El secreto está bajo la alfombra

Los saqueos son solo un anticipo de revueltas mayores.

Los saqueos son solo un anticipo de revueltas mayores. / Archivo FDV

Fernando Franco

Fernando Franco

Llegaremos a ver en España turbas de saqueadores como las de Filadelfia estos días convocadas por Telegram bajo el lema smash and grabs (rompe y agarra) para arramblar en supermercados o grandes almacenes todo lo que encuentran a su paso? Claro, ¿porqué no si se están labrando en los intestinos de nuestra sociedad las condiciones de creciente desigualdad que en la americana dan lugar a estos episodios vandálicos? Eso sí, aquí atenuados por una Seguridad Social que, como europea, resiste los embates de los nuevos tiempos aunque dando los primeros síntomas de asfixia. Pero mirad a esa veintena de personas de la Plataforma de Afectados por las Hipotecas (PAH) del Alt Penedès que hace unos días han cargado carros de la compra con alimentos en el supermercado DIA de Vilafranca del Penedès y se los han llevado sin pagar, como hicieron hace años los del SOC en Andalucia. Son los primeros avisos.

Y qué esperaban mientras seguían predicando la vieja buena nueva del laissez faire, laissez passer neoliberal (dejar hacer, dejar pasar), qué suponían mientras seguían dando vivas a la privatización, desregulación y minimización del Estado? Antes o después hallarán la horma de su zapato a no ser que multipliquen por mil sus sistemas de control y represivos. No obedecen esos ataques vandálicos que vemos en las calles norteamericanas al deseo voluntario de destrucción del patrimonio público o privado o a razones ideológicas, sino a algo tan simple como un vandalismo adquisitivo, la acción desesperada de masas de desheredados hartos de su pobreza y que tiene poco que perder. Desempleados, trabajadores con sueldos precarios o trabajos de quita y pon sin esperanza de mejora, gente con más calle que hogar, emigrantes que, pese a la dureza de su éxodo en busca de empleo, no consiguen despojarse de su pobreza, jóvenes hartos de que les birlen el futuro y de no poder salir de casa de sus padres, personas que no se mueren de hambre pero tienen hambre o sobreviven y engordan con comida basura.

Ahí tenéis a esa subcivilización creciente de pobres que vive bajo la alfombra en países que hemos desarrollado formas de ceguera para no verlos, para que no se sientan, para invisibilizarlos. Masas de desheredados como las que fueron utilizadas por desaprensivos escudados en razones ideológicas en la revolución rusa para derribar el autocrático arismo e implantar la no menso desspótica dictadura del proletariado o en la francesa para un régimen del Terror sin precedentes como hall de la legalite, egalite, fraternité. En el descontento popular germinaron todas las revoluciones con turbas alentadas por líderes que supieron poner una mecha en la pólvora acumulada de la desesperanza. Bien es cierto que en el presente se hacen más difíciles en España, pero no así razzias contra la propiedad privada, pequeños levantamientos e incluso algunos de más elevada factura como el de los chalecos amarillos franceses. Preguntáos porqué Suecia, nuestra referencia ejemplar como sociedad hasta ahora, le país paradigma del desarrollo por excelencia, con un estado del bienestar que ha sido la envidia del mundo entero,vive una espiral de violencia pandilerra tan sin precedentes que vaa sacar el ejército a las calles.

Vivimos en Europa, el mejor sitio posible para vivir, y en España, el mejor sitio de Europa para veranear o invernar, pero el secreto está bajo la alfombra en nuestras sociedades del despilfarro, agazapado, esperando que llegue el momento en que alguien ponga la espoleta, mientras la duda reemplaza la esperanza y se extiende la desesperanza y el declive de la utopía; mientras aquí, en España, andamos preguntándonos los que llegamos a fin de mes si somos las, los o les; si podemos besar tras lo de Rubiales o, como escribe Lucía Lijtmaer en su libro “Ofendiditos”, cualquier hombre que guiñe un ojo a una mujer en la oficina tenga de repente que llamar su abogado para defenderse. Mientras perdemos el tiempos en estos vanos menesteres, sigue aumentando una población bajo la alfombra que,si surge quien pueda moverlos, no tiene nada que perder.

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