspectos se podría decir que incluso más avanzado que sus vecinos escandinavos y en donde la mujer tiene un papel muy relevante en la sociedad. Por ejemplo, hasta agosto de este año, dos mujeres ocupaban los puestos principales del país: Kersti kaljulaid, la presidencia; y Kaja Kallas, que sigue siendo la primera ministra. La importante cartera de Exteriores también esta en manos de otra mujer, Eva-Maria Liimets.

Por cierto, que en los últimos años España ha tenido en Estonia excelentes embajadores, como el que fuese secretario de estado de cooperación y para Iberoamérica, Fernando García Casas o la pontevedresa Teresa Orjales, quien tuvo que lidiar con el celebre incidente de nuestro eurofighter del ala 11, que, en prácticas en espacio aéreo estonio, no muy lejos de la frontera rusa, disparó accidentalmente un misil. Afortunadamente ni el piloto francés con quien realizaba estos ejercicios militares ni ningún civil de la zona resultaron heridos.

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