El relevo en tierra que preocupa al mar: “Hacen falta pescaderas”

“Para estar en esta profesión te tiene que gustar lo que haces”, afirman desde el sector, incapaz de encontrar personal suficientemente “capacitado” y al que mayoritariamente llega gente “desganada”

En Costa Fresca es difícil no sentirse observado: el bacalao clava sus ojos en los clientes como si estuviera vivo. Entre esa mirada firme, apetitosa, y la sonrisa de oreja a oreja que desprende Laura, ni un alma puede resistirse a comprar algo. Ya sea merluza, atún o salmón; gallo, rape o lenguado. Pero lo que más llama la atención no es el buen estado del producto o la amabilidad de su dependienta. Lo que más sorprende es su edad, aunque no debiera. Laura tiene 25 años y trabaja desde los 16 en el mundo de la pescadería. Un sector marcado por la ausencia de relevo generacional que necesita más excepciones como ella para rebatir la regla.

“Lo más duro es madrugar y que este oficio requiere mucha concentración”, dice la muchacha, que desde joven tuvo claro que no le gustaba estudiar. Le pidió a su padre que le contratase en la primera tienda que abrió en Vigo y, al principio, como es normal, causó furor: “La gente se sorprendía”. Hoy, casi una década más tarde, evidencia con sus gestos que esta profesión le encanta. Vender, preparar bien las piezas para los consumidores, que queden contentos… Vive por y para ello.

Pero Laura o su compañera Ingrid, de similar edad, son especialistas que extrañamente se encuentran en este sector. Ellas mismas lo reconocen, reflejando que las nuevas vocaciones escasean. Para replicar lo que ambas hacen diariamente –ir a la lonja antes de que salga el sol, comprar el pescado, repartirlo entre distintos establecimientos, montar mostradores, poner precios y levantar la verja pronto, a las 8.30 horas, para bajarla a primera de la tarde– “es necesario tener actitud”.

Rebeca y Ana, ayer en Del Mar a Navia.   | // MARTA G. BREA

Alba Villar / Olaya, de Julia Quinteiro “fresh seafood”, en su local.

Esa capacidad, y sobre todo, el querer aprender, también lo echan de menos en pescaderías olívicas como Julia Quinteiro fresh seafood. Lo expone Olaya, segunda generación de un negocio que va camino de soplar medio centenar de velas, resaltando las dificultades que se ha encontrado a la hora de contratar personal formado y con ganas: “Tengo un chico fantástico pero me ha costado mucho dar con él. La gente no está por la labor de pasar frío o levantarse temprano”.

“Para estar en esta profesión te tiene que gustar lo que haces. Ese es el gran problema”

Ella, que hasta hace poco más de un lustro se dedicaba a otro campo completamente diferente, el marketing digital, se convirtió en pescadera cuando su madre le comentó que quería jubilarse. “Costó un poquito”, recuerda, aunque mereció la pena. Tanto por aprovechar la oportunidad de estar más cerca de casa, como por descubrir y adentrarse en un oficio que sin duda disfruta. Pese a eso, y a ser ejemplo de relevo generacional, admite como sus compañeras de sector que escasea.

“Para estar en esta profesión te tiene que gustar lo que haces. Ese es el gran problema”, explica, dejando caer que ha perdido atractivo para la juventud. Pero el encanto se ha escapado no solo de pescaderías como la suya, más bien de cualquier ámbito “tradicional”. “Hoy todo el mundo quiere estudiar una carrera universitaria y luego no hay empleo. No hay carpinteros, no hay fontaneros, no hay electricistas, no hay nada. Los estamos perdiendo”, sentencia.

El relevo en tierra que preocupa al mar: “Hacen falta pescaderas”

María, pescadera de Caipo con 30 años en el sector. / José Lores

De idéntica opinión es Dolores, propietaria de Caipo. Allí trabaja María, a sus ojos una auténtica “cirujana del pescado”. “Es una eminencia. ¿Sabes lo que es una persona que tiene una sonrisa siempre? La gente le adora. He estado seis meses sin ella y te puedo decir que lo hemos pasado mal”, afirma. También deja claro lo complejo que es fichar especialistas “cualificados” y subraya que “tampoco hay jóvenes que quieran aprender”. En general, matiza, “se ha perdido el interés”.

“Las veces que he hecho entrevistas me he encontrado mucha desgana"

Según indica, el de la pescadería es un oficio duro. No es fácil porque no es vender únicamente, “es manipular, tener buen carácter, son muchas cosas”. María, que lleva 30 años ya con Dolores, sabe hacerlo a la perfección, pero lamentablemente es rara avis. “Las veces que he hecho entrevistas me he encontrado mucha desgana. Candidatos que vienen, dicen que saben y te desgracian el producto. Que les intentas enseñar y se enfadan. Es muy complicado”, manifiesta además.

Ella, que cuando abrió el negocio tenía un hijo pequeño y un marido en suspensión de pagos, no sabía de pescado. “Pero como quise, aprendí. Y mira dónde estamos”, dice ahora sobre esta profesión “digna” que ha formado parte de su vida. “Si eres bueno te valoran y no te dejan marchar”, agrega la propietaria, aunque el quid de la cuestión aquí sea que los buenos no llegan y sus consecuentes efectos para el sector. En el mejor de los casos, que sean suplidos por profesionales sin vocación… Con el impacto que puede tener para las ventas al por menor. En el peor, que el relevo generacional ni llegue a las pescaderías… Un problema en tierra que inquieta al mar. 

Merluzas o gallos que “caen” en las redes, vía WhatsApp

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Cada vez son más los clientes de Rebeca que diariamente se despiertan con los vídeos de su pescadera Ana. Los envía bien temprano, una vez llega a tienda todo el fresco que compran en las lonjas, con el objetivo de informarles del producto que lucirá esa jornada en sus mostradores. Como si de un escaparate se tratase. Tras haber colocado la merluza, el gallo o el sinfín de especies que allí llegan, a Del Mar a Navia, los va señalando uno a uno mientras aconseja cómo limpiarlos y cocinarlos. Un auténtico tutorial de cómo el pescado puede caer en otras redes. Las sociales.

Vía WhatsApp, estas piezas audiovisuales de entre uno y dos minutos se difunden a unos 300 consumidores que siguen de cerca la rutina laboral de esta pescadería, que por medio de una lista de difusión ha sabido crear una auténtica comunidad. Y tras llevar solo ocho meses abierta, desde la misma evidencian lo complicado que fue dar con una buena pescadera.

Lo hace Manuel, hijo de Rebeca, confesando que se lanzó a este negocio con su madre sin tener experiencia ante la oportunidad que suponía que no hubiese ningún establecimiento de este tipo abierto en Navia (Vigo). Una “aventura de riesgo” hasta que encontraron a Ana.

La ausencia de un FP a tiempo, causa de una cantera que se resiste a llegar

“Si te haces pescadero no vas a conocer el paro. Hay una falta tan grande de profesionales que incluso se los quitan entre unos formatos comerciales y otros”. Son palabras de la directora de Fedepesca, Luisa Álvarez, y vienen a evidenciar una paradoja que afecta al sector. Pese a necesitar urgentemente nuevos trabajadores, cada vez se destruyen más empresas en el mismo. El relevo no llega y las pescaderías no aguantan más... Aquellas cuyas jubilaciones se consolidan acaban cerrando.

Según indica la responsable de la patronal que agrupa a las pescaderías españolas, el oficio del pescadero –a sus ojos un “puesto clave”– se ha visto “discriminado” con respecto a la Formación Profesional (FP) pública. “La hostelería cuenta con distintos títulos, como cocinero a camareros, desde los años 50. Y sin embargo para la distribución de alimentación perecedera, que en España emplea a más de medio millón de personas, no ha existido el título de técnico hasta el pasado 2018”, explica.

La falta de “estructura educativa” para crear “cantera” y adaptarla a las nuevas necesidades del mercado –tanto en tratamiento del producto como en seguridad alimentaria, pero también en sostenibilidad, marketing y digitalización– ha desembocado también en que el sector careciese del prestigio que se merece y, sobre todo, de visibilidad. Producto de ello, agrega Álvarez, en el país hemos perdido un tercio de nuestras pescaderías desde 2007. Eran 15.000 entonces y ahora son menos de 10.000.

Desde Fedepesca advierten que el comercio de la alimentación se ha visto discriminado respecto a la Formación Profesional pública

Desde Asociación Española de Distribuidores, Autoservicios y Supermercados (Asedas) expresan su “preocupación” por las dificultades que existen a la hora de encontrar trabajadores suficientemente formados, dando fe de que el problema también llega a las grandes superficies, que como muchos de sus pequeños competidores han tenido que dedicar recursos propios para formar a un personal que de otra manera no iban a tener.

En este sentido, insisten además en la necesidad de generar profesionales “motivados y con vocación” que puedan desarrollar “carreras de largo recorrido”. Del mismo modo, dejan claro que debe ampliarse el catálogo de FP pública, prestando “especial atención” a todos los títulos enfocados a la distribución alimentaria. “El reto es justamente captar talento joven, que será el futuro”, manifiestan.

Campañas e inversiones

En cuanto al papel que juegan las administraciones, en Galicia la Xunta cuenta con el programa ES-Transforma, que repetirá este 2023 por tercer año consecutivo dedicando su inversión a recuperar negocios sin relevo generacional. “Contémplase unha reserva de preto de 2,4 millóns de euros”, apuntan en una respuesta conjunta a FARO desde la Consellería de Promoción do Emprego e Igualdade y la Consellería do Mar, resaltando que esta línea estará abierta a todos los sectores.

Del mismo modo, hacen hincapié en que la comunidad autónoma contará antes de que finalice el año con “12 polos de emprendemento e apoio ao emprego que teñen como unha das súas finalidades a identificación de oportunidades e a análise dos negocios sen remuda xeracional nas áreas do territorio que abranguen”; destacan que el Ejecutivo gallego está trabajando en la modernización del Servizo Público de Emprego de Galicia; e informan de avances en la implantación del software basado en inteligencia artificial que permitirá “atopar a man de obra que precisan os diferentes sectores case en tempo real”.

Finalmente, inciden en la promoción de la labor de los profesionales de las pescaderías a través de campañas para incentivar el consumo de productos pesqueros, como “Galicia Sabe Amar”, o campañas dirigidas a determinados segmentos de la población, como “Vai de peixe” –para los millennials– o “Ti si que es un bo peixe” –para los más pequeños–.

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