Entrevista | José Antonio Marina Filósofo, ensayista y pedagogo

"España no se ha liberado de la pereza democrática del franquismo"

“En vez de a resolver los problemas de los ciudadanos, la política se ha dedicado a gestionar el poder”

El filósofo José Antonio Marina.

El filósofo José Antonio Marina. / FDV

Salvador Rodríguez

Salvador Rodríguez

Que un filósofo consiga colarse en las listas de libros más vendidos cada vez que publica un ensayo no deja de constituir todo un acontecimiento social, y eso es lo que le ocurre a José Antonio Marina, que acaba de editar Historia Universal de las Soluciones. En busca del talento político (Ariel), obra que presentará el próximo miércoles en el MARCO de Vigo, en acto organizado por el Club FARO.

–El subtítulo de su libro es “En busca del talento político”, y su publicación coincide en una tesitura en la que la clase política española atraviesa por uno de los momentos de mayor desprestigio social desde la instauración de la democracia. ¿Fue esta la principal, o una de las razones, que le motivaron a escribirlo?

–En parte, sí, en tanto en cuanto hay una motivación general y otra particular. La general es que todo el mundo está preocupado por el futuro, y el futuro es imprevisible menos en una cosa: que sabemos con toda seguridad que va a plantear problemas de todo tipo, personales, afectivos, sociales, económicos… y entonces parece de sentido común tomarse en serio la necesidad de aumentar nuestra capacidad de identificar y resolver los problemas, que es la función principal de la inteligencia. Pero, efectivamente, dentro de los problemas hay algunos especialmente relevantes porque afectan a toda la ciudadanía, y esos son los problemas políticos.

–De los que se tendrían que ocupar de resolver los políticos…

–Ha habido una distorsión de la política en el sentido de que, aunque se debería de ocupar de resolver los problemas, se ha convertido únicamente en la gran gestora del poder. Y entonces, claro, una vez que uno se encasquilla en el poder tienden a tomar mayor relevancia las cuestiones que atañen a cómo conseguirlo y cómo mantenerlo, y partir de ahí se forma un marco en el que la política se va devaluando ella misma, porque está tan profundamente enredada en asuntos de poder que pierde, olvida o posterga, su gran objetivo, que es el de que hay que resolver los problemas de los ciudadanos. Es ahí donde empezamos todos a ser víctimas de lo que yo llamo la “confabulación irremediable”, esto es, que estamos metidos en una espiral de prejuicios acerca la política, que empiezan cuando separamos la sociedad política de la sociedad civil, y pensamos que el político es aquel que va a lo suyo, lo cual es un disparate que, de tanto repetirlo, acabaremos consiguiendo que sea así cuando, en realidad, la tarea política es la más noble y la más trascendente porque es la que tiene que resolver los problemas de la sociedad. Y, sin embargo, hemos llegado a concebir que la política una especie ghetto al que van los aprovechados, los que están metidos en asuntos turbios, los listillos….cuando lo que tenemos que conseguir es escoger bien eso que se denomina el “camino hacia la felicidad”, que consiste en que las instituciones funcionen bien, que nos ayuden con la protección social, la educación, la sanidad… ¡Fíjese si nos jugamos cosas importantes con la política!

–¿Cómo evitar esta distorsión?

–En primer lugar, acabando con esa idea despectiva de los políticos, no conformarnos con el tópico del “así es la vida”, porque de hecho puede y debe ser de otra manera distinta. Y es ahí donde hay que desarrollar el talento político. Porque hay que entender que políticos somos todos los que vivimos en la polis, de manera que cuando hablamos de poder político, debemos referirnos al poder que está repartido entre todos los habitantes de la polis. En conclusión: que todos somos políticos y todos tenemos que desarrollar el talento político aunque, dentro de la polis, haya una serie de ciudadanos que quieren ejercer una función específica, que es la de mandar o, si se quiere decir de otra manera, gobernar. Por lo tanto, hay un talento de los gobernantes y un talento de los gobernados, y ambos tienen que saber cuáles son sus capacidades, cuáles sus límites y cómo pueden hacerlo mejor. Mandar, y saber mandar, significa que hay que identificar bien los problemas para buscar las soluciones mediante la jerarquización de los asuntos y, por supuesto, de la organización, puesto que organizar no es otra cosa que introducir en el caos una secuencia lógica. Eso lo que debe tener el político, y todo ello consiste en dotarse de una inteligencia y una visión especiales para, en primer lugar, saber distinguir dónde están los problemas más importantes en cada momento dado.

–Pero eso no es lo que se estila en la actualidad.

–No, claro, pero es debido a lo que dije antes: que sólo se preocupan del poder. ¿Que si tengo poder para invadir Ucrania? Pues invado. ¿Que si tengo poder para bombardear Gaza? Pues bombardeo. ¿Por qué? Pues porque si la política es solo poder, si tengo poder hago lo que me da la gana. Y esa es una visión de la política sumamente dura que, además, no conduce a nada.

–Es entonces cuando usted reflexiona y se pregunta: siendo el del político una función tan importante, ¿dónde se aprende?

–Así es. Cuando se investiga la procedencia del político actual nos encontramos con que, mayormente, proceden del Derecho, la Economía, las empresas… De donde no viene casi ninguno (Pablo Iglesias ha sido una excepción) es curiosamente de las Facultades de Ciencias Políticas que, en teoría, serían las que se tendrían que encargar de surtir la clase política. Por eso precisamente una de las propuestas de mi libro consiste en la creación de una Academia del Talento Político, es decir, un centro o una serie de centros, donde quede muy claro que es en ellos en donde se aprende a ser político, y eso vale tanto para los ciudadanos de a pie como para los que quieren gobernar.

CHARLA COLOQUIO DEL CLUB FARO EN EL MUSEO MARCO A CARGO DEL FILOSOFO, INVESTIGADOR Y DOCENTE, JOSE ANTONIO MARINA (CORBATA ROJA) BAJO EL TITULO “LA HISTORIA DE LA HUMANIDAD. CONTADA DESDE EL PRISMA DE LAS EMOCIONES “ / CARETO

José Antonio Marina en el Club Faro. Año 2022. / Alba Villar

–Lo de la Academia suena teóricamente muy bien, pero le confieso que me cuesta visibilizarlo, materializarlo. Los periodistas, por ejemplo, no podemos llegar a ser buenos profesionales si carecemos de experiencia.

–Igual que ocurre con cualquier otra profesión. Todos los procesos de aprendizaje tienen una parte teórica que luego hay que poner en práctica. Los asuntos se pueden plantear de dos maneras: como conflictos en los que de lo que se trata es de vencer al contrario, o en “formato problema”, que es el que yo defiendo, y que consiste en reconocer el problema y dilucidar acerca de cómo se puede solucionar. Si distingues el conflicto del problema, estás en condiciones de desarrollar el talento y eso, evidentemente, se aprende partiendo de una base teórica, y con la práctica, con la experiencia y las herramientas pertinentes.

–¿Le inquieta que esta falta de prestigio de los políticos al uso derive no solo en un deteriroro de la democracia, sino en el peligro de extinción de la democracia tal y como la entendemos desde la Revolución Francesa?

–De la francesa y de la americana, puesto que ambas han ido buscando cada vez la participación de más gente. Pero es cierto que, en este momento, la democracia liberal está en crisis, y que están emergiendo una serie de democracias autoritarias en las que el poder, aunque lo sigue teniendo el pueblo, el gobernante tiene muy pocos límites.

–Eso suena a lo que defiende la nueva ultraderecha europea o figuras Donald Trump.

–Sí, y en ambos casos se debe a que el pueblo quiere compatibilizar el tener democracia con dotarse de poderes fuertes. Pero, claro, eso significa que el autoritarismo va progresivamente limitando las libertades porque la ciudadanía practica eso que se llama la servidumbre voluntaria. Hablando en plata: “Ustedes gobiernen y dejen de darme la lata”.

–Además de la inteligencia, una de las herramientas para conseguir la convivencia es la justicia, pero no es lo mismo la justicia para una ideología de izquierdas que para una de derechas, para un marxista que para un liberal… ¿Ha llegado el momento de dejar las ideologías al margen?

–Sí, en tanto en cuanto las ideologías se apliquen como posiciones cerradas que se blindan a sí mismas y que son incapaces de salirse de sus propios argumentos, de manera que ese mecanismo de autoprotección que estriba en decir que en el “Como yo siempre tengo la razón, se apuesta por aquellas medidas que confirmen mi manera de pensar”. Así, claro, se quedan muy estereotipados, que es el problema que tienen los partidos con ideologías de ya muy larga duración, que son demasiado rígidos para atender los cambios propiciados por el mero paso del tiempo. Y por eso tenemos que volver al principio de la conversación: lo que tienen que hacer los partidos políticos es buscar soluciones y, para ello, hay que tener una altitud de miras y una mente abierta para atender las propuestas de los otros. Sólo así podremos escuchar las propuestas y elegir, entre ellas, las que estimemos que funcionan mejor. La justicia también consiste en aplicar, en cada momento, la solución que nos parece mejor, porque eso es lo que nos permite avanzar y convivir.

"El problema que tienen los partidos con ideologías de ya muy larga duración es que son demasiado rígidos para atender los cambios propiciados por el mero paso del tiempo”

–Se echa también de menos la ética, pero es que con ella ocurre lo mismo que con la justicia, que depende de cómo se interprete ¿Un político está obligado a decir siempre la verdad?

–¿Acaso los ciudadanos de a pie decimos siempre la verdad? Pues depende ¿no?. A veces hay normas como la prudencia o el no producir daños mayores, en los que es aconsejable medir bien lo que se dice, cuándo se dice, cómo se dice o a quién se le dice. De igual manera, durante una negociación un político sabe no que puede decir lo le venga en gana. A los políticos hay que exigirles prudencia, y la prudencia consiste en saber aplicar principios generales a casos particulares. ¿Cuál es en este caso el principio general? No hay que mentir. ¿Cuál el particular? Pues que en ocasio sí es conveniente.

–¿Usted cree que es inteligente, justo y ético que importantes decisiones de un Gobierno dependan de un partido minoritario?

–Eso se produce en España debido al sistema electoral que se aprobó en la Transición con el objetivo de proteger a las minorías. Ocurrió, claro, que había unas minorías muy especiales, que eran las nacionalistas, que en aquel entonces resultaban necesarias para aprobar la Constitución. Lo que no se previno es que llegase un momento, que es el que estamos viviendo, en el que las minorías pueden influir, y mucho, en las grandes decisiones del Estado, pero por lo visto parece que a ningún partido le interesa que se cambie el sistema electoral. Yo, personalmente, creo que estas minorías no deberían gozar de una representación tan sumamente decisiva pero, vaya, hay fuerzas políticas que tenían que haberse puesto de acuerdo y hasta ahora no han sabido hacerlo.

–Habría que aplicar el talento político.

–Claro, y procurando no dejarse llevar por las emociones.

–¿Y por parte del votante?

–Pues también. No se trata de votar a un partido porque te caiga bien, porque lo has votado toda la vida: eso es una irracionalidad política. De lo que se trata es de votar al partido que consideres que lo va a hacer mejor.

–¿Cada país tiene la clase política que se merece puesto que, a fin de cuentas, los políticos son un reflejo de la sociedad en la que viven?

–Eso es verdad y, al tiempo, no lo es. Es verdad en el sentido de que cada nación ha organizado su sistema político, y ese sistema favorece la aparición de unos políticos en vez de otros. Pero yo pienso que lo que también influye es la historia de las instituciones de ese país.

–¿Y en España qué nos ha ocurrido?

–Que no nos hemos liberado de la influencia política del régimen franquista, de tal manera que nuestra relación con los políticos es un poco franquista en el sentido de que si tenemos un problema tendemos a pensar “que lo arreglen ellos”. De algún modo, todavía arrastramos esa pereza democrática. Por lo tanto, es verdad que cada país tiene la clase política que se merece, pero a ello hay que añadir que cada país está hecho por las instituciones que lo han educado. 

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