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Bluey, los valores de la crianza ‘millennial’ llegan a los dibujos

Una visión realista y actual de las familias, sin edulcorar ni dramatizar; y herramientas para aprender a través del juego. Docentes y familias gallegas explican por qué adoran esta serie infantil (incluso más que sus hijos)

Bluey, mamá, Bingo y papá, protagonistas de la serie.

Bluey, mamá, Bingo y papá, protagonistas de la serie. / Disney

A. Chao

A. Chao

Todos los organismos nacionales e internacionales de la salud recomiendan que el uso de pantallas se restrinja totalmente hasta, al menos, los 24 meses. Algunos expertos extienden esta limitación hasta los 3 o 4 años. Pero, cuando se abre la veda, hay dos factores fundamentales a tener en cuenta: el ‘cuánto’ y el ‘qué’

Precisamente, sobre este último aspecto, una familia perruna ha revolucionado en los últimos años la forma de entender la ficción para la primera infancia. Se trata de Bluey, una serie australiana protagonizada por una familia de cuatro perros: mamá, papá, Bingo y Bluey. Tres temporadas con decenas de capítulos de apenas 8 minutos (que no es necesario ver en orden) aspiran a convertirse en lo que algunos se atreven a calificar ya como la mejor serie infantil de todos los tiempos. 

¿Por qué? Una visión realista de las familias, sin edulcorar ni dramatizar, con un padre y una madre implicados por igual en la crianza, pero que no dudan en mostrar los altibajos del proceso, conquistan también a los mayores de la casa y es que podría considerarse el reflejo de todos aquellos valores a los que aspiran las familias millennials. La guinda la ponen dos hermanas con una imaginación desbordante, cuyos juegos traspasan la pantalla e implican a niños y niñas sin estereotipos. 

Crianza respetuosa

“Es la vida tal cual. Te sientes muy identificado. Hay un capítulo en el que una madre se acerca a otra para decirle que lo ‘está haciendo lo mejor que puede’; te hace llorar: es que te lo 
está diciendo a ti”

“Refleja el tipo de crianza respetuosa en la que creemos en casa y que me parece difícil encontrar en otros dibujos: no hay castigos, se escucha a los hijos, se anima a todos a expresar sus sentimientos y los problemas se hablan para buscar soluciones”, cuenta entusiasmada la viguesa Lorena Bernárdez, madre de dos niñas y una auténtica fan de Bluey: “Ha sido un descubrimiento, ¡es que es perfecta!”.  

Los padres se equivocan

De perfección habla precisamente la serie en uno de los últimos capítulos de su tercera temporada para enseñar a los niños, y a sus padres, que no pasa nada por no serlo. De hecho, Bernárdez resalta el modo en el que la serie apela directamente a los progenitores para hacerles reflexionar sobre cuestiones de la vida cotidiana hasta el punto de emocionarles. 

“Es la vida, la vida de padres tal cual. Te sientes identificadísimo y ver que los padres también se equivocan o que necesitan su tiempo...Eso es muy guay”, añade y ejemplifica con un capítulo en el que las madres entran en una competición por ver cuál de sus hijas gatea más rápido: “En un momento dado, una de las madres se acerca a otra para decirle que no pasa nada, que lo está haciendo lo mejor que puede; jo, te hace llorar: es que te lo está diciendo a ti”

En la misma línea se pronuncia Tamar Adán, maestra de primaria, asesora en el CFR de Vigo y madre de dos niñas de dos y cuatro años, que reconoce que “la serie gusta a los peques, pero también a los mayores” y destaca como pone sobre la mesa que las madres y los padres no son, ni tienen por qué ser, héroes: “Comentamos los capítulos en casa, les ayuda a normalizar que mamá necesita estar un rato tranquila o a percibir como natural el hecho de que los padres se equivoquen y lo reconozcan”. 

Temas cotidianos

Para Adán, resulta además especialmente interesante la forma en la que la serie enseña a los niños gestionar los problemas, fomentando herramientas de autoconciencia e inteligencia emocional; y en un sentido similar se expresa Fran Rey, profesor de Primaria no CRA de Valga y padre de dos niñas, que apunta a esta serie infantil como un buen apoyo a la hora de tratar prácticamente cualquier tema del día a día en el cole: desde el tiempo de calidad en familia hasta el abuso de móviles y tablets. Un formato que ofrece nuevos trucos que incorporar a la dinámica familiar y del que los entrevistados destacan la duración de los capítulos, muy adecuado a la hora de controlar el tiempo de pantallas, algo que importa cada vez más a las familias.

Sin estereotipos

Bibiana Sotelo, directora de una de las Galiñas Azuis de Vigo, destaca también a Bluey como un contenido sin estereotipos que da protagonismo a la coeducación; muestra las diferentes razas y culturas así como personajes de todo tipo con los que cualquier niño/a se pueda sentir identificado; y refleja la actual diversidad de las familias (nuclear, monoparental, con progenitores del mismo sexo); además de enfatizar valores como el compañerismo, la empatía, el cuidado del medio ambiente o la educación emocional: “En mi casa, la vemos todos juntos (papá, mamá, Javi, Pablo y Marta) y tenemos 44, 9, 7 y 4 años respectivamente. Cada uno tenemos nuestra personalidad y gustos pero todos nos reímos y disfrutamos mucho con ella”.

Aprender a través del juego

Todo ello se plasma con los criterios pedagógicos del aprendizaje a través del juego: “Cada capítulo es un juego y usan materiales que todos tenemos en casa: una caja les sirve para mucho. Son muy imaginativas y fomentan la creatividad de los niños, que luego replican sus juegos”, describe Tamar Adán para dejar paso, de nuevo, a Lorena Bernárdez: “Claro, es que las enseñanzas se dan mientras juegan, no se suelta la chapa, dejan que ellas mismas se den cuenta de las cosas ¿Sabes cómo le dijimos a la mayor que iba a tener una hermana? ‘Pues que iba a poder jugar como Bingo y Bluey’. Le cambió la cara. Es una pasada”.