Mujeres fuera de serie

La entrenadora de las mentes en la pista

Eva Borrás es una referente en psicología deportiva, especialmente aplicada al tenis. La viguesa, que estuvo en el ranking de las 25 mejores tenistas de España y entre las 500 del mundo, trabaja desde Boston con prestigiosos deportistas y jóvenes promesas de todo el mundo para ayudarles a dar lo mejor de sí en las competiciones

Amaia Mauleón

Amaia Mauleón

La cabeza tiene en los deportes tanta importancia (o más) que las piernas o los brazos. Sin embargo, no siempre se otorga a la salud mental en el terreno de juego el valor que merece.

Eva Borrás (Vigo, 1973) conoce muy bien los problemas que puede suponer una tensión mal gestionada en las pistas; los éxitos y los fracasos. La viguesa –que estuvo en el ranking de las 25 mejores tenistas de España y entre las 500 del mundo– experimentó en primera persona esa presión y estrés y cuando se retiró de la alta competición tuvo claro que seguiría en el mundo del deporte pero de una manera diferente: cuidando de la salud mental de los deportistas.

  • ¿Quién soy?

    “Una mujer a la que le gusta vivir la vida con intensidad. Muy afortunada por disfrutar de mi gran familia y de mi trabajo

Borrás es una referencia en psicología deportiva, especialmente aplicada al tenis, y ha trabajado con algunos de los mejores tenistas españoles. Tras pasar por prestigiosas escuelas de Valencia y Madrid, la Federación Española de Tenis, la academia de Juan Carlos Ferrero en Alicante y la academia de Emilio Sánchez Vicario en Florida, entre otros, desde hace dos años trabaja en Boston con diversos deportistas americanos.

La pasión por el deporte la tiene esta viguesa impresa en su ADN. En su casa, asegura, se daba tanta importancia a esta disciplina como a cualquier otra materia escolar. Tanto Eva como sus otros tres hermanos –Jaime, Inés y María– practicaron diversos deportes, aunque solo Eva y María llegaron a competir a nivel profesional.

Eva cuenta que en su familia lo “natural” era hacer deporte ya que era lo que habían visto siempre a su alrededor. “Mis padres, que siempre han sido mis principales referentes, eran ambos muy deportistas; mi padre, empresario, jugaba al tenis, y compitió también en atletismo y baloncesto. Mi madre, profesora, aunque no competía, también practicaba varios deportes", recuerda Borrás con orgullo.

"Mi abuela, Teresa Sanjurjo, jugó también al tenis y al hockey en el Atlántida Hockey Club junto a sus hermanas, la pionera María Antonina, Carmela y María Jesús”

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El equipo de Jockey Atlántida, con su abuela Teresa Sanjurjo, que también jugó al tenis / Cedida

Salir en bici, con el balón, la raqueta o a correr era el día a día de Eva y sus hermanos, que además al vivir en Canido tenían el privilegio de poder disfrutar fácilmente al aire libre.

Al principio Eva practicaba tenis y jugaba al baloncesto en las categorías inferiores del Celta, y a ambos se entregaba con igual entusiasmo. Pero llegó un momento, con 13 años, que tuvo que elegir. “Entrenaba muchísimo; empezaba antes de ir al colegio, por la mañana pronto, y seguía al terminar por la tarde, pero aquello se hizo insostenible”, recuerda. Finalmente, eligió centrarse en el tenis, ya que era donde estaba consiguiendo mejores resultados y donde tenía muy claros referentes femeninos como Gabriela Sabatini, cuyo póster colgaba en un lugar preferente en su habitación.

A los 14 años, Eva hizo las maletas para mudarse a Barcelona e ingresar en la academia de alto rendimiento de tenis Luis Bruguera. “Fue duro porque era muy jovencita y me costó separarme de mi familia. Entrenábamos siete horas al día, pero tenía tanta ilusión que no podía dejar escapar aquella oportunidad; siempre estaré agradecida por el esfuerzo emocional y económico que mi familia hizo para darme esta increíble oportunidad”, asegura.

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Eva (de azul en el centro) en un aprtido de dobles con María Novoa de pareja / Cedida

La viguesa se formó durante seis años en la ciudad condal, sometida a una constante exigencia física y mental. “Sólo iba a ver a mi familia a Vigo dos semanas en Navidad y 10 días en verano, pero estaba haciendo lo que yo quería y me sentía muy afortunada”, defiende. Comenzó a competir por todo el mundo y agradece al entrenador que tuvo, Xavi Torner, “que cuidó de mí en todo momento”.

Aquellos años, asegura Eva, forjaron su carácter de manera definitiva. “El tenis, junto con mi familia, me transmitieron valores de trabajo duro, de humildad y sacrificio, de perseverancia y esfuerzo. Todo ello, me hizo ser quien soy y afrontar la vida en todos los aspectos. Cuando eres tenista lo eres para siempre; las ‘gafas de tenista’ que te hacen afrontar conflictos de una forma diferente no te las vuelves a quitar”, reflexiona.

Durante sus años como tenista profesional, Eva no contó con un apoyo psicológico especializado. “En los últimos años sí tuve una psicóloga, pero no deportiva, que es muy diferente”, apunta. No fue fácil para ella gestionar el nivel de estrés al que estaba sometida. “No me dejaba competir como quería, no era capaz de hacerlo al mismo nivel que cuando entrenaba”, admite.

A los 20 años, Eva regresó de Barcelona y, aunque siguió jugando y participando en algunos torneos, poco a poco se fue alejando de las competiciones. Pero no de las pistas. Eva se instaló en Madrid y comenzó a estudiar Psicología en la Universidad Pontificia de Comillas con el claro objetivo de enfocar su formación hacia el ámbito deportivo. Así, al terminar la carrera realizó un máster de dos años de Psicología de la Actividad Física y Deporte. Además, desde el principio compaginó sus estudios con las clases de tenis que impartía en la universidad. “Al estar acostumbrada a trabajar a un ritmo tan alto, seguía necesitando hacer varias cosas a la vez”, cuenta. Esos años vivió en casa de sus abuelos y reconoce que los mimos que recibió de ellos “fueron importantes después de haber estado sola los años anteriores”.

“Mucha gente me decía que para qué estudiaba una carrera con tan pocas salidas, pero yo siempre he pensado que si algo te gusta y trabajas a tope, lo vas a disfrutar y es muy probable que salgas adelante”

En aquellos momentos la psicología del deporte aún era bastante desconocida. “Mucha gente me decía que para qué estudiaba una carrera con tan pocas salidas, pero yo siempre he pensado que si algo te gusta y trabajas a tope, lo vas a disfrutar y es muy probable que salgas adelante”.

Y así fue. Eva demostró lo necesaria que podía llegar a ser esta herramienta en el deporte. Al terminar sus estudios, comenzó a trabajar en el Club Internacional de Tenis y el Club de Tenis Chamartín, hasta que finalmente montó su propia clínica. “Tenía contactos por mis años compitiendo y aproveché para buscar oportunidades”, relata. “Poco a poco la psicología se fue convirtiendo en una parte más del deporte y hoy entra de manera natural en los entrenamientos, no solo cuando hay un conflicto, sino como una herramienta más que todos pueden trabajar”, destaca.

Tras casarse y dar a luz a su hija mayor, Marta, la familia se mudó a Valencia. Eva comenzó a trabajar en la Academia de Juan Carlos Ferrero, que era entonces el número uno del mundo, y allí creció enormemente a nivel profesional durante doce años y volvió a montar además su clínica en la que no solo trataba a tenistas sino que también comenzó a colaborar con las federaciones de vela, pádel y golf, atendiendo a los mejores deportistas del mundo en estas disciplinas por toda la comunidad valenciana.

Su familia iba sumando puntos con el nacimiento de sus otras dos hijas, Sabela y Alicia. El partido de su vida iba muy bien, pero llegó un momento en que Eva sintió que aquel set había finalizado y necesitaba un nuevo reto.

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Las hijas de Eva: Marta, Sabela y Alicia / Cedida

La viguesa puso entonces su mirada en los Estados Unidos. La familia se mudó en 2015 a Florida, en principio con la idea de pasar dos o tres años, aunque finalmente fueron más.

Borrás comenzó a trabajar en la academia de Emilio Sánchez Vicario en Naples (Florida). “Creo que la experiencia fue muy buena para toda la familia; las niñas se adaptaron bien y fuimos adentrándonos en el modo de vida americano. En la academia desarrollé desde cero el departamento de psicología dedicando muchas horas a la semana a mi trabajo y además colaboraba en varios equipos de tenis universitarios”, relata.

Pero llegó la pandemia del COVID y todo se paralizó. “Trabajaba online, pero no estábamos seguros de que al mejorar las cosas se fueran a mantener nuestros puestos, así que buscamos nuevas oportunidades y al final nos instalamos en Boston, donde comencé a trabajar en la MAC Tennis Academy”, explica la psicóloga.

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Iván Navarro, Emilio Sánchez, Nico Khun y Eva Borrás en la academia Sánchez-Casal de Naples(Florida) / Cedida

Boston les recordaba mucho a Galicia. “Es muy verde, con una ría, puertos pesqueros… Y allí están las mejores universidades del país, así que no nos costó mucho decidirnos”, cuenta. Sin embargo, el nuevo inicio no fue fácil para ninguno, más aún en plena pandemia. “Para las niñas era duro porque tenían que estar en casa, lejos de sus amigos, sin conocer a nadie…”. Además, al poco tiempo la academia cambió de dueños y los nuevos no querían seguir con la alta competición.

Pero la familia unió fuerzas y salieron adelante con la ilusión renovada. Y un nuevo reto, la Montoya Tennis Academy, en la que comenzó a colaborar Borrás.

En estos momentos, la viguesa compagina su labor en la academia con su trabajo online con deportistas de todo el mundo, la docencia en dos másteres de psicología deportiva y dos equipos de tenis universitarios del país. Está a tope de trabajo pero no renuncia al momento más esperado del verano: el regreso a Vigo. “Tenemos una familia muy grande y nos encanta estar con ellos”, asegura.

De momento, Eva se siente satisfecha junto a su familia en Boston, pero nunca se sabe lo que les deparará el futuro. “En algún momento tengo claro que volveré a Vigo, no hay duda. Pero ahora toca seguir aquí; lo más importante es conservar la pasión por lo que haces y no acomodarse”, concluye.

Las pioneras: Lilí Álvarez, la campeona intelectual

Lilí Álvarez, primera mujer que participó en los Juegos Olímpicos

Lilí Álvarez, primera mujer que participó en los Juegos Olímpicos

La polideportista Lilí Álvarez (Roma, 1905) fue la primera mujer española que participó en unas Olimpiadas, además de escritora y periodista. Su madre pertenecía a la burguesía valenciana y huyó a Suiza para olvidar su matrimonio fallido. Allí conoció a Emilio González y tuvieron a Lilí. Mientras ella incidía en la formación intelectual de la niña, él, abogado y deportista, lo hacía en su desarrollo físico. Con solo 12 años ganó el campeonato de patinaje sobre hielo de Saint Moritz. Con 19 practicaba otras disciplinas como el alpinismo o la equitación y ganó el Campeonato de Cataluña de Automovilismo, siendo la única mujer participante. Más tarde sustituyó los patines por la raqueta y fue finalista de Wimbledon en 1926, 1927 y 1928. Vivió en Suiza hasta que regresó a España con 35 años, concluida la Guerra Civil. Dejó el deporte en un segundo plano, aunque en 1941 fue campeona nacional de esquí. En 1960 fundó el Seminario de Estudios Sociológicos de la Mujer y fue una de las primeras en cubrir noticias deportivas entre 1926 y 1937 en diversas revistas europeas. Murió en 1998 en Madrid y recibió la medalla de Oro al Mérito Deportivo a título póstumo.

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