Entrevista | Manuel Manquiña Actor

Manuel Manquiña: “Tengo un toque de payaso blanco, de drama”

El interprete vigués protagoniza “O home e o can”, una película dirigida por Ángel de la Cruz que se estrena en cines el 20 de octubre en la que encarna a un hombre con discapacidad intelectual, único habitante de una aldea, que se enfrenta a una aventura en la ciudad

Manuel Manquiña, en el jardín de su casa en Santiago. / Xoán Álvarez

Con 70 años cumplidos, Manuel Manquiña interpreta el papel protagonista de “O home e o can”, una película en gallego y en blanco y negro producida por Ézaro Films y Caladiño Films y dirigida por Ángel de la Cruz que llega a las salas de cine el 20 de octubre con trece galardones, conseguidos en diferentes festivales, entre ellos el Festival de Cine de Ourense y el Festival de Cine de Madrid. El actor vigués, más conocido por sus papeles cómicos como el de Pazos en “Airbag”, sorprende con un registro menos conocido en él al encarnar a un sexagenario con discapacidad intelectual que se convierte en el único habitante de una aldea al morir su vecina y al que un accidente sufrido por su perro le lleva a viajar hasta la ciudad, a Ourense, donde se encontrará con una joven de 25 años, interpretada por la actriz, música y cantante Paula Chaves.

– En la película “O home e o can” encarna el papel de un hombre con discapacidad que vive solo en su aldea. ¿Qué reto interpretativo le ha supuesto meterse en la piel de alguien tan ajeno a usted y a lo que ha hecho la mayor parte de su carrera profesional?

– Dada la sociedad en que vivimos y con las sensibilidades especiales que hay, tenía un poco de temor. Sabía que tenía que conseguir hacer un personaje que, por una parte, reflejara lo que se proponía el director, y, por otra, tuviera la dignidad que le permitiese ser aceptado, querido y respetado, no solamente considerado con un sentimiento paternalista hacia él, sino ser considerado en sí. Me creaba una serie de dificultades, pero al establecerse la relación con Paula Chaves, la actriz que hace el papel antagonista de mi personaje, fue muy sencillo porque conectamos bien enseguida. Ella interpreta a una persona que se mueve bien en los medios urbanos, que es pilla, sabe solucionar problemas, y este hombre no sabe ni que tiene que esperar a que un semáforo se ponga en verde para cruzar o cómo funciona un portero automático de un portal. Si embargo, luego corre una aventura que le obliga a tener otras defensas. El reto se resolvió bien y así lo demuestra la acogida de jurado y público.

Manuel Manquiña y Paula Chaves, en el rodaje de "O home e o can", en Ourense.

Manuel Manquiña y Paula Chaves, en el rodaje de "O home e o can", en Ourense. / Ézaro Films

– El director, Ángel de la Cruz, pensó desde el primer momento en usted para hacer ese personaje protagonista de un drama social, ¿le ha dicho por qué?

– Nunca le pregunté por qué, dice que desde que empezó a escribir el guión pensó en mí para interpretar el papel. Él lo vio así, es como cuando colocas a un jugador en una posición para un partido. Me acuerdo un día que estábamos en un programa de la TVG y le preguntan a Ángel de la Cruz : “¿Qué planes de futuro tienes?” y contestó: “Voy a hacer una película que va a protagonizar Manquiña”. Yo dije: “Ah, sí, ¿yo?, vale”. La verdad es que como soy tan despistado no me había enterado. No sabía cómo eran las circunstancias de ese personaje y cuando tuve que enfrentarme a él andaba por casa diciendo “no tengo ni idea de cómo hacer este papel”, eran unas características determinadas que iban a ser complicadas. Me di cuenta de que tenía excesivo texto, razonaba con demasiada lógica para las carencias que luego se le suponen, así que reduje el texto, lo dejé casi en monosílabos porque es el único habitante de una aldea que se mueve muy bien en silencio, en la relación con sus animales, sus flores y sus patatas, de ahí el choque cuando el entorno urbano se le echa encima.

– Parece que buscaba en usted ahondar en la tradición del cómico triste, en la melancolía del titiritero, ¿hay algo de real en su caso o es un cliché?

– No lo sé, creo que tengo, como tantos de nosotros, un arco de interpretación más o menos grande, por ejemplo en la comicidad hay tipos de humor en los que no me defiendo bien . Tengo uno o tres estilos de humor, pero no cuatro, y con el drama lo mismo. En cuanto le quitamos texto al personaje y le busqué un comportamiento físico discorde, como por ejemplo la incapacidad de subir escaleras con un pie detrás de otro que resolví con el tic de repetir un peldaño dando dos veces un paso con el pie izquierdo, pude interiorizar el personaje y hacer que el espectador lo comprenda. Encontré el truco en el rodaje, terminé de perfilar la interpretación ahí.

– ¿Se siente cómodo en el drama?

– (Risas). La verdad es que sí, aprecio mucho todas las disciplinas, incluso cuando hago comedia tengo un toque de payaso blanco, de drama, de verosimilitud. En el drama me desenvuelvo bien porque creo que es una condición natural al ser humano, es un ‘cada día’, la vida tiene las dos caras, el drama y la comedia, mientras la moneda gira en el aire no sabes si estás enseñando la cara que ríe o la que llora, pero cuando cae al suelo hay una de ellas que queda arriba.

– Entre los premios que ha recibido esta película se encuentra el de mejor interpretación masculina en el Festival de Cine de Madrid 2022, ¿se imaginabas hace tres años, antes de tener conocimiento de este proyecto, recogiendo ese galardón?

– No, ni me imaginaba ese ni me veía recogiendo el premio a la trayectoria dedicada al humor en Allariz, ni en Marín a toda una vida dedicada a la interpretación. Ese último me lo dieron, según me dijeron, porque al verme en “O home e o can” empezaron a hurgar en mi carrera y vieron que tenía un cúmulo de trabajos diferentes, no solo cómicos. Cuando te dan un premio dedicado a la trayectoria con 70 años te asusta mucho.

Manquiña, en el rodaje de la película.

Manquiña, en el rodaje de la película. / Ézaro Films

– ¿A sus 70 años en qué momento de su carrera se encuentra?

– La carrera de actor no tiene fin, no es como la de un futbolista que a partir de los 30 sabe que está en la pre-retirada. Aquí te pueden dar un papel de un abuelo, de una persona mayor,.. la verdad es que me encuentro en un momento de mi carrera como otros, con una continuidad, sí que es cierto que creo que tengo más madurez y sé más, lo cual es normal.

– Hace dos semanas Carlos Blanco manifestaba en una entrevista en estas mismas páginas que el envejecimiento de la población y el hecho de que se llegue a la llamada tercera edad con más salud y actividad social hace que los actores mayores de 60 puedan tener papeles protagónicos que tal vez antes no tendrían, ¿se ve haciendo más papeles protagonistas?

– No rechazaría un protagonista que yo viera que me iba bien. Voy a contar una anécdota: hice una colaboración para Movistar, para la serie “El Inmortal” y me avisaron de que salía en el capítulo 3 y en el 4, pero no me pusieron cuál era el personaje que tenía que hacer. Recibo el guión y veo que pone Bruno, así que pensé “ese seré yo”. Empiezo a leer que Bruno sale desnudo de la ducha, se abraza con una mujer de treinta y tantos años, se besan y se van a la cama. Dije “no me veo haciendo esto”, llame a mi representante y se lo comenté, él llamó a los de la serie y le dicen que mi personaje era Tío Pascual y que Bruno era el nombre del capítulo. Entonces, a esa pregunta de si me veo haciendo otro papel protagonista digo que sí, siempre y cuando lo pueda defender con dignidad.

– Usted forma parte del imaginario colectivo para una generación, entre la que me cuento, que tuvo “Airbag” como película de culto y que le recuerda por expresiones de su personaje, Pazos, que repetimos décadas después, como “el concepto es el concepto”, “hondonadas de hostias” o “interesante no, Carmiña, estresante", ¿lo ve como una losa o como algo positivo?

– Hay una frase que dice Luis Zahera que me cojo para mí: Mejor encasillado que en casa con el brazo cruzado. Hay personajes que son más característicos, aunque yo no me sentí encasillado y a la gente le agradezco que haya disfrutado del personaje y de la película. De hecho, me habían pedido algunos productores y promotores que metiera algo de “Airbag” en los monólogos y yo siempre me negaba porque me parecía que ya era algo demasiado explotado, pero me decían que el público lo tenía en mente y agradecía que le diese algo, que era como reconocerse mutuamente, así que cedí en meter algunas frases. Cuando dijiste lo del imaginario para una generación pensé que me ibas a decir como me dijo alguien el otro día en Baiona, que era de esos niños traumados que creyeron que los reyes magos se morían el día que caí en el globo en la cabalgata de Vigo en 1987.

"No me molestaría que me recordasen por el personaje de Pazos en “Airbag”, pero hay otros que tuve que elaborar más, como el de Zaratustra de 'El robo más grande jamás contado'"

– ¿Qué le debe a Airbag, si es que le debe algo?

– La proyección nacional. Yo llevaba un trabajo, una carrera, de provincias y aunque ya había hecho “Continental” y “Juez de línea” en cine, “Airbag” me abrió más puertas y supuso que se me conociera más. Como me dijo Karra (Errejalde), tuve la suerte de tener el mejor personaje de la película, él lo quería para él pero no podía porque era el protagonista. Me llamaron para hacer esa película porque Juanma Bajo Ulloa vio “La matanza caníbal de los garrulos lisérgicos” que presentamos en San Sebastián, él ya estaba produciendo “Airbag” y buscaban un actor para el personaje de Pazos. Dijo: “Llamar al gallego”, fui a una entrevista en Madrid, le gusté y me dio el personaje. Entonces Karra, que no sabía nada, le propuso a Juanma darle el papel de Pazos a Aitor Mazos, que es el que en la película aparece perseguido por una mosca todo el rato y le pega unos tiros a las gallinas. Juanma le dijo que lo iba a hacer yo, entonces Karra, que no me conocía de nada, dijo: ¿Quién es ese?. Le dijo: “El que hace ‘La matanza caníbal de los garrulos lisérgicos’”. Y Karra le contestó: “Ah, vale, ese debe de estar tan loco como nosotros”.

– ¿Es el papel por el que le gustaría ser recordado?

– Cuando me hacen esta pregunta tengo que contestar sinceramente que no me molestaría, de hecho un día me encontré en un festival a un tipo que era muy fan mío (o del personaje) y me enseñó un tatuaje de mi rostro que llevaba en su pierna a tamaño casi natural, quedé flipado y le dije: “Cuando estés con tu novia y vea mi cara en tu muslo al lado de tu paquete sabe Dios lo que podrá pensar”. No me molesta que me reconozcan por Pazos, pero hay otros personajes por los que también me gustaría que me recordaran, por ejemplo, el de Zaratustra en “El robo más grande jamás contado”, que tuve que trabajar y elaborar más. Pazos fue una sucesión de buen rollo, casualidades y circunstancias que yo mismo no controlaba, por ejemplo, cuando digo lo de “somachigún” (en una escena en la que muestra una ametralladora a Errejalde) ni siquiera tenía que decirlo, en el texto ponía “microuci SMG” y entre paréntesis ponía “Sub machine Gun”, no lo había pensado ni lo preparé el día anterior, lo dije a tanta velocidad que me salió “somachigún” y a todo el mundo le pareció una genialidad, fue una de esas casualidades que se dan en el rodaje porque el ambiente te lleva a eso. También al estar trabajando con Karra Errejalde es muy fácil que la creatividad aflore, es como una jardinera llena de abono: lo que plantes va a florecer.

"Mi etapa en la televisión con Antonio Durán, “Morris”, en los 80 fue muy divertida y creativa, había en la sociedad una permisividad hoy impensable”

– Empezó en el mundo audiovisual con Antonio Durán, “Morris”, en la TVG. ¿Qué recuerda de esos primeros años?

– Empezamos una tarde en un programa que no me acuerdo cómo se llamaba y luego nos dieron el “A ver que vai ser isto”. Fue una época muy divertida y también muy creativa. Trabajábamos bajo la dirección y guiones de Chicho Campos, otro elemento muy creativo, al final de los 80 había una gran creatividad en la sociedad y mucha permisividad, la tele era nueva, los equipos nuevos, pedías un esfuerzo a cualquiera y lo hacia encantado. Hubo algunos aciertos y algunas genialidades hoy inconcebibles. Recuerda que Morris y yo estuvimos dentro de una jaula de leones, eso salió de un despacho de un director que nos estaba llamando la atención y le dije: “Lo que no puede ser es que nos pongáis límites, si me quiero meter en una jaula con leones, no puede ser que no lo haga porque el cámara tenga miedo”. Me dijo: “Vale, Manquiña, pero cuando llevéis equipos, pedid permiso”. Me encuentro con Chichi y me pregunta qué podíamos hacer la semana siguiente y le dije: “Consígueme unos leones”. Cuando llegué a casa – no había móviles en esa época –, me encuentro un mensaje de Chichi en el contestador automático, le llamo y me dice: “Xa teño os leóns, los conseguí en la Ciudad de los Muchachos”. Le dije: “ Vale, hacemos un programa en torno al circo y nos metemos en la jaula con los leones Morris y yo para hacer el arranque”. Me llama Morris y me dice: “Manqui, lo de los leones es una idea de puta madre, pero te metes tú”. Pero cuando llegó el día, que era San Martiño en Ourense, llegamos a las nueve menos cuarto de un día gris y los leones estaban allí, en la jaula, le propongo a Morris que me metía yo solo en la jaula y él se quedaba fuera. Se me queda mirando y me dice: “Me cago en la madre que te parió, hijo de puta”. Y entró en la jaula, prefirió arriesgarse a que se lo comiera un león a quedar de cobarde para la posteridad. Nos íbamos a grabar a Portugal y decidíamos quedarnos a dormir, grabábamos sin permiso en los tranvías de Oporto, hacíamos cosas divertidas de una manera que hoy es impensable.

– ¿Nunca se han planteado reeditar ese dúo cómico?

– No somos amigos de la nostalgia, cada cosa tiene su tiempo, se vive y luego hay que soltar. Imagínate que nos hubiéramos agarrado a la nostalgia los dos. El final de esa pareja no fue traumático, el tiempo fue divertido, pero después cada uno continuó con su carrera sin ningún problema. Cuando nos vemos ni siquiera nos ponemos a recordar, solo en entrevistas, si nos preguntan, lo contamos encantados. No ha lugar a reeditar esa pareja cómica porque ni el público es el mismo ni la sociedad ni las circunstancias son las que eran. Dicho lo cual, yo con Morris trabajaba muy a gusto, muy bien, además él hacía una lectura de guión y entendía todo a la primera, a veces yo decía: “¿Qué es esto?”, mientras él decía: “Ah, claro”. Él me daba la clave por su forma de interpretarlo o leerlo y cogíamos ese camino de interpretación y humor.

El actor gallego tiende la colada en su casa.

El actor gallego tiende la colada en su casa. / Xoán Álvarez

– ¿Cuándo se dio cuenta de que lo suyo era la farándula?

– Sentía atracción por ella desde muy joven, iba a los festivales de España que se celebraban en Castrelos, donde había teatro, danza, folclore de toda Europa, ballet clásico,... me gustaba la zarzuela, las bailarinas, las coristas, vi “El lago de los cisnes” mil veces, a Antonio El Bailarín... En casa siempre hubo cierto ambiente artístico, mis hermanas cantan, mi madre cantaba. Mi hermana María siempre estuvo relacionada con el teatro, desde la escuela, y cuando entró en Esperpento Teatro me dijo que necesitaba un actor. Me propuso entrar en la compañía y al día siguiente fui al ensayo. Me hicieron una prueba de recitar algo riendo, llorando y gritando como un cínico y como un cabreado, algo que hice con mucho desparpajo, no quiere decir que bien, pero debieron de considerar que estaba lo suficientemente loco para meterme en el teatro y entré. Esa compañía se profesionalizó, se fue a Madrid, hicimos teatro independiente por toda España. Luego vino la tele en Galicia, el doblaje, fue todo una continuidad.

–Su nombre real es Manuel Juan Francisco del Cristo de la Victoria Prieto Comesaña. Tomó su apellido artístico de la playa de A Manquiña, en el barrio vigués de Teis, porque jugaba en ella de niño, ¿regresa a menudo a verla?

– Esa playa sigue existiendo gracias a la lucha de los vecinos de Teis, es casi una calita que estuvo a punto de ser absorbida por la industria. He vuelto un par de veces, por nostalgia y para enseñársela a alguien. Jugaba en ella cuando estaba con mi abuela, pero yo aprendí a nadar en la playa de San Miguel, en Bouzas, porque vivía en Peniche. La de Manquiña me parecía además que tenía un nombre muy bonito y quería que cuando alguien pronunciara mi nombre artístico evocara recuerdos agradables de mi infancia. Está en el monte de A Guía al lado de la Lagoa, es una playa insignificante, como soy yo.

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