Entrevista | Ignacio H. Medrano Neurólogo y cofundador de Savana

“Una cierta automatización de las tareas es el único camino para hacer eficiente la sanidad”

El doctor, incluido por Forbes en la lista de ‘changemakers’, da hoy una charla en el Instituto de Investigación Sanitaria Galicia Sur

Ignacio H. Medrano

Ignacio H. Medrano / Cedida

Que una persona reciba una llamada alertándole de que padece una enfermedad, sin que haya tenido síntomas o sin que ni siquiera haya consultado al médico, es algo que no está tan lejos. El neurólogo Ignacio H. Medrano, apuesta a que lo verá su generación. Es una de las ideas con las que fantaseaba cuando, hace diez años, cofundó la empresa Savana. Que una inteligencia artificial (IA) lea todas las historias clínicas, las compare y sea capaz de predecir qué nos va a ocurrir. Premio Princesa de Girona en 2019, incluido en 2021 en la lista Forbes de cien españoles más creativos en los negocios y en la de 2023 de los 23 changemakers, hoy ofrece la conferencia inaugural de las VII Jornadas de Encuentro del Instituto de Investigación Sanitaria Galicia Sur.

–¿Cuánto tiene que ver la neurología con la IA?

–Lo bonito sería decir que tiene mucho que ver, pero sería un farol. Los neurólogos somos médicos y sabemos más de neumonías que de neurociencia. Sí que es verdad que los sistemas de aprendizaje automático, que son los que están disparando la IA, imitan al cerebro humano porque así son más eficientes. En Silicon Valley no saben muy bien por qué, pero funciona. Es muy curioso. Algo de conexión sí que hay. No sé si a mí me ha traído hasta aquí.  

–Y si no ha sido eso, ¿qué ha llevado a un médico a crear una empresa de IA?

–Una idea bastante controvertida: los sistemas sanitarios se están yendo a pique. Ese estado de bienestar sociosanitario que hemos tenido durante unos años empieza a decaer en Europa. Un ejemplo es cuando intentas pedir una cita en Atención Primaria. Soy uno de los convencidos de que de esto no se sale con pequeñas fórmulas para mejorar la gestión, sino con una verdadera digitalización, con inteligencia de datos. Es una de las mejores llaves para hacer eficiente lo ineficiente y poder dar sanidad a todo el mundo. Esa cierta automatización de las tareas es el único camino.

–Aludiendo al título de su charla de hoy, ¿qué es ficción y qué es realidad en la IA?

–Ficción es pensar que la IA es un ente sobrenatural con capacidades mágicas o divinas que se convierte en un médico o en un hospital y resuelve todos los problemas. La realidad es que es una herramienta que, basada en matemáticas avanzadas, pone en marcha algoritmos que individualizan la atención al paciente: logran ver cuál es su probabilidad de enfermar o el tratamiento que mejor le va. Si tienes eso y lo puedes usar a escala, porque las máquinas no duermen, permite dar mejor calidad asistencial. No como mentes independientes, sino como herramientas en manos de los profesionales .

–¿Para qué se emplean esas herramientas en la actualidad y para qué se podrían emplear?

–Lo que está cambiando es que empezamos a acumular datos sobre muchas cosas y nuestra capacidad predictiva mejora muy deprisa. Eso hace que Amazon sepa lo que vas a comprar y Netflix, qué serie vas a ver, antes que tú mismo. Si eso, que puede tener fines perversos, lo aplico a la medicina, puedo predecir a nivel individual quién va a responder a un fármaco, a una terapia en cáncer o quién va a hacer una complicación en Crohn. Empezamos a tener hace unos 4 o 5 años artículos científicos rigurosos que demuestran que esto es posible y ahora estamos en proceso de validación para que se pueda extender al sistema sanitario y dejen de ser ejercicios académicos o de investigación. La IA hace posible un sueño que teníamos desde hace unos años: la medicina de precisión. Por otro lado, si soy capaz de poner máquinas que ayudan al diagnóstico o que lo hacen más amplio o permiten hacer screening con bots, estoy haciendo altamente eficiente un proceso ineficiente: las innecesarias visitas a urgencias, las colas en Primaria… El salto a todos los sistemas de manera generalizada es inminente por la propia presión del sistema.

–Ahora la IA está en casi todos los congresos médicos y en España ya la vemos en algunos hospitales. ¿En qué punto está su implantación?

–España no es un ejemplo. Podríamos hablar de países nórdicos, orientales, EE UU, Canadá... En el sur de Europa esta ola la hemos visto venir menos, por razones históricas o tecnológicas. Cuesta encontrar aplicaciones a escala. ¿Las vamos a ver en los siguientes meses y años? Por supuesto. Todo está listo .

–¿Y en Galicia?

–En Galicia, además de la sede de agencia estatal de supervisión de la IA, hay ciertos elementos: una cierta tradición de empresas y un sistema sanitario público, el del Sergas, con una arquitectura de datos avanzada, que pone la plataforma para que los profesionales luego puedan trabajar. Es un ecosistema que lo favorece.

–Antes hablaba de “fines perversos” de la IA. ¿En el ámbito sanitario también los hay? Por ejemplo, el uso de datos por aseguradoras.

–La mayor autoridad del mundo en IA y medicina, Eric Topol, entrevistaba a uno de los padres del machine learning, Geoffrey Hinton, que llevaba la IA de Google. Decía que la Sanidad es un caso muy característico donde casi todo lo que vamos a ver es positivo, bueno para la humanidad, a diferencia de otras industrias, donde va a haber mucho fraude, Gran Hermano, tecnodictaduras… También decía que sí, hay algunas excepciones. Por ejemplo, el aseguramiento de riesgo: la posibilidad de que una aseguradora prediga que tienes más riesgo y no te asegure. Pero lo pintaba como una excepción en un mar de beneficios. Estoy de acuerdo. Cuando uno se dedica a trabajar en IA, pues siempre piensas como persona qué le voy a contar a mi hijo. ¿El propósito de vida que estoy siguiendo es el adecuado? En general, yo y las ciento y pico personas que trabajan en mi empresa, en Savana, nos quedamos bastante tranquilos porque pensamos que la totalidad de lo que hacemos está orientado a algo que es positivo para la humanidad.

–¿En qué se centran en Savana?

–Preparamos a los centros, estén en el punto en el que están,  para la llegada de la IA. Uno puede tener los datos muy bien ordenados. Estamos hablando de imágenes, de texto, de texto libre, de texto desestructurado… Toda esa arquitectura necesita un orden para que, sobre eso, los investigadores y los gestores puedan llevar a cabo algoritmos de IA. Llevamos diez años haciendo esto, ayudando a los hospitales, ya más de 200 en 13 países, a ordenar sus datos estén en el punto que estén.

– Entonces, el análisis de la situación en España lo hace sobre la comparación que ha podido hacer en estos diez años y no le ha gustado.

–No es un país que vaya por delante. Se puede ver en las patentes, las publicaciones, las iniciativas….  En el Reino Unido llevan hablando cinco o siete años en el Parlamento sobre ella. En España hemos empezado a mencionarla después del COVID, cuando nos dimos cuenta de que los datos salvan vidas y que la IA de datos sanitarios es necesaria para afrontar crisis de salud. Europa como conjunto se da cuenta también, se liberan los fondos Next Tech para no ir tan retrasados. Despertamos un poco a esta realidad y ahora parece que estamos empezando a coger velocidad. Hay iniciativas, hay dinero, pero hemos estado dándole la espalda unos cinco o siete años y ahora tenemos un cierto retraso tecnológico

–¿Por qué tardamos tanto en despertar? ¿ Por qué necesitamos una pandemia para ello?

–Me lo he preguntado muchas veces y no tengo una respuesta. Creo que, como todas las revoluciones tecnológicas, es una cuestión histórica y cultural. No somos de los de los países naturalmente dotados para entender las curvas industriales y por eso lo que acabamos haciendo es comprar la tecnología de otros. Estamos menos inclinados al desarrollo de software o al mundo de la informática y esto no es muy distinto. Y aquí ha habido un elemento clave y es que el sistema sanitario como está configurado no  ha permitido mucho la innovación.Como emprendedor, al nacer Savana, hace diez años,  no sabíamos muy bien a quién nos teníamos que dirigir. La división de las comunidades, la ausencia de estructuras de incubación o aceleración serias que puedan pilotar en hospitales públicos de gran envergadura. Eso empezamos a tenerlo ahora. Lo acababas haciendo con la buena fe y la buena voluntad de algunos gerentes de hospital más visionarios que nos han ido dando la oportunidad aquí y allá.

–Ha coordinado la investigación el Ramón y Cajal, ¿le quiso dar una vuelta a eso?

Venía de un puesto de técnico y, en coordinación con los investigadores, acabé llevando el proyecto de escribir la estrategia del instituto de investigación. Además de por un paso por el Ministerio de Sanidad, ahí me di cuenta de la gran oportunidad que había. Me pareció oportuno empezar a prepararnos para cuando esto explotara que,  básicamente, ha sido este año con la llegada del chat GPT.

–¿Qué obstáculos principales se encontraron?

Básicamente encontramos dos problemas. Uno tiene que ver con la privacidad y el otro, con la utilización de la nube. Ha costado muchos años que la gente entendiera que un dato anonimizado no es un dato personal. Menos mal que ya está en el reglamento europeo, pero ¡cuántos proyectos se nos han parado por esto! Cuando le he quitado el nombre y no se puede saber quién es el paciente es solo información estadística, es lícito usarla.  De hecho, me atrevería a decir que lo que no es ético es no usarla. Luego, trabajar en la nube es fundamental. Si no, no puedes unir lo que los cerebros artificiales aprenden en distintos sitios. Pero hay una especie de recelo primitivo. Quieren instalarlo en los servidores del servicio de salud. Es como si pretendieras que te instalara Google en el ordenador. Utilizaremos los servidores más seguros que hay: el dinero está más seguro en la caja fuerte del banco que debajo del colchón. Lo que necesitas es un acceso al dato que tú controles y unos contratos que digan que yo no voy a usar el dato para nada que no sea para lo que acordado, pero sin trabajar en la nube no se puede avanzar.  El resto va rodado. No es un tema de dinero, de ganas ni de tecnología. Tiene que ver con la cultura de acceso al dato.

–¿Cree que hay un riesgo real para la humanidad en el desarrollo de la IA?

–Creo que sí hay riesgo, pero no el de Terminator, la máquina ultra inteligente que acaba con la humanidad. Tecnológicamente estamos lejos. Son enormemente potentes en capacidad de cálculo, pero no tienen inferencia causal. No pueden preguntarse qué tendría que cambiar para que la realidad fuera distinta. Sin eso, es muy difícil dominar el mundo. Pueden imitarlo, pero no van a tenerlo en mucho tiempo. Luego, tendemos a pensarnos como dos entes que se enfrentan, pero probablemente el ser humano irá incorporando la IA como parte de sí mismo. Lo que sí viene es una fuerte revolución socioeconómica en relación con el empleo. Es exponencial y ya empieza. Telefónica va a despedirse a casi el 50% de su plantilla. Se va a ir comiendo todos los trabajos cognitivos y que usen el ordenador. Ahí sí veo un riesgo enorme. La Revolución Industrial se va a quedar pequeña.

–En el ámbito personal,  recibió el premio Fundación Princesa de Girona en 2019, está en la lista Forbes de los cien españoles más creativos en los negocios de 2021 y en la de los 23 changemakers de 2023. ¿Esto pone el listón muy alto para cumplir con las expectativas o no?

–Solo pienso en una cosa: conseguir lo antes posible que la tecnología que es positiva para los pacientes llegue. Nunca hemos tenido otro fin en Savana. Los premios, los agradecemos,  pero son solamente herramientas que te ayudan a conseguir una reunión o alguien te escuche más…Creo que es muy importante no confundir reconocimiento y éxito. El éxito es que la gente se muera menos o tenga una mejor calidad de vida gracias a la tecnología. El reconocimiento  es una anécdota.

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