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Economía de guerra en el polígono de Castiñeiras

Un empleado de Autobuses Cerqueiro se dispone a llenar el depósito de uno de los autocares, ayer en el polígono de Castiñeiras. Gonzalo Núñez

El polígono industrial de Castiñeiras, situado en el Concello de Bueu, es el único de la comarca de O Morrazo y en sus terrenos hay cerca de unas 40 empresas. La mayoría están sufriendo las consecuencias de un precio de la energía eléctrica que sigue marcando registros históricos y la subida del coste del combustible, que les afecta de forma directa o a través de los transportes de mercancías. La guerra en Ucrania es el colofón a una crisis y a una carestía que ya venía de antes. Y como no, los efectos de la pandemia del coronavirus aún siguen dando coletazos.

Trabajo hay, otra cosa es que sea rentable. Es una especie de mantra que repiten algunos de los empresarios instalados en el polígono industrial de Castiñeiras y sus aledaños, en Bueu, que encaran con preocupación e incertidumbre las consecuencias del precio desbocado de la energía, la subida del combustible y las repercusiones de la actual guerra entre Rusia y Ucrania. Un panorama al que desde el lunes se suma la huelga en el transporte, precisamente por los costes del gasóleo. “El problema ya estaba antes de la guerra, solo que ahora se ha agravado aún más”, señalan algunos de los industriales.

La fábrica de Lago Paganini, que es la industria más reciente en implantarse en el polígono de Castiñeiras. Gonzalo Núñez

El polígono de Bueu cuenta con dos de las conserveras más importantes: Palacio de Oriente y Lago Paganini, que forman parte de un sector que lleva días advirtiendo del riesgo de paralización de la producción por la falta de aceite de girasol. “Nosotros la escasez y la falta de materias primas, junto con el coste de la energía, ya lo empezamos a notar antes de la guerra y ahora se ha vuelto insostenible”, explican desde Lago Paganini. La conservera, que es la empresa más reciente en implantarse en Castiñeiras, asegura que los costes “se han disparado” y que por ahora siguen trabajando al 100%. Eso sí, se plantean un cambio con el respecto al aceite. “Trabajamos mucho con el de girasol. De momento hay, pero es muy caro y nos estamos planteando cambiar al de soja”, añaden.

Muy cerca de Lago Paganini hay otra empresa vinculada al mundo de la alimentación: Distribuidora Alimentaria del Morrazo (Disalmo), especializada en productos cárnicos, salados y conservas. “Esto es una especie de economía de guerra, nosotros podemos aguantar porque la empresa está saneada. Pero si esto te coge en una situación delicada te puede llevar por delante”, afirma uno de sus responsables, Ricardo Varela. En su caso son especialmente sensibles al precio de la energía porque las cámaras frigoríficas deben estar continuamente funcionando para conservar los productos. Pero también está el transporte o incluso circunstancias sobrevenidas, como la escasez de materia prima. “No podemos estar constantemente perdiendo dinero, pero tampoco podemos repercutir en el precio final todo el incremento de costes. Dependemos mucho de la hostelería, que también está en una situación de incertidumbre, y del consumo doméstico. En un hogar lo primero es pagar las facturas y la hipoteca, si hay que recortar va a ser en salir y en la alimentación”, reconocen. Desde Disalmo calculan que la factura de la luz se les va a disparar al menos un 20% y los costes del gasóleo pueden andar entre un 40 y un 50% a mayores.

Un empleado de Disalmo muestra ayer las cámaras frigoríficas. | // G.N.

El gasóleo es imprescindible para otra empresa situada en Castiñeiras: Autobuses Cerqueiro. Sin el combustible es imposible arrancar los autobuses y realizar las rutas escolares y las líneas regulares de viajeros. La empresa dispone de un surtidor propio para su flota de 30 autocares, con un tanque que llena mensualmente. “En el mes de enero lo llenamos con 13.000 litros, que nos costaron 16.000 euros. En febrero esos mismos 13.000 litros nos salieron por casi 23.000 euros”, explicaba ayer su responsable, José Cerqueiro, de la tercera generación de esta empresa familiar de Bueu.

Un aumento de precios que en su caso es prácticamente imposible repercutir. “El precio de los billetes no los podemos tocar y con los colegios se trabaja con contratos cerrados”, señalan. La única alternativa es aplicar una parte de esa subida en los servicios de carácter discrecional, como excursiones o viajes a la nieve. “Ahora ya no puedes dar un presupuesto con dos meses de antelación porque en este intervalo el precio del combustible se dispara. Hay algunos viajes que tienes contratados desde hace tiempo que si ahora te los anulan casi nos harían un favor”, reconocen desde la empresa, que cuenta con una plantilla de más de 40 personas. “En nuestro caso literalmente la situación es que hay trabajo, pero no rentabilidad”, sentencia José Cerqueiro.

Una vista del polígono de Castiñeiras, en Bueu. GONZALO NUÑEZ

Uno de los sectores con mayor presencia en el polígono de Castiñeiras es el de la automoción, que también vive su particular tormenta perfecta. Las máquinas tienen que funcionar casi todo el día, con independencia del tramo horario o tarifas; y ahora se suma la incertidumbre que la guerra genera en el consumidor. “El mes de febrero suele ser un poco flojo porque viene arrastrando los gastos navideños. Pero este año fue mucho más acusado. La guerra influye en la gente, sobre todo porque se retrae a la hora de gastar”, explican desde uno de los talleres de Castiñeiras.

Con el precio de la energía por las nubes hay quien se plantea la colocación de placas solares, para intentar reducir el importe de la factura. Aunque para que compense parece que habrá que esperar a que la situación se normalice un poco más. “En nuestro caso podemos decir que las instalamos antes de que comenzase toda esta subida de precios. En aquel momento pagábamos 600 euros al mes y ahora, a pesar de las placas, pagamos casi 1.300 euros mensuales”, ponen como ejemplo desde uno de los talleres oficiales de Castiñeiras.

Las empresas reclaman medidas que surjan efectos inmediatos para paliar esta carestía, más allá de bajadas puntuales del IVA. “Con la electricidad es necesario fijar un precio máximo y que deje de estar vinculada al precio de otras energías, como el gas”, sentencian.

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