Opinión

Con más fuerza, si cabe

Si tengo que elegir un político capaz de hacer una pirueta fantástica y caer de pie en todas las ocasiones, sin duda, en toda la historia de la democracia, elijo a Sánchez. Lo bueno de sus escorzos en el aire es que frente a los gimnastas tradicionales que realizan la mayor parte de la pirueta en los primeros momentos de la acción, la magia de Sánchez nunca aparece hasta el final, hasta que parece que ya no queda nada por ver, y entonces te sorprende con su remontada, su viaje, su cuaderno, todas esas liturgias que lo han hecho sospechosamente imprevisible, siempre.

Nos ha acostumbrado a esa imprevisibilidad de última hora, a la magia con retardo, esa en la que parece que el truco ya ha terminado y, de repente, surge el efecto que nos sorprende. Por eso llevamos cinco días ansiosos, no porque no supiéramos la finalización más previsible, sino porque esperábamos lo imprevisible. Porque para qué vale todo esto si el final es el mismo que el comienzo.

No estoy decepcionada con el truco, estoy decepcionada con que no había truco, con que parece que, fuera de verdad o táctica, no hay nada más que lo que ha dicho, que se fue a pensar y pensó en quedarse.

Lo de “seguir con más fuerza, si cabe” ahora ya no le compete a él, le compete a sus socios y a la oposición, que son los que permitirán, o no, su supuesta fortaleza. Sánchez sale debilitado, tanto a nivel externo como interno, hasta el punto de que ni siquiera ha escenificado la moción de confianza que sabe generaría argumentos comprometidos para la campaña catalana, pero esta debilidad dependerá mucho de los primeros encuentros dialécticos con Feijóo.

La gran incógnita de Sánchez es cómo afrontará el primer cara a cara con Feijóo en esta nueva era, tras este punto y aparte a la crispación. Porque hasta ahora, todo se había preparado para que esta fuera una legislatura de dialéctica dura, sin contemplaciones, me atrevería a decir sin reglas, y ahora Sánchez ha dicho que hay que poner límites.

Cuáles son esos límites es ahora la gran pregunta, podrán volver a debatir Miguel Tellado y Oscar Puente, o cambiaremos la brillantez e inteligencia que les caracteriza por relatos más técnicos, aburridos y sosegados. De qué vale ir al circo si el león no se come al cristiano, digo yo.

El problema no está en los actores, está en el circo, en el propio concepto de circo globalizado de nuestro tiempo, semejante aquí, en EEUU o en Italia. El problema está en los límites de la información, en la diferencia nítida entre lo que es verdad y lo que es mentira, y en lo que cada uno de nosotros queremos creer como verdad, en dónde buscamos nuestra verdad para ser parte de unas mismas creencias compartidas con los que son como nosotros.

No es fácil distinguir entre lo que creemos y lo que queremos creer, y eso no lo va a resolver Pedro Sánchez, y menos en un tiempo en que todo es interpretable, la información y la justicia.

No se trata sólo del triunfo del relato sobre el dato, se trata de la construcción del propio dato, de la elección interesada de aquello que la información nos da como dato, y luego es sólo fake. Ahí es donde somos cada vez más débiles, y Pedro Sánchez también.