José A. Marina: “Ni todas las culturas ni todas las opiniones son respetables”

“Algunas sociedades han planteado soluciones fallidas a problemas comunes, hay que escoger las que los han resuelto mejor”, asegura el filósofo en Club FARO

José Antonio Marina y Jorge Álvarez Yágüez. |   
//  ALBA VILLAR

José Antonio Marina y Jorge Álvarez Yágüez. | // ALBA VILLAR / Ana Rodríguez

“El multicultularismo, decir que todas las culturas son respetables, es lo mismo que decir que todas las opiniones son respetables. No lo son ni unas ni otras – sí lo es el derecho a opinar pero no el contenido de la opinión– y es hora de que los filósofos pongamos los puntos sobre la íes en esta cuestión”. Así se expresaba ayer en Club FARO el filósofo, investigador y docente José Antonio Marina. “Las culturas son soluciones a problemas comunes de las sociedades y algunas son fallidas, hay que quedarse con quien haya resuelto mejor el problema, por ejemplo las que respeten los derechos humanos”, añadió.

Marina cerró ayer la programación del club FARO de 2022 en una sala de conferencias del museo MARCO llena de público para asistir al acto titulado “La historia de la humanidad contada desde el prisma de las emociones”, en el que el reputado filósofo, presentado y entrevistado por el catedrático de Filosofía Jorge Álvarez Yágüez, presentó su último libro “El deseo interminable” (Ariel), en el que el autor introduce la psicología (las pulsiones, las pasiones y las luchas de poder) para explicar hechos históricos, tanto los que han contribuido al progreso como a las atrocidades, que él denomina “colapsos civilizantes”.

“No pretendo contar una historia nueva, sino la misma de los historiadores, pero con otra luz”, comentó. Y para explicar su perspectiva tomó prestada una metáfora de la astronomía respecto a dos modos de contemplar el universo: iluminado con luz natural, de modo que las estrellas aparecen serenas y armónicas, o a través de un telescopio de rayos gamma, que deja ver un turbión de energías. “Pretendo contar la historia de la humanidad iluminada con rayos gamma, ver las pulsiones que están detrás”, afirmó.

Interesado en descubrir qué explica el comportamiento y la motivación de las personas, Marina, que escribió un libro sobre el deseo, del cual Espinosa decía que era la esencia del hombre, se preguntó si habría alguna acción que satisficiera esa especie de ansiedad por perseguir un deseo tras otro. Y así surgió la idea de felicidad, que, escrita con minúscula, es la que corresponde a la consecución de deseos y , con mayúscula, es “una utopía de la inteligencia”.

Del mismo modo, habló de la felicidad individual y la social. “Cada persona busca una vida satisfactoria para los suyos, pero ese proyecto individual tiene que coexistir con los de los otros porque pueden entrar en colisión. Por eso la sociedad tiene que marcar unas normas para el sistema de juego; y de ahí surgen en primer lugar las religiones y más tarde los sistemas normativos morales y jurídicos”.

Una vez marcadas las normas, surgió y se mantuvo durante siglos la “cultura de la obediencia”, que “se resquebrajó cuando aparece la crítica a la autoridad y a los legisladores que en los poderes absolutos decían que plasmaban en la ley los deseos de Dios”. “En la Revolución Francesa se produce la creación más novedosa de la inteligencia humana cuando se deja a Dios al lado y se llega a la conclusión de que es el ciudadano el que tiene que decirle al legislador qué derechos quiere que plasme en la ley”. “Y después de la Segunda Guerra Mundial todas las constituciones empiezan a decir que todos los seres humanos tienen dignidad sin definir bien qué es, y en aras a protegerla se formulan los derechos humanos”.

“Nadie que conozca la Historia hubiera querido vivir en otra época que en las democracias avanzadas sin saber el puesto que le iba a tocar ocupar”, afirmó Marina, quien mostró la poca simpatía que le suscita la palabra felicidad tan manida en anuncios de Coca Cola y libros de autoayuda. “Ese tipo de felicidad psicologizada, la del ‘preocúpate de ti, que lo mereces’, es peligrosa desde el punto de vista social porque rompe nuestro compromiso con la justicia, entendida ésta última como la mejor solución a los problemas comunes de las sociedades”.

“El aprecio por la libertad desciende en los jóvenes, perdemos sentido crítico”

“China quiere ser la potencia ideológica mundial, dice que su poder político es mejor que el nuestro. Los occidentales consideramos que el valor más importante es la libertad y ellos dicen que primero es la armonía y segundo la justicia”. José Antonio Marina expuso su preocupación por un debate para el que considera que en Europa “no estamos teniendo una respuesta elaboradora suficientemente”.

“El aprecio a la libertad en la gente joven está descendiendo en todo el mundo”, debido, en parte a su relación de dependencia con las nuevas tecnologías de la comunicación, expresó. “Hemos prescindido de sentido crítico, entre otras cuestiones por la desaparición de la Filosofía en el sistema educativo”, añadió.

Otro de los temas que abordó en la charla-coloquio de ayer fue el de los nacionalismos y su peligro. “Una de las seis emociones básicas es el sentimiento de pertenencia al grupo, el cual se fomentó porque da cohesión a la sociedad”. Esa emoción genera, según expuso, más sentimientos, de manera que cuando te alejas del grupo se produce la nostalgia, un término que no aparece en el diccionario hasta 1884 pese a que Marina lo encontró en dialectos primitivos de tribus australianas. Apareció identificado por primera vez en Europa en el sigo XVII por la enfermedad que sufrían soldados suizos destinados en Francia que presentaban fiebre, malestar general y hasta fallecían, empeorando sus síntomas cuando cantaban canciones folclóricas de su tierra.

“El nacionalismo es un intento de fomentar esa cohesión de grupo, pero cuidado con ese sentimiento si nace para defenderse del vecino”, advirtió.