Los Magos y el capitalismo caníbal

Estamos en una etapa del capitalismo en que se devora a sí mismo.

Estamos en una etapa del capitalismo en que se devora a sí mismo. / FDV

Fernando Franco

Fernando Franco

Los Reyes Magos me han dejado unas seductoras botas de piel y apertura lateral con calcetines ad hoc de cuadro inglés y un jersey cuello cisne azul marino que redondea mi polícroma colección de pulóvers de tal género. No digo que, como en mi lejana infancia, quiera salir raudo a estrenarlos por las calles pero casi, lo cual es una muestra de los restos de niño que hasta el final guardamos los mayores. Lo de los Reyes es un tema socorrido que a cualquiera agrada porque le retrotrae a su infancia y he acudido a él, aunque pensaba hablar de un tema poco grato, para no espantar a esa especie en extinción llamada lector, que bastante hace con no entregarse a esas regalías facilonas  como Tik Tok, Instagram o Twitter.

Mejor hablar de Reyes Magos que deprimirlo por ejemplo con los dimes y diretes de esa queja que aparece los últimos días como enlatada en los reportajes televisivos: ¿porqué los jóvenes de hoy ganan menos que los de ayer, porqué no se pueden independizar de sus padres, porqué no pueden aspirar a un nido de amor propio, porque los alquileres los expulsan a las periferias? Mejor hablar de los Magos porque eso me llevaría a tratar en plan cenizo de esta etapa de capitalismo suicida al que hemos llegado, peor que la anterior que era de mayor consenso entre clases. Un capitalismo de trabajo precario y mal remunerado en que los salarios son inferiores a la generación anterior y caen por debajo de los costos de reproducción necesarios como dar a luz y socializar a los niños; canibalizador de la fuerza de trabajo y dispuesto a disciplinar al público y Estados en función de los intereses inmediatos de los inversores privados. Lean, lean a Nancy Fraser en su libro Capitalismo caníbal. Esclarecedor.

En román paladino, una vuelta a las andadas del capitalismo explotador inicial pero mucho más sutil y ahora expropiador, sin sindicatos fuertes que defiendan a los trabajadores porque ellos mismos, en su idiocia, no los votan así como lo hacen con la venda puesta (abducidos diría mi hija) a representantes de este sistema como Trump, Bolsonaro, Milei… que son los perfectos ejemplos de autócratas ignorantes cuyos planteamientos devoran la democracia (la caníbalizan) y atentan contra sus intereses de supervivencia. Defensores incultos y salvajes de un mercado tan libre que convierte a los trabajadores en peones reducidos a preguntarse cómo llegarán a fin de mes, sacando al mercado de trabajo a la mujer porque ya no llega un sueldo y dejando a los niños o mayores al cuidado de otras clases más precarizadas importadas de países más pobres susceptibles de mayor explotación aún, mano de obra de sustitución como putas o soldados mercenarios. Si ocupan la edad fértil de ellas para aprovechar su trabajo el mayor número de años posibles. ¿cómo reproducirse para garantizar la fuerza de trabajo? El capitalismo se devora en esta etapa a sí mismo, a sus bases estructurales, y los trabajadores votan contra sus propios intereses a mafiosos empeñados en robarles todos sus derechos.

Pero no quiero hoy hablar de esto porque, si ya la gente no lee sino que ve series, si ya vemos al periodismo acorralado por la lectura rápida e insensata en redes de gente anónima e indocumentada y a los periodistas relevados en Internet por influencers sin oficio pero con beneficio, si solo se lee en las pantallas titulares y encima de fuentes desconocidas y poblados de mentiras... mejor es volver a los Reyes Magos que a mí de niño me traían pistolas y ahora de mayor dispositivos para localizar mis llaves (antes para agredir, ahora para sobrevivir). Pero algo pasa cuando se le oye decir a un niño de hoy su petición real: salud y un chaleco antibalas.

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