Saludo

Antonio Valín Valdés

Antonio Valín Valdés

Queridos hermanos y amigos que peregrináis en la Iglesia diocesana de Tui-Vigo:

Como sabéis, el papa Francisco ha comunicado el deseo de que me una a esa Iglesia particular, a través del servicio de la unidad; agradezco su confianza y me encomiendo a su oración.

Desde este momento, mi corazón y mi pensamiento están ya cercanos a vosotros. Quiero sentirme unido a toda la comunidad diocesana, a cada una de las personas que la formáis, a todos los que vivís, gozáis y lucháis en ese hermoso lugar de nuestra tierra que es la diócesis de Tui-Vigo. Me gustaría que me sintierais como un hermano que quiere participar de vuestra vida y que quiere hacer camino con vosotros, compartiendo lo que sois y esperáis. Quiero compartir lo que yo soy, mis ilusiones, esperanzas, la alegría de la fe y la pasión por el Evangelio y el Reino del Señor, especialmente con los más pobres y descartados de nuestra sociedad. Sueño con una Iglesia en la que todos y todas, cada uno con su sensibilidad y aportando su grano de arena, se sienta convocado, partícipe y responsable en esta nueva etapa sinodal que vivimos en la Iglesia, a la que tantas veces nos convoca el Papa Francisco.

Sé que nos toca vivir un momento de cambios muy rápidos, tanto a nivel social como en el seno de la Iglesia. Pero siento que este es un momento hermoso y apasionante; este es el momento, el “ahora” en el que con el Evangelio en la mano, poniendo los pies firmemente en la tierra y el corazón en el cielo, estamos llamados a reflejar el rostro más hermoso de una Iglesia que quiere ser madre pobre, casa de todos, discípula y misionera; una Iglesia en la que todos se sientan en casa y en familia.

Soy consciente de mi fragilidad en el servicio que se me pide, y que tendré que ir aprendiendo con vosotros. Me pregunto qué sentido tiene y por qué, pero sé que en este momento es el mismo Señor quien me invita a soltar lastre, a salir y afrontar nuevos retos, a dejar que sea El quien me lleve por donde quiera, como siempre ha hecho, y a confiar y confiarme plenamente en Él. Es Él el que va construyendo mi vida y quien siembra el Reino, y yo tan sólo un “ayudante” en ese trabajo; os pido paciencia… contad con toda mi ilusión, pasión y entrega.

Me anima saber que todo esto lo viviremos juntos. Me incorporo a una Iglesia de larga tradición de hombres y mujeres que vivieron y viven su fe sembrando evangelio y construyendo el Reino. No caminamos solos, ni por libre: vamos juntos, en familia, ayudándonos unos a otros, recibiendo una herencia secular, con grandes testigos de la fe, que tenemos que seguir transmitiendo. Todos, sacerdotes, consagrados, contemplativos, seminaristas, seglares… todos, nos necesitamos y juntos, andaremos el camino. Invoco al Beato Pedro González, nuestro querido san Telmo, pidiendo su intercesión y la de Nuestra Madre María, a quien con tanta devoción y cariño rezamos en nuestra tierra gallega.

Agradezco a Mons. Luis Quinteiro su trabajo y entrega de estos años, así como su cercanía, cariño y calidez en la acogida en esa diócesis. Seguro que en él tendré un padre y un hermano que me ayude en este ministerio.

Saludo también, a todos los que tenéis alguna responsabilidad en la vida pública de esta tierra. Desde la búsqueda del bien común y la colaboración mutua, seguro que podremos trabajar por el bien de los últimos y de la Casa común.

Me gustaría pediros un favor: rezadme desde este mismo momento. Pedidle al Buen Pastor por mí, y no dejéis nunca de hacerlo. Necesito de todos y cada uno de vosotros, de vuestra oración; contáis ya con la mía. Ayudadme en esta nueva etapa y tarea desde el cariño y la corrección fraterna, para que pueda ser tierra fecunda en las manos del Buen Dios.

Siempre juntos, como hermanos y amigo. Un fuerte abrazo.